'Opus' y el periodismo de ficción
Para Gareth Gore la Iglesia católica, como toda forma de religiosidad, ya es en sí misma un daño. En su mente no cabe que alguien pueda actuar por un amor que trascienda el propio interés y se entregue al otro y a los otros: ni a Dios ni a los hombres
La novela histórica, que lleva cincuenta años acaparando gran parte del mercado literario, es ya en su misma denominación un subgénero contradictorio; un oxímoron que tiene todo el derecho del mundo a beber en dos fuentes muy distintas. En cuanto novela, nace de la ficción de su autor, con total libertad para inventar o reinventar personajes y acontecimientos; en cuanto histórica, se apoya en elementos de la historia real de la humanidad, desde personas de existencia indiscutible hasta lugares y hechos bien estudiados por los historiadores.
Este fenómeno de la historia-ficción, que en una novela y en cualquier obra literaria está totalmente justificado, no lo está en otro tipo de textos que podríamos llamar periodismo de ficción. Si en una novela histórica, como en toda novela, el lector y el autor establecen un pacto de ficción desde el principio, sin necesidad de declaraciones expresas, en el periodismo no cabe ese pacto: el lector de un texto periodístico, desde una noticia hasta una extensa crónica o un minucioso reportaje, se acerca a lo escrito con el objeto de informarse sobre hechos reales de la actualidad. Es verdad que la ficción puede aportar intriga o morbo, y proporcionar al autor más lectores y más ventajas comerciales, pero esos elementos ficticios traicionarían el fin y los medios propios del periodismo.
He hecho estas observaciones a propósito del libro recientemente aparecido de Gareth Gore: Opus, con el largo subtítulo de Ingeniería financiera, manipulación de personas y el auge de la extrema derecha en el seno de la Iglesia católica. Ya de entrada, ese subtítulo anuncia una trama sobre financiación secreta e ilegal a gran escala; sobre la esclavitud de personas sin el menor escrúpulo y sobre la conjuración de fuerzas para alzar a la extrema derecha en el plano de la gobernanza mundial. Y ya en el capítulo introductorio el autor nos advierte de que el Opus Dei «es un peligro para sí mismo —entiéndase que lo es para sus miembros—, para la Iglesia y para el mundo». Para usted, para mí y para los vecinos de al lado y de enfrente.
En adelante, todo el libro tratará de verificar esta tesis. Tras su lectura, el único cabo que queda suelto es el mencionado peligro para la Iglesia católica, pues el lector ya habrá comprobado que para Gareth Gore la Iglesia católica, como toda forma de religiosidad, ya es en sí misma un daño. En su mente no cabe que alguien pueda actuar por un amor que trascienda el propio interés y se entregue al otro y a los otros: ni a Dios ni a los hombres. Incluso el Papa Francisco se presenta en el libro como un arma de doble filo: por una parte, parece querer atajar el peligro que es el Opus Dei usando su autoridad suprema con la firma de dos motu proprio. Pero, a la vez, Francisco es cómplice de la mala gestión sobre los abusos sexuales en el seno de la Iglesia. No hay nadie que se salve: ni en la cristiandad católica ni en cualquier otra comunidad religiosa. Ni tan siquiera los santos del Cielo, que para el autor son un mero motivo de propaganda sobre fenómenos que enajenan a la persona humana de todas sus facultades racionales.
Para dar basamento real a todos los delitos esclarecidos en el libro, el periodista introduce un extenso aparato de notas al final del volumen: si en la versión castellana la obra tiene 473 páginas, justo las 100 últimas son ocupadas enteramente por las notas. Cualquier lector interesado se sentirá atraído por leer una investigación apoyada en tantas y tan precisas fuentes, de manera que el relato del autor, que cumple con la finalidad propuesta desde el principio, no podrá resultar más fidedigno.
Sin embargo, si se rastrean con cierto detenimiento todas esas referencias bibliográficas, el lector concienzudo y conocedor de la materia quedará perplejo. En efecto: comprobará que todas las citas y referencias al fundador del Opus Dei y a los historiadores profesionales de esta institución aparecen totalmente descontextualizadas. Más aún: han sido despojadas del sentido original que tenían en el texto de sus autores para adquirir un sentido justamente contrario, el más favorable a la tesis citada más arriba. Incluso los datos sobre los rendimientos del desaparecido Banco Popular Español, respaldados por referencias a los informes anuales que publicaba esta entidad bancaria, se han manipulado y tergiversado para demostrar que Luis Valls-Taberner, presidente del citado banco durante más de cuarenta años, malversaba las inversiones de sus accionistas y clientes para financiar proyectos del Opus Dei en todo el mundo.
Las únicas fuentes que se han utilizado con un sentido fiel al de sus autores son los libros, testimonios y entrevistas de exmiembros de la Obra y otras personas que durante décadas han manifestado una total enemistad hacia esta institución.
Por otra parte, en el extenso apartado final de agradecimientos, Gareth Gore agradece a la prelatura del Opus Dei la oportunidad de leer las cartas escritas entre Luis Valls-Taberner y Josemaría Escrivá de Balaguer. Agradece también su disposición a brindarle cualquier aclaración sobre esos y otros documentos y haberle abierto las puertas de cuantos centros de la Obra el autor ha querido visitar. No solo esas cartas aparecen tergiversadas en función de su apremiante tesis, sino que todas las entrevistas con miembros del Opus Dei, referidas en las notas, han sido usadas para justificar una intención maliciosa o ridícula por parte de tales personas, dispuestas a encubrir cualquier delito y a dejarse manipular por sus superiores. Si san Josemaría queda caracterizado como un megalómano que buscaba discípulos en todo el mundo para que rindieran culto perpetuo a su persona, Luis Valls-Taberner aparece como un esquizofrénico que practica la religiosidad más estricta y, a la vez, toda su sabiduría financiera, con el único objeto de desviar el dinero de los inversores de su banco a los negocios humanos más sucios.
Al final de esta lista de agravios tan bien «documentada», a mí, como lector, me han asaltado dos preguntas. La primera: ¿cómo es posible que la prelatura del Opus Dei y la Universidad de Navarra, que custodia el archivo personal de Luis Valls y que es obra corporativa del mismo Opus Dei, hayan abierto a Gareth Gore sus respectivos archivos, si en ellos se guardaban documentos tan comprometedores para la Obra? La segunda: ¿cómo es posible que todos los miembros actuales del Opus Dei, repartidos por los cinco continentes, no se sientan manipulados por sus directores y privados de su libertad personal?
Si la novela histórica ha originado grandes producciones cinematográficas, el periodismo de ficción de Gareth Gore, ya desde este su primer libro, puede ser un trampolín para el cine y para las series televisivas, aunque sus productos se presenten como películas o programas documentales. Para el periodismo de ficción, como para la novela histórica, la documentación es un ingrediente más en la construcción de las intrigas más espectaculares.
- Carlos Javier Morales es autor de Breve historia del Opus Dei.