La muerte masiva de erizos pone en peligro a los corales del mar Rojo
Las algas «crecen más fácilmente que los corales, asfixiándolos y matándolos en tramos enteros del arrecife»
El estado de los famosos arrecifes de coral del mar Rojo genera inquietud entre los científicos después de descubrir una enfermedad que está provocando una hecatombe en la población de erizos de mar, vitales para su supervivencia.
En Eilat, la ciudad más meridional de Israel, fronteriza con Egipto y Jordania, la investigadora Lisa-Maria Schmidt recuerda el momento en que ella y sus colegas de la Universidad de Tel Aviv descubrieron la tragedia.
Empezaron a investigar en enero después de conocer la muerte masiva de erizos en muy poco tiempo en las costas de Eilat. Los científicos se trasladaron a un lugar donde solía haber abundancia de erizos diadema (diadema setosum), pero no encontraron más que «esqueletos y montones de espinas» de esta especie con púas muy largas y un círculo naranja bien visible sobre un cuerpo negro, explica esta científica.
Lo primero que pensaron fue en un vertido puntual de productos químicos o en un episodio de contaminación que hubiera diezmado su población. Pero en las siguientes dos semanas, los erizos diadema que crían en el cercano Instituto Interuniversitario para las Ciencias Marinas también se vieron afectados por la plaga. En menos de 48 horas, habían muerto todos los erizos de mar que tenían en las barricas de este centro situado en la misma costa.
Los científicos descartaron entonces la hipótesis de un accidente excepcional e intensificaron sus pesquisas para descubrir la causa de estas muertes súbitas. Pronto se dieron cuenta que otra especie de erizos de mar (echinothrix calamaris) también era víctima de una mortalidad masiva en las mismas aguas. Pero más allá de estas dos especies, otras poblaciones de erizos continúan expandiéndose entre los arrecifes de coral.
Proliferación de algas
Según Schmidt, los diadema setosum son la especie de erizos de mar más expandida en la costa de Eilat y su desaparición puede tener consecuencias devastadoras en este ecosistema. Estos animales se alimentan de algas que se proliferan rápidamente y al consumirlas impiden que recubran los corales, que necesitan luz para crecer.
Las algas «crecen más fácilmente que los corales, asfixiándolos y matándolos en tramos enteros del arrecife», explica la científica. Aunque ocupan menos del 0,2 % del fondo marino, los arrecifes albergan más del 25 % de la biodiversidad marina mundial.
Esta hecatombe de erizos de mar es «particularmente aterradora» en el mar Rojo, donde los corales «son conocidos por su robustez», dice Mya Breitbart, biólogo de la Universidad del Sur de Florida, en Estados Unidos. «La gente tiene mucha esperanza depositada en estos arrecifes», agrega.
Ejemplo del Caribe
El año pasado, Breitbart empezó a indagar un fenómeno similar en el Caribe, donde una variedad de erizos muy cercana a los diadema setosum empezó a cambiar su comportamiento y a morir masivamente. Los arrecifes de esa zona todavía no se habían recuperado de la muerte de erizos de mar en los años 1980.
Aunque las causas de esa hecatombe no se han dilucidado, las consecuencias son bien conocidas. «Los arrecifes del Caribe cambiaron por completo, de un ecosistema donde predominaban los corales a un ambiente donde prevalecían las algas», explica a la AFP Omri Bronstein, especialista de invertebrados marinos en la Universidad de Tel Aviv.
Este científico, que dirige la investigación en Eilat, no sabe a qué atenerse: «¿Se trata de un agente patógeno, como el que golpeó el Caribe (hace 40 años) o estamos mirando a un escenario completamente distinto?». Una cosa tiene clara: es imposible frenar el contagio en el mar.
Por ello, su equipo trabaja ahora en criar ejemplares de las dos especies amenazadas en cautividad antes de soltarlas en el mar Rojo para repoblar los arrecifes una vez pase la amenaza. Una vez descubran el origen de esta catástrofe, Bronstein y sus compañeros quieren averiguar cómo ha alcanzado el mar Rojo.
Si los agentes malignos llegaron por mar, se pueden tomar medidas para limpiar las embarcaciones y minimizar el riesgo de expandir este tipo de patógenos. «Esto es algo que podemos arreglar, porque la próxima enfermedad está de camino», advierte. «Probablemente esté en un puerto o en uno de los barcos que surcan nuestros océanos».