Cumple sus primeros 40 años la orden religiosa que acepta hermanas con síndrome de Down
En 1995, se afincaron en Le Blanc, en la región francesa de Indre, donde ahora se encuentra su sede, pero la comunidad había nacido de una amistad fortuita 10 años antes
Verónica había sido rechazada en varias comunidades. Su vocación a convertirse en monja parecía que no se cumpliría nunca, solo por el hecho de haber nacido con un cromosoma de más. Era 1985 cuando la joven conoció a Lina, con la que compartió su lamento por el rechazo recibido por su síndrome de Down y que se terminaría convirtiendo en la primera madre superiora de las Hermanitas Discípulas del Cordero.
La religiosa vio en su amiga el verdadero deseo de dar su vida a Dios y comenzaron a vivir juntas. Así surgió la primera orden que acoge mujeres con trisomía del 21. Durante sus años estudiando psicología, era catequista para personas con síndrome de Down, en quienes supo ver «una gran inclinación espiritual».
Con el paso del tiempo, cada vez más mujeres con esta alteración genética se fueron sumando a la comunidad emprendida por la pareja de amigas, Verónica y Lina. En 1995, se afincaron en Le Blanc, en la región francesa de Indre, donde ahora se encuentra su sede. Allí conviven unas ocho hermanas junto a la madre Lina y sor Florence.
Cuatro años después, las hermanitas Discípulas del Cordero fueron establecidas como un instituto oficial de vida contemplativa por el obispo de Bourges, Pierre Plateau. Desde entonces, según afirman, viven para seguir el camino de santa Teresa de Lisieux y acogen a mujeres sin importar si tienen o no discapacidad intelectual.
«Jesús me hizo crecer en su amor. Después de haber sido rechazada en la comunidad, mi alegría fue cuando, el 20 de junio de 2009, pude hacer votos perpetuos en el Instituto de las Hermanitas, discípulas del Cordero. Es mi mayor alegría, ser la esposa de Jesús», contó la hermana Verónica a Vatican News.
Ora et labora
Las hermanas realizan tareas de tejido y cerámica, pero también cultivan un jardín de plantas medicinales. «Son autónomas, ya que la vida contemplativa les permite vivir a un ritmo regular. Para las personas con síndrome de Down, los cambios son difíciles, pero cuando la vida es muy regular, logran gestionarla bien», explicó la madre Lina.
El resto de su vida se organiza en torno a la oración y el culto, que se une al trabajo con en dicta la regla benedictina: ora et labora. Según la madre Lina, la vocación es un «compromiso de por vida; tienes que confiar y ser fiel», agregando que el estilo de vida «puede ser exigente a veces y requiere mucha paciencia». Pero «las alegrías de la vida con las hermanitas superan cualquier desafío» y que de este modo las hermanas «nos están enseñando cómo estar en el camino hacia Dios».