Dos años sin Benedicto XVI, el Papa que renunció para servir en silencio
Elegido en 2005 a los 78 años, Ratzinger nunca soñó con ocupar el trono de Pedro, pero supo asumir con responsabilidad el peso del papado
El 31 de diciembre de 2022, el Vaticano despertó con una noticia que sacudió al mundo: el Papa emérito Benedicto XVI había fallecido. A las 9:35 de la mañana y con 95 años, Joseph Ratzinger abandonaba este mundo marcando el cierre de un capítulo histórico para la Iglesia católica.
Elegido en 2005 a los 78 años, Ratzinger nunca soñó con ocupar el trono de Pedro. Con las maletas listas para retirarse a escribir, aceptó la llamada inesperada al pontificado. «Se cumple lo que el Señor dijo a Pedro: 'Te llevarán donde no quieres ir'», confesó al poco de su designación como obispo de Roma.
Y así, quien había sido cardenal prefecto para la Doctrina de la Fe, sería el próximo Papa que vendría después de uno que también sacudió el mundo: Juan Pablo II. Una llamada que le abrumaba pero que aceptó con esa modestia y sencillez que siempre le caracterizaron: «Yo solo soy un humilde trabajador en la viña del Señor [...] Me consuela el hecho de saber que el Señor sabe trabajar con instrumentos insuficientes», reconocería el bávaro desde el balcón de la Plaza de San Pedro a los pocos minutos de haberse convertido en el 265.º Papa de la Iglesia.
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Una figura clave en el Concilio Vaticano II
Nacido en una familia sencilla de Baviera, Alemania, hijo de un policía local y una cocinera, Ratzinger siempre mantuvo un perfil discreto. Su incomodidad con la relevancia pública y los grandes eventos donde era admirado y aplaudido se explican desde su infancia. Prefería la reflexión y el estudio a las labores de gestión, una inclinación que lo acompañó durante toda su vida.
Como joven sacerdote en Múnich, se dedicó a la formación de seminaristas y a la guía espiritual de jóvenes. Esta experiencia inspiró uno de sus primeros ensayos, Los nuevos paganos y la Iglesia, en el que criticó el catolicismo superficial de muchos, describiéndolo como una sociedad de «paganos que se denominan cristianos, pero han perdido el verdadero sentido de su fe».
Ratzinger brilló en el campo académico. Entre 1952 y 1977 desarrolló una carrera universitaria que lo llevó a ser una figura clave en el Concilio Vaticano II como perito conciliar. Su colaboración con el cardenal Joseph Frings, de Colonia, le permitió influir en las discusiones más trascendentales de la Iglesia en el siglo XX.
Sin embargo, su vocación académica se vio interrumpida en 1977, cuando fue designado arzobispo de Múnich y posteriormente cardenal. Aunque aceptó con reticencia, comprendía que su vida no le pertenecía, sino que debía responder a lo que la Iglesia necesitaba de él.
Su labor como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe durante el pontificado de san Juan Pablo II lo consolidó como un defensor incansable de la ortodoxia. Fue un papel que le ganó críticas de muchos sectores progresistas, sin embargo, quienes lo conocían destacaban su humildad y su deseo de retirarse a la Biblioteca Vaticana para escribir sobre Jesucristo.
La elección de Ratzinger como Papa en 2005, a los 78 años, lo tomó por sorpresa. Como confesaría poco después, su plan era retirarse, pero aceptó el papado con el mismo espíritu de servicio que había marcado toda su vida. Durante su pontificado, Benedicto XVI dejó una huella indeleble con obras como Jesús de Nazaret, que acercaron la figura de Cristo al hombre contemporáneo, y con encíclicas como Deus Caritas Est, Spe Salvi y Caritas in Veritate.
En 2013, reconociendo sus limitaciones físicas, tomó la histórica decisión de renunciar al pontificado. Su retiro fue un acto de valentía y humildad que marcó un precedente en la historia moderna de la Iglesia.
Renuncia de Benedicto XVI
Benedicto XVI fue un Papa que no quiso serlo, pero que supo asumir con responsabilidad el peso del papado. Su obra teológica, su defensa de la verdad, su condena a la «dictadura del relativismo» y su ejemplo de humildad continúan siendo fuente de inspiración para millones de fieles y un ejemplo de entrega amorosa a la verdad.