¿Qué dijo Dante sobre el purgatorio y por qué todos los Papas lo han elogiado?
En noviembre, la Iglesia recuerda especialmente a los difuntos y las almas del purgatorio, destacando el valor de las oraciones de los fieles para ayudar en su purificación
«Por surcar mejor agua, alza las velas ahora la navecilla de mi ingenio, que un mar tan cruel detrás de sí abandona; y cantaré de aquel segundo reino donde el humano espíritu se purga y de subir al cielo se hace digno». Los poderosos versos de Dante Alighieri invitan al lector a sumergirse en una de las obras más trascendentales de la literatura universal: La Divina Comedia.
Los gustos literarios son, por naturaleza, personales y diversos. Al recorrer las estanterías de cualquier hogar, uno podría encontrar una vasta variedad de títulos. Sin embargo, hay un factor que permanece constante a lo largo de los siglos: la capacidad de reconocer a aquellos genios que han dejado una huella indeleble en la historia de la literatura. ¿Qué era lo que distinguía a estos autores?
Muchos pueden componer poesías, canciones o escribir ensayos, pero no todos poseen el don de crear una obra eterna. De igual modo que muchos pueden tocar la guitarra, pero no componer Let it be, lo que permitió a Dante captar con tal claridad y profundidad los misterios del infierno, el purgatorio y el Paraíso es una habilidad que bien podría considerarse, en cierta forma, sobrenatural.
El joven toscano fue la persona elegida para plasmar esa visión. Aunque sus descripciones no son dogma de fe, lo que hizo a La Divina Comedia trascender en la historia de la literatura fue que, en sus versos, miles de almas han encontrado una identificación con lo que podría suceder en el más allá. A través de su obra, Dante ofrece una visión humana y reparadora de lo que el alma experimenta después de haber vivido en la Tierra, y una etapa de perfeccionamiento esperanzador, crucial para el encuentro con Dios cara a cara.
EL purgatorio de Dante
La travesía de Dante comienza a los 35 años, en lo que él describe como el punto medio de la vida, cuando se encuentra perdido en una «selva oscura», rodeado por tres fieras que simbolizan la lujuria, la soberbia y la avaricia. En este momento crucial, el poeta romano Virgilio aparece para rescatarlo y ofrecerse como guía en su camino hacia la redención.
El primer destino de este viaje es el Infierno, un lugar desolador donde los pecadores enfrentan las consecuencias eternas de sus actos. Dante lo organiza en nueve círculos, cada uno destinado a un tipo de pecado, reflejando una jerarquía moral donde la traición ocupa el lugar más vil. Es aquí, en el último círculo, donde Judas Iscariote sufre junto a Lucifer. Este escenario sirve para que el autor muestre cómo la justicia divina conecta cada pecado con su castigo, ofreciendo una visión sobre el uso y abuso de la libertad humana.
Tras atravesar el Infierno, Dante y Virgilio llegan al Purgatorio, representado como un monte con siete gradas ordenadas por orden de gravedad de los siete pecados capitales. El término «Purgatorio» deriva de purgar, es decir, purificar. Este lugar es presentado como un proceso de purificación donde las almas, a través de castigos simbólicos asociados a estos siete pecados, no solo expían sus faltas, sino que se perfeccionan espiritualmente para estar preparadas para la visión de Dios.
Este recorrido refleja también el propio proceso de transformación de Dante, quien, al ascender por el monte, experimenta un cambio interior. Este progreso espiritual se simboliza en las marcas de las 'P' grabadas en su frente, que los ángeles le borran a medida que avanza por cada cornisa. En esta etapa, las almas, conscientes de sus faltas, buscan la purificación para alcanzar el Paraíso. Cada penitente lleva grabado en su cuerpo el pecado que debe expiar, un recordatorio de que el camino hacia la redención pasa por el reconocimiento de los errores.
Encuentro cultural en el Congreso Católicos y Vida Pública
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Dante, el «profeta de esperanza»
A pesar de algunas duras representaciones de Dante con algunos Papas, quién situó a algunos en el infierno, los Pontífices posteriores han reconocido su genio con admiración, como León XIII o su sucesor, Pío X. En 1921, Benedicto XV llevó este reconocimiento más lejos al dedicarle la encíclica In praeclara summorum. En ella, destacó a Dante como una figura singular no solo para Italia, sino para toda la humanidad:
Inicio encíclica 'In praeclara summorum'
Los elogios continuaron con Pablo VI, quien en 1965, tras el Concilio Vaticano II, escribió la carta apostólica Altissimi Cantus en honor al séptimo centenario del nacimiento del escritor toscano. En su escrito, ensalzó tanto el arte como la virtud del poeta, colocándolo entre los grandes ilustres de la Iglesia que han sabido unir belleza y verdad en su creación literaria.
El Papa Juan Pablo II también encontró en Dante una fuente de inspiración doctrinal. En su carta sobre el rosario de 2005, citó el Paraíso para ilustrar los misterios de la fe. Benedicto XVI, en 2006, utilizó La Divina Comedia como referencia en su encíclica Deus Caritas Est para «expresar, para nuestro tiempo y para nuestra existencia, algo de lo que Dante, en su visión, sintetizó de modo audaz [...] Se trata precisamente de que la fe se convierta en una visión-comprensión que nos transforme».
El Papa Francisco también ha mostrado más de una vez su admiración por Allighieri, entre los que destaca la carta apostólica Candor Lucis Aeternae y menciones en Laudato Si. El Santo Padre ha destacado a Dante como un «profeta de esperanza» y «testigo del deseo humano de felicidad», de esa búsqueda de infinito que habita en el corazón humano. Para el Santo Padre, su obra no solo ilumina los misterios de la fe, sino que también inspira a los creyentes a avanzar con serenidad y valentía en el camino de la vida, guiados por el amor divino que, como dijo Dante, «mueve el sol y las demás estrellas».