
San Josemaría Escrivá de Balaguer
El Opus Dei conmemora el centenario de la ordenación sacerdotal de san Josemaría
El cardenal Juan José Omella señala para El Debate como Escrivá de Balaguer «sintió desde joven que Dios le pedía algo grande, y con confianza se dejó guiar»
Fue extremadamente duro el invierno de 1917-18 en La Rioja. Temperaturas de catorce grados bajo cero, calles desiertas y la ciudad de Logroño prácticamente paralizada. Y, sin embargo, Dios se sirvió de ese momento para sacudir la conciencia de un hombre llamado Josemaría Escrivá, quien, tras una fuerte nevada, se encontraba en la calle Marqués de San Nicolás, a la altura del palacio de La Merced, cuando vio unas pisadas en la nieve de un carmelita descalzo. Una imagen que se convertiría en el catalizador de un deseo de entrega.
Era la primera semana de enero y Escrivá toma una decisión: visitar el convento de los carmelitas de la capital riojana y solicitar dirección espiritual del padre José Miguel, el fraile descalzo que había provocado ese seísmo interior en la vida del joven y que le cambiaría para siempre. Lo hizo el 9 de enero al cumplir los 16 años. Es el primer paso que le llevará al sacerdocio, de cuya ordenación hoy se cumple el centenario.

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En junio, con calificaciones brillantes, Josemaría termina el bachillerato, pero su siguiente paso toma a su familia por sorpresa: decide entrar en el seminario. Su padre, José Escrivá, un pequeño empresario textil de Barbastro arruinado por la traición de su socio, rompe a llorar. No era el futuro que había imaginado para su hijo. Quizás lo veía como abogado, tal vez como médico. Pero Dios tenía otros planes.

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El paso por el seminario de Logroño en los cursos 1918-19 y 1919-20, será un revulsivo en la vida del joven Josemaría al dejar atrás la inestabilidad y problemas propios de la adolescencia, las enormes dificultades económicas de su familia y la pérdida prematura de tres hermanas.
«Era un joven de temperamento apasionado, muy emotivo y especialmente sensible a los acontecimiento externos. El fracaso empresarial familiar le provocó una gran humillación, que se unió al dolor que sufría al ver el padecimiento de su padre», explica a El Debate Josep-Ignasi Saranyana, catedrático emérito de Historia de la Teología en la Universidad de Navarra. Es un episodio que aflorará en algunos momentos de su vida.

Josep-Ignasi Saranyana, catedrático emérito de Historia de la Teología de la Universidad de Navarra.
Cincelando una vocación sacerdotal
Las adversidades familiares y las estrecheces económicas se convierten en lugar de esperanza para el joven Josemaría que va cincelando, paso a paso, su vocación sacerdotal. Primero con el padre José Miguel, su primer director espiritual: comunión diaria, purificación, confesión y penitencia. Pero rechazará su oferta de hacerse carmelita. Después vendrá Ciriaco Garrido, el canónigo de la parroquia riojana de La Redonda, al que acude Josemaría antes de entrar en el seminario, y por último Antolín Oñate, un sacerdote de confianza de su padre. Así finalmente José Escrivá decide dar todo el apoyo a su hijo para fortalecer su vocación.
El curso 1920-21 marca un antes y un después en la vida de Josemaría. Decide dar el salto a Zaragoza, una ciudad en pleno crecimiento, con 141.000 habitantes, y donde tres sacerdotes de su familia materna lo esperan. Pero la vida en el seminario San Francisco de Paula no será fácil.

