Revelan que en las riadas daña más el barro que el agua y los materiales arrastrados aumentan la destrucción
Los expertos advierten de que, en eventos extremos como la DANA que ha afectado al país los últimos días, «los materiales que arrastra la corriente aumentan los daños causados por las inundaciones»
Investigadores del Instituto Geológico y Minero de España, organismo integrado en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), explican que en las riadas «no sólo daña el agua, daña más el barro».
Asimismo, los expertos advierten de que, en eventos extremos como la DANA que ha afectado al país los últimos días, «los materiales que arrastra la corriente aumentan los daños causados por las inundaciones».
Las lluvias torrenciales por el paso de la DANA del pasado 29 de octubre, que ha acabado con la vida de más de 200 personas, la mayoría en la Comunidad Valenciana, desbordaron en pocos minutos los cauces de los ríos, inundaron campos, calles y casas, se llevaron por delante cientos de vehículos y derribaron puentes.
Esta tragedia, que se ha cebado especialmente con varias localidades al sur de Valencia, evidencia que lo peligroso no es exclusivamente el agua y su profundidad, ya que los daños causados por la propia velocidad del flujo y por los materiales que arrastra la corriente «pueden llegar a ser también muy importantes».
En numerosas ocasiones, los daños a las personas, las edificaciones e infraestructuras que producen estas riadas son debidas, no a la profundidad o tiempo de sumersión en el agua, sino a los impactos y el enterramiento bajo elementos en flotación (como madera y restos vegetales, vehículos, contenedores y mobiliario urbano), o sedimentos movilizados en suspensión o arrastrados por el lecho (como arcillas, limos, arenas, gravas, cantos y bloques).
Las repercusiones de las inundaciones en viviendas, comercios e industrias suelen asociarse, más que a la humectación temporal de los enseres, al barro que deposita la riada, que inutiliza los electrodomésticos y deteriora el mobiliario.
Sin embargo, la mayor parte de los estudios de riesgos por inundaciones y los mapas de zonas inundables son elaborados suponiendo que lo que circula por los cauces y riberas es agua limpia, casi destilada, desprovista de barro.
Por ello, los investigadores defienden la importancia de investigar cómo la erosión, transporte y sedimentación de tierra influye en agravar la peligrosidad de las avenidas e inundaciones. «Y un primer paso en esta investigación debe ser siempre recopilar, analizar y sacar conclusiones prácticas de los pocos estudios y mapas que sí que han contemplado el papel de los sedimentos en las inundaciones», señalan.