La lucha contra el deterioro cognitivo y la soledad no deseada: «Gracias a estos talleres, salen adelante»

Aquella soleada mañana de jueves en la que nos acercamos a conocer el Centro de Prevención del Deterioro Cognitivo, los grandes diarios nacionales hablaban de otro día en la guerra de Ucrania, la inminente reunión de Pedro Sánchez con el nuevo líder del PP, Núñez Feijóo, o las victorias de los equipos españoles en la Champions League la noche anterior.

Entre grandes titulares, entremezclando hazañas y gestas con desgracias y desafíos, la vida cotidiana sigue su curso, aunque fuera del foco. Pero nada más cruzar las puertas del citado edificio, nos cercioramos que hay otras batallas que se dan sin descanso. Porque el paso del tiempo nos alcanza a todos.

De la soledad no deseada, en grupos poblacionales vulnerables como los mayores, ya se hablaba antes. El problema es que la crisis de la covid ha dejado sus otras secuelas y un aumento significativo de casos. Una preocupación para los responsables de Madrid Salud, dependiente del Ayuntamiento de la capital.

Ese jueves a mediodía tenía lugar uno de los talleres que en estos momentos se desarrollan para ayudar a quienes lo requieran en el ámbito tanto de la soledad como del deterioro cognitivo.

Alfonso y Rosa son dos de los trece alumnos que aquel día nos encontramos en una de las salas.

Rosa es la primera que se arranca a hablar con nosotros para repasar su experiencia personal en el centro. Lo hace con mucha naturalidad, pero dotando a sus palabras de firmeza: «Yo llevo viniendo aquí 12 años. A partir de la pandemia y de estar cinco meses encerrada en casa, aunque hablaba mucho con mi gente por teléfono, noté que había empeorado. Me han ofrecido esto y yo dije que sí. Porque creo que es interesante, que nos ayuda a mejorar, a salir de nuestro círculo, a conocer otras personas. Quedarte en casa mirando la pared es lo malo».

Alfonso es aquella mañana el único hombre de un grupo de alumnos en el que le acompañan otras 13 mujeres. En general, los asistentes a las clases son disciplinados, pero en ocasiones, las citas médicas reactivadas tras meses de parón obligado por la pandemia se suelen solapar. Él nos asegura, entre recuerdo y recuerdo, que va notando avances razonables: «Mis recuerdos del pasado son increíbles al detalle, otras cosas cotidianas no tanto. En un mes algo he mejorado, estoy dispuesto a seguir los próximos 55 años, que ya tengo 77», confiesa con la sonrisa cómplice de su compañera.

Un equipo multidisciplinar

Previamente al taller, hubo tiempo de conocer las instalaciones. Nuestra anfitriona, y la que nos guía por el edificio, es Mercedes Montenegro, jefa del centro. En su despacho de la primera planta nos detalla su metodología de trabajo: «Somos un equipo multidisciplinar que de forma pionera trabajamos en el entrenamiento y la valoración de la memoria y otras funciones cognitivas, así como el de la soledad no deseada», nos dice.

«Formamos un equipo en el que nos integramos médicos, psicólogos, enfermeros y trabajadores sociales, además del personal de recepción», aclara.

Los talleres «están enfocados a mayores de 65 años que empiezan a notar que se les olvidan las cosas, sean pequeñas o quizás algo más graves». 'Olvidos' algunos de ellos que no tienen por qué significar nada alarmante pero a los que conviene prestar atención: «Pueden ser parte de un envejecimiento normal o de un deterioro cognitivo leve que hay que trabajar».

Desafíos que reconfortan

Junto al deterioro cognitivo, el CPDC está centrado en presentar batalla contra la soledad no deseada, que se ha reforzado gracias a dos interminables años de pandemia. «En los dos últimos años ha aumentado el porcentaje de personas mayores que se sienten solas y trabajamos para tratar de paliar este factor».

No es una lucha fácil, pero sí agradecida: «Nuestra labor se ve reflejada en esas personas mayores que te dicen es que venir aquí les ha cambiado incluso la vida», sentencia. De la misma opinión es Montserrat Lozano, enfermera: «Me agradecen y me abrazan, y me dicen que gracias a esto salen adelante. Yo solo con eso ya me parece que cumplimos de sobra con los objetivos», comenta antes de dar inicio a una nueva sesión.

«Hay implementadas unas sesiones que dedicamos a la sensibilización y visibilización de la soledad no deseada. En estos talleres hacemos que ellos se manifiesten y reflexionen también sobre su propia soledad», dibuja la enfermera.

En aquel día, mientras en el mundo exterior unos hacían la guerra, otros, y en concreto estos aplicados alumnos, libraban su particular combate armados de lapicero, bolígrafo y cuaderno, como puede observarse en la fotografía superior. Mereció la pena conocerlo de primera mano, a todos ellos, y también esa otra labor de las instituciones públicas, en este caso el Ayuntamiento madrileño, por ayudarles.