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Syrian refugee Sarah Ali, 53, center, holds her grandson Jood, 2 months, while she and other members of her family rest on the ground near a makeshift camp for asylum seekers, after crossing the Serbian-Hungarian border near Roszke, southern Hungary, Saturday, Sept. 12, 2015.

Sara Ali y sus nietos son tres de las 90 millones de vidas humanas que experimentan el drama de ser refugiadoGTRES

90 millones de vidas para el Día Mundial del Refugiado

Historias personales de dramas y tragedias humanas en la guerra, en los campos de refugiados y hasta en un finalista de la Champions League

Desde 2011 se ha duplicado el número de personas refugiadas o desplazadas, sobre todo debido a guerras y represiones políticas, además de desastres naturales.

Desde el primer año de este siglo, cada 20 de junio se celebra, a iniciativa de la ONU, el Día Mundial del Refugiado. Por «refugiado» se entiende también a los «desplazados»; en todo caso, personas que han tenido que dejar sus hogares –o que incluso han perdido para siempre su casa, su patrimonio, su vida tal y como se había desarrollado–, a causa, sobre todo, de guerras. Pero también se añaden otros motivos: hambrunas, desastres naturales, represiones o inestabilidades políticas. En algunos casos, no es fácil distinguir entre emigrantes y refugiados, porque existen zonas borrosas donde se confunden ambos conceptos. Sería, por ejemplo, el caso de los seis millones de venezolanos que, según datos de ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados), han tenido que salir de su país, básicamente por culpa del régimen chavista. Casi un millón de venezolanos –una sexta parte del exilio– han solicitado asilo político. Dicho de otro modo: uno de cada cinco solicitantes de asilo político en todo el mundo es un venezolano que ha escapado de las garras de Nicolás Maduro.

Se duplica el número

El otro foco más conocido y reciente es el ocasionado por la invasión de Ucrania a manos de las Fuerzas Armadas rusas. A lo largo de estos meses de guerra, doce millones de ucranianos han huido de sus barrios y de las bombas y los tanques. La mayoría –más de siete millones– se encuentran desplazados dentro del propio país, en zonas donde el azote marcial es menos lesivo. La fronteriza Polonia acoge a 2,6 millones; en torno a 1.850.000 ucranianos se hallan entre Moldavia, Rumanía, Hungría y Eslovaquia. En Rusia se cuenta a 404.000 ucranianos en situación de refugio. Tal como hemos contado en El Debate, la compañía ferroviaria estatal ucraniana –Ukrzaliznytsia es su nombre– ha habilitado cientos de departamentos de vagones de tren como casa temporal para desplazados cuyo hogar ha quedado reducido a escombros y humo.

En total, se asume que hoy hay casi 90 millones de personas que, por circunstancias forzosas, viven lejos de su hogar, sin una casa fija. Casi 90 millones de refugiados o desplazados, de los cuales 53,2 millones son desplazados dentro de su propio país, 5,8 son palestinos bajo tutela de las Naciones Unidas, y 21,3 son los que reciben atención por parte de ACNUR, principalmente en campos habilitados para este fin. Visto con perspectiva, el dato no es nada halagüeño, pues desde el año 2011 –momento crucial de la llamada «Primavera Árabe»– el número de refugiados y desplazados se ha multiplicado por más de dos. Entre 1991 y 2011, se mantenía un dato muy estable –sin apenas altibajos– de entre 39 y 42 millones.

Además de ucranianos, palestinos y venezolanos, las cifras son abultadas en el caso de los sirios: trece millones de desplazados y refugiados, la mayoría de los cuales han sido acogidos en los países próximos. Por otra parte, unos cinco millones de afganos han tenido que marcharse de su patria; la mitad se localiza en asentamientos en Irán, y la otra mitad se reparte entre Pakistán y el resto del mundo. En el caso de los sudaneses del Sur, se trata de cuatro millones de personas acogotadas por años de guerra de independencia y por hambrunas.

Campos de refugiados

Por su parte, la Iglesia –que atiende a millones de desplazados y refugiados mediante organismos como Ayuda a la Iglesia Necesitada, Cáritas, centenares de misiones religiosas e iniciativas de laicos– celebra desde 1914 –a causa de la Primera Guerra Mundial– la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. No coincide con el Día escogido por la ONU, pues este año se localiza el 25 de septiembre. De cara a la 108 edición, la Iglesia contabiliza a emigrantes, refugiados y desplazados, cuya suma representaría a 260 millones de personas. En este sentido, destaca la reciente queja de la jerarquía católica contra la iniciativa del Gobierno británico para deportar a Ruanda a solicitantes de asilo. El arzobispo de Glasgow, William Nolan, tras visitar el centro de detenidos de Dungavel, publicó este tuit: «La política de deportar por la fuerza a Ruanda a las personas que han venido a este país en busca de salvaguarda y seguridad es moralmente incorrecta. Es una ofensa contra la dignidad humana y contra todas las mejores tradiciones de acogida de este país».

Campeón de Europa

El origen de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, de la Iglesia católica, está relacionado con la larga cadena de iniciativas de Benedicto XV para detener la Primera Guerra Mundial o alcanzar, al menos, treguas en momentos señalados. Sin embargo, alguna de sus iniciativas se vio obstaculizada por la renuncia feroz de gobiernos anticlericales o masónicos en Francia o Italia. Por su parte, Pío XII, durante la II Guerra Mundial, y sobre todo durante la ocupación de Roma por parte del III Reich (1943–1944), activó todos los mecanismos necesarios para acoger a refugiados. Destaca, dentro de sus iniciativas directas, el habilitar 148 conventos y monasterios romanos –así como casas particulares y otras localizaciones, como parroquias o pueblos– para dar cobijo a los judíos que el Reich pensaba deportar a campos de exterminio.

Sin duda, un antecedente en la ayuda a afectados por las guerras es la creación de Henry Dunant: la Cruz Roja. El día de San Juan de 1859 se enfrentaron en Solferino (Italia) el ejército de Austria contra el de Francia y el del Reino de Piamonte. Docenas de miles de heridos yacían abandonados y entregados a su mala suerte por aquellos terrenos. Dunant, con la ayuda de la población local, logró atender a cuantos hombres pudo. Desde entonces, tanto instituciones laicas como religiosas han extendido su labor en todo tipo de escenarios. Una de las situaciones que ha deparado un felicísimo final comenzó en un campo de refugiados situado en Angola; allí nació el hijo de unos desplazados congoleños que, al cabo de unos meses, emigraron hacia Francia. En el país galo acabaron obteniendo la nacionalidad y el niño nacido en el campo de refugiados angoleño comenzó a jugar al fútbol. Hace un mes, aquel niño, que hoy tiene 19 años, levantaba la Copa de Europa como ganador del trofeo. Su nombre: Eduardo Camavinga.

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