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Fabrice Hadjadj durante su intervención de esta mañanaCEU

26 Congreso Católicos y Vida Pública

«Desde que el aborto es un derecho, toda mujer que acepte llevar una vida en su vientre es una Juana de Arco»

«No hay que dejarse seducir por el Goliat de nuestro tiempo, ni luchar con sus armas; Dios da siempre a la criatura un camino vertical en el callejón sin salida», asegura Fabrice Hadjadj en la clausura del simposio

Elio Gallego, director de CEU-CEFAS, ha sido el encargado de presentar a Fabrice Hadjadj en la conferencia «El reto de vivir en este tiempo», que ha servido para clausurar el 26 Congreso Católicos y Vida Pública, celebrado en la sede de la Universidad CEU San Pablo, y que este año ha llevado como lema «Quo Vadis? Pensar y actuar en tiempos de incertidumbre». Tras la conferencia de Hadjadj, Alfonso Bullón de Mendoza, presidente de la Asociación Católica de Propagandistas y de la Fundación Universitaria San Pablo CEU, ha agradecido la asistencia y colaboración de los cientos de implicados en estas jornadas, ha destacado la celebración de la Hora Santa del sábado, y ha animado, siguiendo las palabras de Benedicto XVI, a ser «minorías creativas».

Según Elio Gallego, Hadjadj «ha entrado por mérito propio en la galería de los grandes escritores católicos franceses», entre los que ha destacado a Léon Bloy, Charles Péguy, Georges Bernanos, entre otros nombres. Gallego ha leído un pasaje de La suerte de haber nacido en nuestro tiempo (Rialp, 2016): «Contemplar los lirios del campo, comer del trabajo de las propias manos, cantar un cántico viejo y nuevo, con la esposa como una viña fecunda, con los hijos como brotes de olivo en torno a la mesa, permanecer unidos en la doctrina del amor, perseverar en la comunión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones». No se trata sólo de una propuesta de Hadjadj, sino de un texto repleto de alusiones bíblicas que Elio Gallego define como «un extraordinario autorretrato». Gallego elogia la importancia de la oración en la obra Hadjadj y su «lucha contra la domesticación del fuego ancestral, para liberarlo», un fuego que anima la contemplación de la Creación y que ilumina la familia.

Fabrice Hadjadj ha impartido su conferencia íntegramente en castellano y con una profusión de referencias a la cultura española, desde Cervantes y Lorca hasta María Zambrano y Unamuno. Según Hadjadj, «lo que nos toca vivir es un reto». Empezando por el reto que para él ha sido participar en este Congreso de la ACdP: «Se me ha pedido que les diga algo sobre el reto de vivir en nuestro tiempo», pero «en el momento en que el autor es aplaudido, se estanca, repite eslóganes, y se convierte en un mal actor de sí mismo», señala. Y explica: «Mi reto es abordar la misma pregunta [de La suerte de haber nacido en nuestro tiempo] con una actualidad nueva, sin decir las mismas cosas, no quedarme en el ‘copiar y pegar’». En su huida de la referencia a uno mismo, dice: «¿Cuántos nos hemos convertido en inteligencias artificiales?», al dedicarnos a «recomponer la base de datos de una única obra original».

¿Para qué sirve un congreso?

«¿Para qué sirven estos congresos? ¿Es una tertulia entre universitarios, miembros de una élite que vuelven a casa contentos de ser más conocidos entre el público?», inquiere Hadjadj. «El título de este congreso [quo vadis] exige algo más, implica una interpelación personal», añade. En su opinión, no se trata tanto de preocuparse por adónde va el mundo —lo que conduce a ser espectadores y a lamentarse—, sino «de ti, de mí». En la búsqueda de un liderazgo —de alguien que marque el camino, de alguien a quien seguir—, se ha referido al pasaje del texto apócrifo del siglo II Hechos de Pedro. El apóstol se marcha de Roma, pero apenas ha salido de la Ciudad Eterna, se encuentra con Jesús y le pregunta: «Quo vadis, Domine?». Porque, según Hadjadj, esa es la cuestión esencial: saber adónde se dirige Cristo e ir tras él. Por eso, «este Congreso implícitamente nos invita a seguir a Cristo de ese modo». Reivindicando el «humor español» y el Siglo de Oro, aplaude el teatro de Lope de Vega, que, al igual que en el cristianismo, todo lo mezcla —lo trágico y lo cómico, lo noble y lo popular— e invita a «seguir la Palabra desde el Génesis hasta el Juicio Final».

