'Centennial Light', la bombilla que lleva encendida sin fundirse desde 1901
Un documental sugirió en 2010 que es una prueba de la obsolescencia programada, una práctica instaurada por fabricantes en 1924 para limitar la vida útil de los productos
La Centennial Light, conocida como la bombilla más duradera del mundo, es un símbolo de resistencia que lleva con ella un aura misteriosa. Ubicada en el parque de bomberos de Livermore, California, esta bombilla lleva más de 120 años funcionando de manera ininterrumpida, salvo contadas ocasiones por traslados o reformas. Desde su instalación en 1901, ha acumulado más de un millón de horas de uso y es reconocida por el Libro Guinness de los Récords. Actualmente, es un atractivo turístico y cuenta con su propia página web, una cámara que transmite su funcionamiento las 24 horas y perfiles en redes sociales.
El origen de esta extraordinaria bombilla se remonta a la donación que el empresario Dennis F. Bernal realizó al parque de bomberos, reemplazando las linternas de queroseno que se utilizaban en aquella época. Fabricada por Shelby Electric Company bajo la dirección del ingeniero francés Adolphe Chaillet, la bombilla fue diseñada para durar. Chaillet se centró en maximizar la eficiencia y la vida útil, características que no interesaban a la industria de la época, más enfocada en la producción de bombillas de corta duración para fomentar el consumo.
La Centennial Light ha sobrevivido a mudanzas y cortes de energía. En 1976, cuando los bomberos se trasladaron a una nueva sede, un operativo minucioso garantizó que la bombilla llegara intacta. El cable fue cortado para evitar dañar el casquillo y, escoltada por la policía y un camión de bomberos, se instaló en la estación número 6, donde permanece encendida. Desde su instalación inicial, se estima que la bombilla solo ha estado apagada durante 22 minutos en total.
El secreto detrás de su longevidad sigue siendo objeto de debate. Algunas teorías apuntan a su filamento, que es ocho veces más grueso que el de las bombillas actuales y posiblemente hecho de carbono, un material semiconductor que mejora su eficiencia al calentarse. Además, su bajo consumo, reducido con el tiempo a 4 vatios, y el hecho de que rara vez se apague, han contribuido a minimizar el desgaste. Cada encendido y apagado de una bombilla incandescente genera microfisuras en el filamento, lo que acorta su vida útil.
En 2010, el documental 'La conspiración de la bombilla' sugirió que la Centennial Light es una prueba de la obsolescencia programada, una práctica instaurada por fabricantes en 1924 para limitar la vida útil de los productos. Mientras Chaillet y otros inventores buscaban maximizar la durabilidad, un acuerdo entre fabricantes estableció que las bombillas no debían superar las 1.000 horas de uso.
La Centennial Light, que ha superado mil veces ese límite, sigue desafiando las expectativas y el paso del tiempo. Más que un objeto funcional, se ha convertido en un símbolo de durabilidad, un testimonio de la calidad artesanal y un recordatorio de los debates sobre el consumo y la sostenibilidad en nuestra sociedad.