El Papa pide en la apertura del Sínodo ser una Iglesia que «bendice y acoge» y «no crea divisiones internas»
En la misa de apertura del Sínodo de los Obispos, el Papa Francisco ha pedido tomar ejemplo de la mirada de Jesús que «bendice y acoge». «Esta es la principal tarea del Sínodo, volver a poner a Dios en el centro de nuestra mirada para ser una Iglesia que ve a la humanidad con misericordia, una Iglesia unida y fraterna o al menos que trata de ser unida y fraterna, que escucha y dialoga, una Iglesia que bendice y anima, que ayuda a quienes buscan al Señor, que sacude saludablemente a los indiferentes, que pone en marcha itinerarios para instruir a las personas en la belleza de la fe, una Iglesia que tiene a Dios en el centro y, por consiguiente, no crea divisiones internas ni es áspera externamente. Es así una Iglesia que arriesga con Jesús, es así como Jesús quiere a su Iglesia», ha explicado el Pontífice durante su homilía.
En el Sínodo, que abordará temas que determinarán el futuro de la Iglesia católica y que celebrará su primera plenaria este mes de octubre –a final será en octubre de 2024–, participarán 464 miembros, entre obispos y laicos, de los que 364 tendrá derecho a voto, incluidas 54 mujeres por primera vez. Se tratarán temas como el celibato opcional, o la acogida de la comunidad LGTB.
En su homilía de hoy Francisco ha parecido responder a las críticas que ha recibido en los último días, al explicar que para la Asamblea Sinodal «no nos sirve tener una mirada inmanente, hecha de estrategias humanas, cálculos políticos o batallas ideológicas» y que «tampoco es un parlamento», sino «que sirve para caminar juntos, con la mirada de Jesús, que bendice al Padre y acoge a todos los que están afligidos y agobiados».
El Papa ha precisado que no sirve una mirada «inmanente, hecha de cálculos políticos o batallas ideológicas» y ha puntualizado que la asamblea del Sínodo no es un «parlamento polarizado» ni una reunión donde llevar a cabo «un plan de reformas» sino que «el protagonista es el Espíritu Santo».
«Si el pueblo santo de Dios con sus pastores provenientes de todo el mundo alimentan expectativas, esperanzas e incluso algunos temores sobre el Sínodo que comenzamos, recordemos una vez más que no es reunión política, no es un parlamento polarizado sino un lugar de gracia y comunión. El Espíritu Santo muchas veces deshace nuestras expectativas para crear algo nuevo que supera nuestras previsiones y negatividades», ha subrayado Francisco.
Así, el Papa ha instado a ser «una Iglesia que, con corazón alegre, contempla la acción de Dios y discierne el presente; que, en medio de las olas a veces agitadas de nuestro tiempo, no se desanima, no busca escapatorias ideológicas, no se atrinchera tras convicciones adquiridas, no cede a soluciones cómodas, no deja que el mundo le dicte su agenda». «Una Iglesia que tiene a Dios en el centro y, por consiguiente, no crea división internamente, ni es áspera externamente», agregó.
Recordando unas palabras de Juan XXIII, el Pontífice ha señalado que la Iglesia no debe apartarse del «sacro patrimonio de la verdad recibido de los padres» pero, al mismo tiempo, «debe mirar al presente, a las nuevas condiciones y formas de vida introducidas en el mundo actual y que han abierto nuevos caminos para el apostolado católico».