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El Papa Francisco con los 368 padres y madres sinodales, tras concluir la última sesión del sínodoAFP

El Vaticano cierra el Sínodo de la Sinodalidad y apuesta por un mayor liderazgo de las mujeres en la Iglesia

El Papa Francisco ha aclarado que los resultados de los tres intensos años de trabajo sinodal no servirán de base para la redacción de una futura exhortación apostólica

Tras un mes de intensos debates y reflexiones, el Vaticano concluye el Sínodo sobre la Sinodalidad, un encuentro global que ha reunido a obispos, sacerdotes y laicos de diversas partes del mundo para explorar y definir el camino hacia una Iglesia sinodal, es decir, cómo lograr de manera real y efectiva que el Pueblo de Dios camine junto en comunión y fraternidad. Este sábado 26 de octubre, los miembros sinodales han leído y votado el documento final, que ahora se publica como un texto único para orientar el rumbo de la Iglesia.

El Papa Francisco ha destacado que, si bien este documento servirá como guía, aún existen «decisiones que tomar». Aplaudido por la asamblea, el Papa explicó que las «indicaciones muy concretas» en este documento serán suficientes para guiar a las Iglesias de los distintos continentes, descartando la necesidad de una nueva exhortación apostólica a partir de estas conclusiones.

El Santo Padre indicó que diez grupos de trabajo serán los encargados de estudiar una serie de temas específicos, subrayando la importancia de un «estilo sinodal» que permita tomar decisiones con «oración y serenidad» y evitando así «posponer al infinito» los compromisos alcanzados. El documento, que el Papa definió como un «don para todo el pueblo fiel de Dios», deberá compartirse ampliamente en las Iglesias locales y leerse en conjunto para impulsar un «camino compartido sin juicios ni condenas».

El Sínodo de Obispos, instituido en 1965 por el Papa Pablo VI tras el Concilio Vaticano II, fue pensado inicialmente como un foro en el que los obispos pudieran discutir los temas cruciales de la Iglesia. En esta edición, sin embargo, Francisco ha realizado una apertura histórica al incluir la participación de laicos y conceder por primera vez el derecho a voto a las mujeres.

El documento final refleja el compromiso sinodal de la Iglesia, fruto de tres años de preparación y de la colaboración de 358 padres sinodales: 272 obispos y 53 mujeres. Los 155 puntos del documento final del sínodo han recibido una aprobación mayoritaria amplia por parte de los miembros, aunque algunos puntos específicos generaron cierto desacuerdo.

«No es una lucha entre liberales y conservadores»

El documento final destaca cómo este proceso ha requerido de sus miembros no solo reflexión y discernimiento, sino también autocrítica y arrepentimiento. Se reconoce que, a lo largo del camino, surgieron «fatiga, resistencia al cambio y la tentación de dejar que nuestras ideas prevalezcan sobre la escucha de la Palabra de Dios». Para reafirmar el compromiso de avanzar hacia una Iglesia unida y humilde, los sinodales comenzaron la segunda sesión con una vigilia penitencial, en la que pidieron perdón por pecados de omisión y de acción, entre ellos «contra la paz, contra la creación, contra los pueblos indígenas, contra los migrantes y contra los menores». Este gesto penitencial simbolizó el deseo de una «conversión» que impulsara a la Iglesia hacia la comunión y la misericordia.

El cardenal Hollerich, durante la rueda de prensa de presentación del documento final, enfatizó que este sínodo «no ha sido una lucha entre liberales y conservadores». En este sentido, el informe señala que el cierre de la asamblea sinodal marca el inicio de una fase crucial de implementación. Cada comunidad eclesial deberá seguir una metodología de «consulta y discernimiento» para lograr una «conversión sinodal tangible» en sus diversas realidades.

Este proceso implicará el desarrollo de caminos de formación y métodos específicos en parroquias, diócesis y otras comunidades, con el fin de integrar a todos los fieles y evaluar regularmente los avances hacia una participación más activa del Pueblo de Dios. Asimismo, se invita a las Iglesias locales y a las conferencias episcopales a dedicar recursos y personal para consolidar una cultura de sinodalidad, manteniendo un contacto continuo con la Secretaría General del Sínodo para asegurar un enfoque sinodal en todas las instancias.

La estructura del documento final responde al compromiso de la Iglesia con esta misión de transformación y se divide en cinco partes. La primera sección, titulada «El corazón de la sinodalidad», explora los cimientos espirituales y teológicos que inspiran y sustentan el camino sinodal. Retoma el entendimiento de la sinodalidad que surgió en la primera sesión y profundiza en su dimensión espiritual y profética.

