La Iglesia sigue guardando con mimo el manto de san José junto al velo de la Virgen
En Roma, en la iglesia de Santa Anastasia en el Palatino, podemos encontrar una parte del manto y un velo de María desde el siglo IV. Ambas reliquias habrían sido llevadas por San Jerónimo
Los textos evangélicos apenas hablan de San José. Son los evangelios apócrifos (los no reconocidos en el canon de la Sagrada Escritura) más profusos en detalles sobre la vida del santo padre José y su relación con la Virgen y el mesías encarnado.
En La Historia de José el Carpintero, José se casó con la Virgen ya anciano, viudo y padre de 6 hijos, dos mujeres y cuatro varones, uno de los cuales sería el apóstol Santiago, («el hermano del Señor»).
«Con el pasar de los años, su vejez avanzaba cada vez más. Pero no padecía de ninguna enfermedad corporal, no vaciló su vista, tampoco perdió ningún diente su boca; en toda su vida, siempre tuvo la mente lúcida. En sus asuntos siempre tuvo un vigor juvenil, como el de un muchacho, sus miembros siempre fueron íntegros y libres de todo dolor. Toda su vida de ciento y once años: una vejez muy avanzada», señala el relato apócrifo.
Al morir fue sepultado en Nazareth, después de que su alma fuera llevada al cielo por los ángeles san Miguel y san Gabriel:
«Llegaron entonces Miguel y Gabriel cerca del alma de mi padre José, la cogieron y la envolvieron en un envoltorio resplandeciente. Encomendó así su espíritu en las manos de mi Padre bueno, y él le dio la paz. Ninguno de sus hijos aún no se había dado cuenta que se había dormido. Pero los ángeles preservaron su alma de los demonios de las tinieblas que estaban en la vía, y alabaron a Dios hasta que le acompañaron a la morada de los píos».
San Jerónimo
Aunque nunca ha sido encontrada su tumba, en Roma, en la iglesia de Santa Anastasia en el Palatino podemos encontrar una parte de su manto desde el siglo IV. El manto lo habría llevado allí San Jerónimo, junto con un fragmento del velo de la Virgen, de ahí que se conserven juntas las dos reliquias.
Otra reliquia de san José
Con el paso de los siglos a la reliquia le fueron cortando pequeñas partes ser llevadas a otras iglesias de Francia. El último trozo, cortado personalmente por el obispo de Châlons en 1662, fue contra la voluntad del capítulo de San Lorenzo y de los habitantes del pueblo. A partir de ese momento estuvo terminantemente prohibido tocar la reliquia, bajo pena de excomunión.