La polilla del boj: una especie invasora asiática que está infestando los bosques de media España
Presente en nuestro país desde 2014, se ha ido expandiendo por buena parte del territorio y su erradicación es complicada, acabando en muchos casos con cientos de bojes
Haciendo la ruta senderista del Parrizal, en la comarca turolense del Matarraña, llama la atención de este redactor un sonido que perturba el silencio sepulcral propio del enclave natural. Suena como el aire moviendo las hojas de los árboles pero... No hay viento.
Cualquier caminante del lugar tarda poco en darse cuenta de que lo que se oye también se ve: cientos de orugas de color verde se están comiendo el sotobosque. Se trata de la polilla del boj (Cydalima perspectalis), una especie invasora originaria de las regiones de clima templado y subtropical de Asia oriental, frecuente en países como China, India, Japón y Corea. Se alimenta, sobre todo, de las hojas y la corteza de los bojes (Buxus spp.), que parasita y puede provocar la muerte del arbusto.
Este problema no es único de Teruel, ni tampoco de Aragón. Galicia, Navarra, Cataluña o la Comunidad Valenciana ya han sufrido la invasión de este insecto que en Europa se detectó por primera vez en 2007 en el suroeste de Alemania. A partir de aquí, se ha ido extendiendo hacia los países vecinos del centro y sur de Europa, como Países Bajos, Austria, Suiza, Hungría, Francia o Reino Unido, siguiendo una progresión típica de una especie con alta capacidad invasora.
En la actualidad, se conoce su presencia en 24 países de este continente, incluido España. En nuestro país se detectó por primera vez en 2014 en Cantabria, Galicia y Gerona. En 2018 un informe de la conselleria de Medio Ambiente de la Comunidad Valenciana al que ha tenido acceso El Debate ya advertía que, a juzgar por su rápida dispersión, «se puede considerar que el potencial invasor de esta especie es elevado», posiblemente como consecuencia de la frecuente comercialización del boj en Europa, por su empleo como planta ornamental.
«Llevamos tres años con monitoreo y trampas con feromonas de atracción sexual», explica a este periódico Felipe Rosado, ingeniero técnico forestal del Gobierno de Aragón, que indica que esta especie invasora está presente en la comunidad desde 2019, pero que su evolución ha ido in crescendo. Por ejemplo, en la comarca del Matarraña se capturaron unos 4.500 ejemplares en los años 2021 y 2022, mientras que solo en 2023 el número ascendió a más de 12.000.
Rosado comenta, asimismo, que no existe un tratamiento efectivo y autorizado que se pueda emplear a nivel extensivo en terreno forestal contra este invasor. De hecho, debido a la elevada movilidad de los adultos y la amplia distribución de su planta huésped, es difícil la erradicación de la polilla del boj una vez que se ha establecido en un área.
Las trampas actuales consisten en simular la atracción química de la hembra, por lo que acuden los machos, que son capturados. No obstante, este método se muestra insuficiente para controlar la población incipiente de polilla del boj. La elevada capacidad reproductiva de este insecto invasor, que puede realizar múltiples puestas durante su fase de mariposa –entre los meses de junio y octubre–, lo convierte en una peligrosa plaga forestal cuyos efectos están siendo especialmente devastadores.
Otras soluciones que se han llevado a cabo en algunas comunidades incluyen trampas de luz, ya que este insecto es fototrópico (se dirige a las fuentes de luz). En Cataluña, por su parte, se ha probado la endoterapia vegetal, que se lleva a cabo practicando unas incisiones en la planta para inyectarle una sustancia química con propiedades insecticidas. De esta manera, cuando las orugas comen las hojas, se mueren.
Este último remedio, sin embargo, resulta inviable de aplicar a grandes masas de vegetales debido a su alto coste, y es que por cada árbol se deberían emplear entre 50 y 60 euros. Sería una solución válida para pequeños jardines o fincas particulares, pero no para bosques extensos.
Efectos en el arbusto
La rápida expansión de este insecto depende de la climatología. Según comenta Rosado, en zonas más continentales no prospera, pero sí lo hace en las más cálidas, en especial si cuenta con cierta humedad, como puede ser en las márgenes de los ríos, como ocurre en la mencionada ruta del Parrizal, en Teruel.
«Es la oruga, y no la polilla, la que hace los daños y al transformarse en pupa sale la mariposa adulta», explica el ingeniero. Un estudio de la Comunidad Foral de Navarra apunta que el daño más visible es el que realizan las larvas en las hojas, que al alimentarse causan defoliaciones severas que, entre otras consecuencias, limitan la capacidad fotosintética. Sin embargo, el daño más grave parece derivarse de su ataque a la corteza, que puede llevar al secado y a la muerte de la planta.
La primera generación de insectos es la que provoca menos daños, mientras que la segunda o posteriores son las que causan la desecación de las plantas. A pesar de que el boj tiene la capacidad de rebrotar, si esta situación se combina con las altas temperaturas que se están produciendo en los veranos de los últimos años, puede matar al arbusto por completo.