Fundado en 1910
Valle de Cuelgamuros

Valle de Cuelgamuros

¿De dónde vinieron? La historia de los últimos monjes del Valle de los Caídos

La exhumación de los restos de Primo de Rivera pone sobre la mesa la presión vivida por los benedictinos, que llevan más de 65 años atendiendo la basílica madrileña

La exhumación de los restos de José Antonio Primo de Rivera del Valle de los Caídos ha vuelto a poner de relieve, como efecto colateral, la presión sobre los monjes benedictinos que atienden la basílica desde hace más de 65 años. En concreto, las miradas están puestas –como recordaba este lunes Ana Martín en este periódico–en el real decreto que regulará la «organización, funcionamiento y régimen patrimonial» del que ahora se conoce oficialmente como «Valle de Cuelgamuros».

Esta promesa, prevista en la Ley de Memoria Democrática que entró en vigor el pasado 21 de octubre, se concretaría en la expulsión de los 22 monjes que a día de hoy viven y trabajan allí. Su historia va ligada a la del propio Valle: las obras de la basílica y la cruz monumental arrancaron en 1950, pero pasaron varios años hasta que se decidió también fundar una abadía que garantizase la dimensión espiritual del monumento.

No iban a ser benedictinos

Según recogen desde la propia web del Valle, no estaba claro que en encargo de velar por los oficios y de atender la basílica fuera a recaer en los benedictinos. «En un principio se pensó en alguna orden de vida activa (dominicos, jesuitas, etc.), pero con la finalidad de realzar más el culto litúrgico en la Basílica, se optó en 1955 por una orden monástica», explican. Se decidió que fueran de la Orden de San Benito, y se realizó una petición a la abadía de Santo Domingo de Silos, en Burgos.

Desde allí accedieron a la petición, y entre el abad de Silos, Isaac Mª Toribios, y el entonces prior del monasterio de Nuestra Señora de Montserrat de Madrid, Justo Pérez de Urbel, organizaron la operación. En agosto de 1957, Francisco Franco creó la Fundación de la Santa Cruz, previo consentimiento del Capítulo General de la Congregación de Solesmes, y el 27 de mayo de 1958 el Papa Pío XII emitió un breve documento que autorizaba la erección inmediata de la abadía.

Un monje en el Valle de los Caídos

Un monje en el Valle de los CaídosPaula Argüelles

Con el camino allanado por ambas partes, el 17 de julio de 1958 –unos meses antes de la inauguración oficial del Valle de los Caídos– llegaron veinte monjes del monasterio de Silos e iniciaron una nueva comunidad benedictina. Su primer abad fue el padre Pérez de Urbel, hasta 1966. Le siguieron Luis María Lojendio, Emilio Mª Aparicio, Ernesto Dolado y Anselmo Álvarez, a quien sucedió en 2014 Santiago Cantera, que sigue ejerciendo como prior a día de hoy.

El día a día de los monjes

Desde la fundación del Valle, los monjes han dedicado sus vidas a aquello para lo que llegaron allí: celebran la liturgia, ofician entierros, atienden a los peregrinos y visitantes… Su vida se rige por la Regla de San Benito, centrada en la búsqueda de Dios a través –fundamentalmente– de la oración y el trabajo. Todos tienen algún oficio: alguno es sastre, otro es panadero –y zapatero–, varios son profesores de la Escolanía creada el mismo año 1958.

Entre el Ora y el Labora, la veintena de monjes que aún residen entre los muros de la abadía ven pasar sus días mientras esperan qué les deparará el futuro: si habrán de volver a Silos o si podrán seguir atendiendo espiritual y materialmente la basílica. «Aunque es verdad que lo construyeron los vencedores –señalaba en una entrevista reciente con El Debate Santiago Cantera–, la idea del Valle de los Caídos apunta hacia la reconciliación, y, de hecho, el papel de la comunidad benedictina consiste en orar por los caídos de uno y de otro lado, del bando nacional y del bando republicano».

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