En opinión de Hadjadj, «el reto no es cualquier desafío: es un duelo y cuestión de vida y muerte». Cita la Biblia para hablar de cómo Goliat reta a los ejércitos de Israel: «Parece una máquina de guerra más que un soldado». Goliat plantea un combate singular para dirimir la batalla y exclama: «Dadme un hombre para luchar cuerpo a cuerpo». Goliat, según Hadjadj, «se parece a Diógenes con su lámpara; busca un hombre». Y aparece el joven David, que no era combatiente, sino pastor y que había llegado al campamento israelita para traer comida a sus hermanos. Porque «el reto no es una cuestión de armamento». «Goliat se refería a un macho tan fuerte como él», dice Hadjadj. Por el contrario, David es un hombre que porta el nombre eterno. Sin embargo, la victoria de David sobre Goliat es precaria; pues los filisteos siguieron acosando a Israel, y «el gran mal no es tanto el gigante al que se puede abatir, sino el que hay dentro del corazón». Este pasaje bíblico «revela divisiones dentro de la familia», disputas con sus propios hermanos, en tanto que «el verdadero combate se juega en el campo propio».

En consecuencia, ¿el reto consiste en lo que plantea este tiempo, o el reto siempre consiste en vivir? Frente al reto que impone esta época, no se trata de buscar gigantes cristianos para pelear contra el gigante de estos días. Pues eso supondría sentirse fascinados con las armas del enemigo y olvidar «el reto de lo eterno». Por eso, Hadjadj invita a leer la Biblia como la clave para interpretar y responder a los acontecimientos sin reducirlos a lo periodístico. Según Hadjadj, el tiempo actual es de enorme confusión, y de ruptura con la Modernidad, que era «un mesianismo sin trascendencia» confiado a un mañana mejor que el día de hoy. Pero la Modernidad ya acabó, piensa Hadjadj: «Hemos entrado en otra era», y el reto ya no consiste en «boxeo, sino en natación», dado que se trata de una época de «liquidez». «Ya no se cree en la razón, no se cree en el sexo, estamos en el tiempo del posthumanismo», de modo que los debates sobre fe y razón, sexualidad y cristianismo, humanismo y religión, ya no son los urgentes. «La Postmodernidad está convencida de que el mañana será peor; no hay creencia en un mundo mejor», sostiene.

José Masip, Elio Gallego, Fabrice Hadjadj, Alfonso Bullón de Mendoza y María San GilCEU

No luchar con las armas de Goliat

Frente a la dicotomía entre pesimismo y optimismo, Hadjadj propone la Esperanza, que dota de «sentido a la miseria horrible de la que nada excepto la misericordia divina nos puede salvar». Hadjadj mira hacia la bondad divina: «Dios da siempre a la criatura un camino vertical en el callejón sin salida». Por tato, «no hay que dejarse seducir por el Goliat de nuestro tiempo, ni luchar con sus armas». Cuanto mayor y más poderoso parezca que es el Goliat moderno, más necesidad habrá de hombres sencillos que sigan encarnando la sencillez de la plenitud humana que rezuma la huella de Dios. «Desde el momento en que el aborto aparece como un derecho, toda mujer que acepte llevar una vida en su vientre es una Juana de Arco», afirma Hadjadj. De igual modo, en una época en que la inteligencia artificial se presenta como la nueva salvación, todo hombre que prefiere seguir haciendo las cosas con sus manos y unirlas en la oración «es Isidro labrador».

Aplicado al ámbito académico, Hadjadj entiende que no se puede luchar contra el exceso de la inteligencia artificial con más tecnología digital, lo que convierte a la universidad en una «insoportable guardería». Se trata, por el contrario, de interpelar al estudiante y no pedirle que realice algo impersonal que cualquier máquina podría hacer en su lugar. Frente a la inteligencia artificial, la humana es «contemplativa y amorosa». En consecuencia, «chatGPT es una escombrera que recoge restos de un edificio que ya estaba carcomido por dentro», en tanto que el sistema educativo previamente había renunciado a la sabiduría.

Según Hadjadj, la Modernidad se pretendía servir de valores cristianos, pero los despojaba de Cristo y «predicaba la moral sin predicar la esperanza». Sin embargo, hoy «se trata de seguir siendo humanos en la hora en la que Europa desespera de lo humano». De ahí la urgencia de recuperar la fe en el Dios hecho hombre, un Jesús de Nazaret que era carpintero y con cuyas manos trabajaba la madera, no era «informático». Este redescubrimiento de una humanidad redimida se observa en las inundaciones en Valencia: lo que ha surgido y removido son los «gestos humanos, dar de comer a los que tienen hambre, vestir a los que están desnudos». Citando a Quevedo, Hadjadj ha comentado que «desde el origen, la vida es un reto, no le está asegurada la longevidad del mineral». La vida es efímera, vulnerable, incierta, pero persistente en su búsqueda de sentido y en su aspiración a la trascendencia, a la percepción de la existencia como milagro gratuito.