La segunda parte del documento, «Juntos, en el barco», se enfoca en prácticas clave como el discernimiento eclesial y la transparencia, esenciales para lograr una «transformación misionera». Se enfatiza la necesidad de renovar los órganos de participación para reflejar la diversidad y unidad de la Iglesia. Por otro lado, el tercer apartado, «Echar la red», refuerza esta idea al conectar las mismas prácticas con la responsabilidad y evaluación, llamando a iniciar procesos de transformación en la vida eclesial.

La cuarta sección, «Una pesca abundante», destaca la necesidad de fomentar nuevas formas de intercambio de dones y vínculos en una Iglesia en constante evolución, particularmente en comunidades donde la pertenencia está cambiando. Por último, la quinta parte, «Yo también os envío», establece el primer paso hacia este nuevo camino: fortalecer la formación de todos los bautizados en la sinodalidad misionera, con el objetivo de capacitarlos para vivir y promover una misión basada en la comunión y el servicio mutuo.

«Queda abierta» la cuestión del diaconado femenino

Al igual que en la síntesis de la primera fase, el tema del rol de las mujeres en la Iglesia y la cuestión de los ministerios ha sido el que más oposición ha generado, alcanzando 258 votos a favor y 97 en contra. A pesar de esto, el documento no llega a resolver temas como el acceso de las mujeres al diaconado. El documento sinodal reconoce que, a pesar de la igual dignidad que confiere el bautismo a hombres y mujeres, las mujeres todavía encuentran «obstáculos para obtener un reconocimiento más pleno de sus carismas, de su vocación y de su lugar en los diferentes ámbitos de la vida de la Iglesia».

El texto también hace un llamamiento a valorar la contribución femenina en las Escrituras. Además, enfatiza la presencia de María, la Madre de Dios, y de otras mujeres en momentos cruciales, como el Pentecostés, y recalca la importancia de que estos pasajes encuentren espacio adecuado en las liturgias. La Asamblea solicita la plena implementación de las oportunidades ya previstas por la legislación eclesial para que las mujeres asuman roles de liderazgo donde sea posible, además de mantener el discernimiento sobre el acceso al ministerio diaconal.

Ministerios para laicos y formación sacerdotal

El resto de los párrafos que incluyen propuestas concretas para hacer de la Iglesia un espacio más abierto y participativo han sido bien recibidos, ya que solo dos de estas proposiciones han tenido más de 40 votos en contra. Una de ellas es el punto número 125, que plantea que las Conferencias Episcopales podrían contar con un estatuto teológico y jurídico, además de especificar su ámbito de competencia doctrinal y disciplinar sin comprometer «la unidad y la catolicidad de la Iglesia». En este sentido, se subraya que esta competencia «puede favorecer la auténtica enseñanza de la única fe de manera adecuada e inculturada en los diversos contextos, identificando las expresiones litúrgicas, catequéticas y disciplinares».

En cuanto al punto 27, que busca profundizar en el vínculo entre la liturgia y la sinodalidad, obtuvo 312 votos a favor y 43 en contra. Este apartado establece que «existe un estrecho vínculo entre synaxis y synodos, entre la asamblea eucarística y la asamblea sinodal», subrayando que ambas celebraciones reflejan la promesa de la presencia de Cristo donde se reúnen los fieles. El documento enfatiza la necesidad de que las liturgias reflejen esta dimensión sinodal, proponiendo la creación de un grupo de estudio que también aborde «la predicación dentro de las celebraciones litúrgicas y el desarrollo de una catequesis sobre la sinodalidad».

Otra proposición que ha generado oposición es el párrafo 148, que destaca la necesidad de que los itinerarios de discernimiento y formación de los candidatos al sacerdocio «se configuren al estilo sinodal», incorporando una mayor presencia de mujeres en el proceso de selección. Esta propuesta recibió el apoyo de 315 votos a favor y 40 en contra. Se sugiere que en el proceso de elección de los seminaristas debe haber una «presencia significativa de figuras femeninas» así como también en «la vida cotidiana de las comunidades y en la educación para colaborar con todos en la Iglesia y practicar el discernimiento eclesial».

El documento final también autoriza la creación de «ministerios» específicamente para laicos, los cuales no necesariamente tendrían que estar ligados al ámbito litúrgico. Esta posibilidad fue ya abierta por el Concilio Vaticano II y se ha ilustrado en los últimos años a través de la creación de ministerios como el de catequista, lector y acólito.