Récord en Lourdes con más de 30.000 personas en la peregrinación anual
Las piscinas del santuario han reabierto este 2024 para que los enfermos y peregrinos puedan bañarse en el agua de la gruta donde la Virgen se apareció ante la pequeña Bernadette
Cada año miles de peregrinos se acercan a la gruta donde la Virgen María se apareció ante la pequeña Bernadette Soubirous y le confesó que ella era la Inmaculada Concepción –muy poco tiempo después de que fuese proclamado el dogma, tan poco que hasta allí no podría haber llegado la noticia todavía–. De eso hace 166 años y todavía allí se rezan, encienden velas y se pasa la mano por el agua que brota de la tierra.
Muchos son los testimonios de las curaciones inexplicables de quienes se han bañado o han bebido el claro fluido que sale de Massabielle (el nombre con el que se conoce la gruta de Lourdes), aunque no todas han sido reconocidas como milagros por la Iglesia católica. Tan solo 70.
Desde 2020, las piscinas –como se conocen las bañeras de piedra donde se reza el ave maría antes de ser sumergido en el agua envuelto con una sábana– han permanecido cerradas. No obstante, ante los ojos de los más de 30.000 peregrinos que se han desplazado hasta el santuario para la fiesta de la Asunción, han sido reabiertas. «Es un regreso a la normalidad», dice el padre Sébastien Anthony, presidente de la peregrinación de Francia, que se ha celebrado entre el 12 y el 16 de agosto.
Las puertas estaban clausuradas por una buena razón. Los tradicionales baños se cambiaron por gestos más sencillos mientras la instalación hidráulica era modernizada. «El sistema de circulación y tratamiento del agua necesitaba mejoras, y eso es lo que estamos haciendo», comentó entonces el rector del santuario, Michel Daubanes. Desde la pandemia en vez de sumergirse en el agua, los peregrinos eran invitados a lavar su rostro, como la Virgen dijo a la pequeña santa a hacer en febrero de 1858.
El 15 de agosto en el santuario de Lourdes incluye una misa celebrada en la pradera y un rezo del rosario a la luz de las velas. Cada año visitan este enclave a los pies del Pirineo francés más de 5 millones de peregrinos. Allí la Virgen no ha curado solo enfermedades físicas, sino que también se da importancia a la sanación espiritual. Tras bañarse en las aguas de la gruta, hay quien se ha convertido y bautizado.
El último milagro reconocido por el Comité Científico de Lourdes tuvo lugar en 2008. La religiosa Bernadette Moriau tenía entonces 69 años y padecía una patología llamada cauda equina o cola de caballo, una agrupación nerviosa en el extremo de la médula espinal. Pasó por quirófano cuatro veces, pero no hubo ninguna mejoría y a partir de 1988 fue quedando poco a poco inválida. Su médico la convenció para acudir al santuario el mismo año que se celebraban los 150 años de las apariciones marianas.
Participó como enferme en una peregrinación desde su diócesis y tres días después de regresar a su ciudad, tuvo lugar el milagro. Al terminar su turno de adoración, regreso a su celda, donde escuchó una voz que le decía que se quitase los aparatos que corregían su postura. «Para mi sorpresa, podía moverme». Pasó todo ese fin de semana llorando, perpleja ante su cuerpo. Cuando por fin fue al médico el siguiente lunes, le dijo al doctor que no sabía lo que le pasaba. «Me examinó y no encontró ningún signo clínico», contó al poco tiempo la religiosa.