Josemaría (de los cuatro chicos, abajo a la derecha) en el seminario de Zaragoza (Junio de 1922).
Al finalizar su primer curso, Josemaría casi es expulsado debido a un informe negativo de uno de sus compañeros, quien lo acusaba de presuntuoso. Sin embargo, el vicerrector del seminario de Logroño, Gregorio Fernández Anguiano, lo defiende. Su estilo pulido y su educación contrastaban con el ambiente humilde y menos refinado del seminario de Zaragoza. «No tenía un duro, pero vestía bien, era escrupuloso con la higiene, atento con las formas y la conversación. Todo ello provocó un cierto rechazo, con comentarios del estilo: Este chico no es de los nuestros», explica el profesor Saranyana.
A todo esto se sumaba otra circunstancia histórica: el deficiente nivel educativo de los seminarios y universidades pontificias españolas (y no solo de España), de la que San Francisco de Paula era un botón de muestra. La decadencia de estas instituciones se había acelerado a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX a raíz del Concordato de 1851, en la década moderada, cuando los obispos españoles decidieron retirar las facultades de teología de las universidades estatales.
Pío XI abordó con gran firmeza el problema de calidad educativa de los centros de formación sacerdotales en toda la cristiandad y, en concreto, llegó a plantearse el cierre de los seminarios españoles, propósito que no se llevó a cabo ante la incipiente persecución religiosa iniciada en 1931, con la quema de conventos en Madrid. El Papa dio un paso atrás y suspende la intervención de los seminarios. Sí que cerró las universidades pontificias españolas, excepto Comillas, porque los jesuitas ya habían sido expulsados de España por el Gobierno de la República.
«Señor, que vea»
El ambiente de San Francisco de Paula sensibilizó a Escrivá de Balaguer y le llevó a considerar la urgencia de ayudar a la formación de sacerdotes diocesanos, sintiéndose especialmente él uno de ellos. «Se sentía corresponsable del clero diocesano», apunta Saranyana. Muchos años después fundó la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, indisolublemente unida al Opus Dei para prestar ayuda humana y espiritual al clero diocesano.
«Conoció desde dentro las necesidades, expectativas y retos del clero diocesano. En particular, el cuidado pastoral y espiritual que estos sacerdotes necesitaban», asevera Santiago Martínez Sánchez, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Navarra.
Al respecto el cardenal de Barcelona, Juan José Omella, señala para El Debate que «San Josemaría fue un hombre que vivió su fe con pasión. Desde joven sintió que Dios le pedía algo grande, y con confianza se dejó guiar. Como sacerdote, acompaño a muchas personas, enseñándoles que la santidad se puede encontrar en la vida de cada día».

Cardenal Juan José Omella
La mayoría de los sacerdotes de los seminarios españoles era de condición muy modesta, pero estaban formados en una recia ascética religiosa. «Su actitud fue heroíca, hasta llegar muchos de ellos al martirio en la Guerra Civil», aclara Saranyana. Los cinco años en el San Francisco de Paula confirman con creces la autenticidad de la llamada vocacional de Escrivá.
«Quizá por su timidez, compensada con una gran fortaleza interior y por un sentido de la justicia muy arraigado, vivió con mucha intensidad tanto los acontecimientos familiares como los problemas de convivencia en el seminario», tercia el profesor emérito de la Universidad de Navarra.
Domine ut videam (Señor que vea), pedía con intensidad. San Josemaría es ordenado sacerdote el 28 de marzo de 1925, hoy hace un siglo, por el obispo Miguel de los Santos Díaz Gómara. No se incorpora a la estructura diocesana. Siente que Dios le pide algo más que está unido al sacerdocio. Lo descubrirá en Madrid donde se traslada para realizar el doctorado en derecho tras licenciarse en Zaragoza en 1927.

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La vida diaria, un camino hacia la santificación
El 2 de octubre de 1928 Escrivá marca un hito en la historia de la Iglesia con la fundación del Opus Dei. «San Josemaría nos presenta la vida diaria como camino de santificación», recuerda a El Debate Octavi Vilá, obispo de Gerona.
«Solo así, viviendo con intensidad nuestra fe en el día a dia, en nuestro trabajo, en nuestra familia, en nuestra comunidad parroquial, podremos caminar en la esperanza, la misma con la que han caminado y caminan los santos de la puerta de al lado. Es la santidad, paso a paso, como camino de esperanza», añade el ex abad de Poblet y hoy titular de una de las diócesis más extensas de Cataluña.

