Entrevista a Álvaro Roca, autor de Derecho a Vivir
«Nos han estafado, el Estado se ha puesto a legislar una ley de eutanasia que no es legítima moralmente»
Cuando en 2020 el Ministerio de Sanidad impuso en España la ley de la eutanasia, Álvaro Roca comenzó a escribir un análisis jurídico-antropológico sobre el nuevo totalitarismo eutanásico
En 2020, cuando miles de personas estaban muriendo por el coronavirus, el Ministerio de Sanidad decidió aprobar una norma para matar: a ley de la eutanasia. Álvaro Roca, autor de Derecho a Vivir y maestro, decidió investigar y escribir un artículo sobre esta polémica ley que acabó siendo un libro, ya que tenía mucho que contar y enseñar.
–¿Por qué decidió escribir el libro y cuál fue el punto de inflexión que le llevó a ello?
–Cuando el Gobierno socialista-comunista, recién formado en enero de 2020, propuso una ley de eutanasia a finales de enero de 2020 para eliminar a ancianos y débiles, me pareció muy contradictorio que un mes y medio después, con el estallido de la pandemia, repentinamente impusiera una serie de medidas extremas para proteger a ancianos y débiles. En cuestión de mes y medio, tal Gobierno se había expresado contradictoriamente en una cuestión tan grave como la vida (y la muerte).
Sin ser un entendido en esta materia, había algo de ese proceder que me chirriaba, reflexionando sobre ello comencé a ver que no había sostenibilidad jurídica ni antropológica en tal propuesta, por lo que decidí escribir un artículo, pero se fueron destapando muchos temas concernientes y el artículo se convirtió en este libro de 400 páginas donde se abordan cuestiones circundantes como la dignidad, la libertad, los derechos humanos, la medicina paliativa, el sentido de la vida, el sufrimiento, la objeción de conciencia...
Lo cierto es que detrás del «derecho a morir» de unos, está el derecho, deber y potestad de matar de otros. Y esto son palabras mayores para una sociedad que se autodenomina democrática y civilizada. Son dos caras de una moneda, pero el Gobierno y los poderes mediáticos sólo gustan de mostrarnos una.
–¿Cuál fue el estudio principal para escribir el artículo? ¿Se basó solo en lo que propuso el Ministerio de Sanidad o profundizó más en autores?
–En primer lugar, sí que tuve que abordar la proposición de ley, pero tuve que empezar a consultar muchísimos otros autores en los que se basa la ley. Hay que advertir que en la ley hay más información entre líneas que en su propio texto, y lo importante es lo que hay entre líneas, esto es, el espíritu que alienta la ley, y no sólo sus palabras. Entre muchos, están Peter Singer, Joseph Fletcher, John Harris, Hugo Tristram Engelhardt, Robert Nozick, Mary Warnock… como representantes del pensamiento proeutanásico. Pero también he querido recoger el testimonio de otros muchísimos autores (juristas, antropólogos, filósofos...) que alegan razones en contra de la eutanasia, ofreciendo numerosos testimonios desde la literatura clásica, pasando por la literatura patrística, hasta la jurídica y antropológica de nuestro tiempo.
Creo que para aportar seriedad a un trabajo hay que aportar testimonios de ambos lados y tratar de sacar conclusiones que conduzcan a la verdad, independientemente del lado en que uno se encuentre. Para un estudio profundo y veraz en una cuestión como ésta, hay que dejar la polémica, los partidismos, las ideologías. No venimos a hacer debate, lo que nos interesa de aquí es averiguar la verdad sobre la persona, la verdad sobre si existe un derecho a morir o no. Y la verdad no se debate, sólo se acepta y se acoge.
–Habla de la objeción de conciencia, ¿qué opina de ella?
–La posibilidad de objetar en conciencia generalmente pasa por ser una condescendencia estatal para algunos profesionales que no quieren realizar una acción determinada, pero en realidad creo que se trata de otro engaño más, otro signo de un totalitarismo.
El problema sobreviene cuando la ley humana promueve lo contrario de la ley natural y no aspira a ese bien universal
Partimos de que toda ley positiva debería ser un reflejo de la Ley natural, con lo cual toda ley humana debería ser universalmente buena. Cuando algo es universalmente bueno, no hay nada que objetar ni nadie que objete. El problema sobreviene cuando la ley humana promueve lo contrario de la ley natural y no aspira a ese bien universal. El legislador sabe muy bien que no puede obligar a realizar una acción moralmente cuestionable, por lo que diseña un espacio de «tolerancia» para quienes se resisten. Por cierto, quienes objetan deben formular por escrito las razones por las que objetan en un informe que queda archivado por la administración competente. ¿Por qué han de quedar señalados quienes no hacen nada? ¿Por qué no rellenan tal informe quienes sí realizan la aplicación eutanásica? ¿Acaso no huele mal este procedimiento? Por ello, parece que la posibilidad de objetar en conciencia es más bien la carta de presentación de la siniestralidad de una ley.
–En el libro aparecen diferentes autores que están a favor y en contra de la eutanasia. ¿Ha hecho esto para entender diferentes puntos de vista o también para que los adolescentes que se lean el libro entiendan lo que es la eutanasia?
–No se puede citar únicamente a autores con los que uno sintoniza más. Justamente porque pretendo llegar a lectores que no piensan lo mismo que yo, también les cito los autores con los que su pensamiento simpatiza más, y trato de poner estos comentarios al trasluz de la verdad y no de mi pensamiento. Sé que no es una tarea sencilla y que no tengo el éxito garantizado.
Pensando en ellos, y habiendo compartido conversaciones con muchas de estas personas, el libro está muy documentado, por si alguien quiere profundizar alguna fuente, pero también presenta un lenguaje llano para gente no especializada.
A pesar de esto, el libro pretende llegar también a quienes no comparten la eutanasia y quizás no encuentran motivos sólidos con los que argumentar su postura.
–¿Con qué finalidad comenzó a escribir el artículo que terminó siendo un libro?
–Lo que pretendo explicar es que nos han vendido la moto, que nos han estafado, porque el Gobierno se ha puesto a legislar una cuestión que es prepolítica, ha metido sus sucias manos donde no le compete: en la vida humana y su valor infinito, pues quien politiza la muerte de algún modo trastorna también la vida.
Mi finalidad es explicar que el Gobierno se ha puesto a retorcer la disciplina del Derecho para hacer leyes conforme a sus intereses ideológicos y tanáticos. Así se ha dedicado a tergiversar palabras antropológicas que son clave, como la dignidad, los derechos, libertad, la compasión, el sufrimiento... Por eso se habla de muerte digna, pero ¿qué es la dignidad? Se invoca la muerte libre, pero ¿qué es la libertad? También hoy se habla mucho de derechos humanos y de la muerte como derecho. ¿Es realmente un derecho? Además, hoy asistimos a una época en la que todo deseo ha de consagrarse en derecho, algo que les gusta mucho a las ideologías, pero la fuente de los derechos no son los deseos. Los deseos pueden ser infinitos, los derechos no. Por eso he querido expresar a públicos de todo corte que el derecho a la muerte no existe.
–Usted es maestro, ¿cómo trata este tema con sus alumnos?
–Con delicadeza, respeto y misericordia. Casi todos están de acuerdo con la cultura de la muerte y la abolición de la persona, y la defienden desde clichés y eslóganes mediáticos, nunca desde la razón, pero no es culpa de ellos. Han inhalado el humo ideológico que les impide considerar la verdad y la belleza. Pero cuando se les presentan razones antropológicas algo de luz se abre paso.