Homosexualidad en Grecia, en los santos Padres y en el Catecismo de la Iglesia Católica
Un asunto complejo en que la cultura y la biología pelean contra la moral, la historia y las modas, y en el que la Iglesia pone el acento en la acogida a las personas, sin bendecir las prácticas homosexuales
Un asunto complejo en que la cultura y la biología pelean contra la moral, la historia y las modas, y en el que la Iglesia pone el acento en la acogida a las personas, sin bendecir las prácticas homosexuales.
La homosexualidad —y la denominada «diversidad sexual»— es uno de los temas que han tomado mayor relevancia durante la última generación. Sin embargo, a la hora de definirla y valorarla, parece que nos topamos con mayor diversidad aún. ¿Es un fenómeno occidental, universal, moderno, de todo tiempo y época? ¿Prolifera más en determinados contextos y sociedades? ¿Qué opinión moral ha merecido a lo largo de los siglos y las religiones?
Dentro de la Grecia antigua se dio un fenómeno que podría catalogarse como pederastia o bien como homosexualidad. Tanto la poesía como la cerámica muestran hasta qué punto abundó el interés sexual de algunos adultos hacia los chicos a partir de once o trece años. Hay versos que hablan sobre el deseo de corromper y forzar a niños púberes.
San Clemente muestra compasión hacia los chavales esclavizados como objetos sexuales, y echa la culpa a quienes los someten a prostitución
La nómina de poetas e intelectuales griegos que muestran su gusto por chavales, jovencitos —e incluso adultos de su mismo sexo— es amplia: desde Anacreonte hasta Estratón de Sardes, desde Teognis o Teócrito hasta Ateneo de Náucratis. También habría que incluir la homosexualidad femenina, gracias, entre otras fuentes, a los poemas de Safo, de cuya patria (Lesbos) procede la denominación actual de «lesbiana».
Aversión en Platón y Aristóteles
Sin embargo, la moral tradicional tendía a rechazar tanto la pederastia como la homosexualidad entre adultos. En una de las fábulas atribuidas a Esopo se dice que «la Vergüenza» («el Pudor») fue obligada por Zeus a entrar «por el ano». A cambio, la Vergüenza pidió que Eros (el amor sexual) no entrase por allí. Werner Jaeger asegura que la pederastia era una cuestión que generaba aversión en Aristóteles y declarado rechazo en Platón. En Las leyes, Platón proscribe con severidad lo que podría llamarse actos homosexuales, pues los considera contrarios a la naturaleza. Dentro de los autores latinos hay testimonios en que se advierte también una valoración negativa: desde Cicerón o Tácito, hasta Marco Aurelio y Juvenal.
San Pablo
El cristianismo asume la valoración moral con que el judaísmo sancionaba los actos homosexuales. San Pablo dedica un largo pasaje de su epístola a los Romanos a juzgar como abominables estas prácticas, y da a entender que su proliferación en la sociedad es signo de degeneración y alejamiento de Dios. Por su parte, Clemente de Alejandría, aunque engloba en la misma categoría de inmoralidad la pederastia, el adulterio y la «al·lelobasía» u «homosexualidad», muestra compasión hacia los chavales esclavizados como objetos sexuales, y echa la culpa a quienes los someten a prostitución.
San Clemente pone el foco donde muchas veces lo coloca Cristo en el Evangelio: en la misericordia
Aquí Clemente inaugura lo que el cristianismo ha aportado a la cuestión. Por una parte, se inventa una palabra concreta (al·lelobasía) para referirse a la homosexualidad, evitando emplear los términos que hasta entonces se manejaban y que adolecían de connotación negativa. Hasta el siglo XIX, cuando surge la palabra «homosexualidad» dentro del contexto cultural alemán, nadie había utilizado un término exento de tintes despectivos para indicar la atracción o trato íntimo entre personas del mismo sexo. Nadie, excepto Clemente de Alejandría.
Por otro lado, Clemente pone el foco donde muchas veces lo coloca Cristo en el Evangelio: en la misericordia. En la aceptación del pecador, al mismo tiempo que se rechaza el pecado. Este es el planteamiento del Catecismo. En sus puntos 2357 a 2359 aborda el tema con esta doble mirada. En primer lugar, se dice: «los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados, contrarios a la ley natural, no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual». Pero luego se añade: «[los homosexuales] deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza; se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta». En relación con esta atracción sexual, el Catecismo aclara: es «objetivamente desordenada». Por eso se asegura: «las personas homosexuales están llamadas a la castidad … pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana».
En la II República, las convocatorias de oposiciones para médicos forenses del Ministerio de Justicia definían como «anomalías … el sadismo, la sodomía, la necrofilia»
Evitar la discriminación y el rechazo implica alejarse de las disposiciones legales que han pervivido durante siglos. En la II República, las convocatorias de oposiciones para médicos forenses del Ministerio de Justicia definían como «anomalías … el sadismo, la sodomía, la necrofilia». En España la «sodomía» estuvo catalogada como delito. En todo caso, la persecución policial tendió hacia la tolerancia, excepto en casos de escándalo público. De modo que, en la práctica, se acabaron permitiendo bares, cafés y locales nocturnos de ambiente homosexual. O, por usar un neologismo, «gay» (palabra que en inglés sólo significaba «alegre» hasta casi 1970). En la actualidad, muchos países católicos, como España o Filipinas son de los más tolerantes hacia la homosexualidad, en contraste con la mayoría de países africanos o asiáticos.
Doctrina de la Fe
Para evitar caer en el extremo opuesto, tanto Juan Pablo II, como Benedicto XVI y Francisco han concretado el significado de tolerancia y respeto hacia los homosexuales, dentro de una mentalidad cristiana. En junio de 2003, la Congregación para la Doctrina de la Fe aprobó un documento de «Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales». Según este dictamen, «el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales.
Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad». En este sentido, y con la aprobación expresa del papa Francisco, la misma Congregación aclaró en marzo de 2021 que «no es lícito impartir una bendición a … uniones entre personas del mismo sexo».