Octavi Vilá, obispo de Girona
Como era de suponer, la Guerra Civil complicó mucho el desarrollo de la vida religiosa en España y afectó muy directamente a San Josemaría y al Opus Dei, tanto que tuvo que abandonar Madrid muy a su pesar, refugiándose en Burgos tras pasar por Barcelona y Andorra. «Nunca expresó ningún sentimiento antirepublicano, aunque de corazón y por tradición familiar era monárquico», asegura el profesor Saranyana.
San Josemaría nunca desfalleció ni perdió la esperanza en los oscuros años de la persecución religiosa y la Guerra Civil, cuando el Opus Dei atravesó los momentos más críticos de su historia. El episodio más duro lo vivió en la Barcelona de 1937. Escrivá de Balaguer llegó a la ciudad el 10 de octubre y permaneció en ella seis semanas hasta que pudo escapar a Andorra a través de los Pirineos, por el paso de Pallerols de Rialb. «Fue uno de los episodios más duros y peligrosos de su vida. Exhausto y desnutrido, llegó a Sant Julià de Lòria sostenido físicamente por algunos los jóvenes que huían con él», recuerda el profesor Saranyana.
El viaje de Escrivá por Andorra, Pamplona y Burgos
En medio de esta atmósfera opresiva, Escrivá no se arredra y, con la misma fuerza interior característica de sus años de formación, tiene un comportamiento plenamente sacerdotal, al servicio de familias de derechas y de izquierdas. Celebra misa en casas particulares e imparte el sacramento de la confesión.
La llegada de Escrivá a Andorra y, posteriormente a San Sebastián, Pamplona y Burgos supone la supervivencia del Opus Dei. En Pamplona es acogido por el obispo Marcelino Olaechea, que le ofrece su hospitalidad en el seminario de la capital navarra. En la festividad de los Reyes de 1938 visita el balneario navarro de Belascoaín y entra en contacto con la comunidad benedictina de Montserrat que había huído de la persecución religiosa en Cataluña. Este encuentro propiciará más adelante la amistad entre Escrivá de Balaguer y el abad Aurelio Escarré.

San Josemaría Escrivá
«A priori podría parecer que San Josemaría y el abad Aureli representan dos vocaciones alejadas entre ellas: el primero promoviendo la novedad y la importancia de la vida laical dentro de la Iglesia; el segundo, como cabeza de un cenobio monacal benedictino que representa una de las tradiciones cristianas más antiguas. Pero su amistad nos demuestra que las dos vocaciones son complementarias e igualmente necesarias en la Iglesia», explica a este periódico el padre Bernat Juliol, Comisario del Milenario de Montserrat.

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A partir de este momento, la preocupación por la formación de los sacerdotes es una constante en Escrivá de Balaguer. «Quería que los primeros sacerdotes ordenados en el Opus Dei hicieran los ejercicios espirituales preparatorios en Montserrat», recuerda Bernat Juliol. Las urgencias sacerdotales del obispo de Madrid-Alcalá, Leopoldo Eijo Garay, no lo hicieron posible.
De otro lado, resurge la necesidad de que el Opus Dei ofrezca formación, ayuda y compañía a los sacerdotes diocesanos. «La mitad de los obispos españoles en las décadas de los 50 y 60 del siglo XX aceptaron esta ayuda. Quienes la rechazaron, pensaban que el Opus Dei interfería en la obediencia que esos sacerdotes debían exclusivamente al obispo. La Obra cumplió su palabra de potenciar la unión con el propio obispo», explica el historiador Santiago Martínez Sánchez.
Un siglo después, la fecundidad del sacerdocio de san Josemaría es muy visible en todo el mundo. «Podemos contemplar con asombro cuántos hombres y mujeres se han beneficiado de su predicación, de sus iniciativas apostólicas, de sus consejos y del ejemplo de una vida de entrega a Dios».

Ex rector de la Universidad de Navarra, Alfonso Sánchez-Tabernero (derecha)
Lo dice Alfonso Sánchez-Tabernero, catedrático de empresa informativa y ex rector de la Universidad de Navarra. «Pensemos sólo en una de las instituciones que promovió: la Universidad de Navarra. En este centro de educación superior se han formado 140.000 graduados, estudian más de 13.000 alumnos y por su clínica pasan cada mes miles de pacientes que perciben la belleza del mensaje cristiano», concluye Sánchez-Tabernero.
Lo adelantó san Josemaría: «De que tú y yo nos portemos como Dios quiere –no lo olvides–dependen muchas cosas grandes». El impacto de sus enseñanzas confirman su mensaje, recuerda el catedrático de empresa informativa.