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Los rescatistas descansan frente al edificio de maternidad de dos pisos destruido en la ciudad de Vilniansk, en la región sur de Zaporiyia

Los rescatistas descansan frente al edificio de maternidad de dos pisos destruido en la ciudad de Vilniansk, en la región sur de ZaporiyiaAFP

Sociedad

Cómo la guerra de Ucrania ha propagado superbacterias resistentes a los antibióticos

La prisa por transportar a los heridos genera una ausencia de higiene que está impulsando la resistencia a los antimicrobianos

Más de nueve meses de guerra en Ucrania. Los bombardeos, disparos y ríos de sangre continúan ocurriendo cada día en la puerta oriental del Viejo Continente, hundiendo al país invadido en la ruina y el desastre demográfico que suponen todas las guerras.

Al resto del mundo este conflicto le ha supuesto una crisis energética y política, pero también podría acarrear una sanitaria. Las llamadas superbacterias, que ya son consecuencia de una de cada ocho muertes en el mundo, se han proliferado gracias a la guerra.

Lo característico –y extremadamente preocupante– de estas superbacterias es su resistencia a los antibióticos, tal y como informa la revista médica British Medical Journal. Una de sus causas es la falta de higiene consecuencia de las prisas por transportar a los heridos lejos de los campos de batalla y buscar ayuda especializada.

Las lesiones que producen los proyectiles de artillería y las minas fomentan que todo tipo de suciedad, polvo y metralla contaminen estas heridas y causen infecciones que no responden a los antibióticos de primera línea.

Otro de los problemas recae en la propagación de esas bacterias. La migración de civiles y pacientes propia de la guerra se ha llevado a cabo de este a oeste del país, lo que ha resultado en la propagación de la flora bacteriana de una región a otra. Esto hace que aumente el potencial de propagación de esas bacterias resistentes a los medicamentos entre los pacientes de los hospitales.

Historia de Ucrania y los antibióticos

El acceso a los antibióticos en Ucrania ha sido siempre demasiado sencillo. The BMJ recuerda que cualquier paciente podía acudir a una farmacia y comprarlos sin receta, lo que promovía su utilización para infecciones simples y su consecuente resistencia de otro tipo de bacterias que se volvían inmunes a los fármacos.

No fue hasta agosto de 2022, ya inmersos en pleno conflicto bélico, cuando el Ministerio de Salud de Ucrania implementó un nuevo proceso en el que todos los pacientes deben obtener una receta de su médico antes de comprar antibióticos. Con ello se intentó reducir el abuso de esos medicamentos por parte de los pacientes y constituyó el primer paso para controlar el brote de infecciones resistentes a ellos.

Asimismo, los médicos sugieren emplear profilaxis antibiótica para los pacientes con heridas abiertas graves, que lamentablemente se siguen produciendo en las calles ucranianas. «No podemos detener el aumento de infecciones resistentes a los medicamentos, pero podemos disminuir la proporción de pacientes heridos y sépticos con el tiempo», defiende Denis Surkov, médico de un hospital al oeste de Ucrania.

La historia de Ana

La revista médica sobrecoge con el caso de Ana, nombre ficticio de una niña de quince años. Tras perder a su familia en un ataque con cohetes rusos, sobrevivió, pero terminó falleciendo a causa de una infección que no pudo paliar con antibióticos por la resistencia bacteriana.

Ana sufría hemorragias graves y heridas de metralla: lesiones pélvicas penetrantes y daños extremos en los tejidos blandos del muslo derecho. «No te puedes imaginar el trauma. Era como si le hubieran roto la mitad del muslo», describe Surkov, uno de los médicos que la trató. La infección se propagó y comenzó la sepsis. Pronto, Ana experimentaría un fallo multiorgánico y terminaría pasando seis semanas en una unidad de cuidados intensivos (UCI).

Tras estabilizarse, la trasladaron a otro hospital pediátrico, pero la infección era incontrolable y cuatro días después murió. La infección que mató a Ana era resistente a todos los antibióticos que tenía a mano el hospital, incluidos el imipreno y el menopreno, a menudo vistos como último recurso para las bacterias más resistentes.

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