Aral, el mar que se convirtió en desierto: ¿por qué desapareció?
Sus aguas se formaron durante el Pleistoceno, pero poco queda ya mas que polvo y matorrales del que fue el cuarto lago salino más extenso del planeta. El mar de Aral, ubicado entre Kazajistán y Uzbekistán, en Asia Central, ya solo cuenta con menos del 10 % de su tamaño original, un hecho calificado como uno de los peores desastres medioambientales de la historia reciente y que ha convertido el área que ocupaba en un desierto.
Sus aguas se extendían en una superficie de 68.000 kilómetros cuadrados hasta finales del siglo XX por varias regiones, y albergaban gran cantidad de vida en ellas, como truchas, siluros, carpas o esturiones, que abastecían a la población y favorecían la agricultura. Pero, ¿qué ocurrió para que este inmenso cuerpo de agua se secara?
El principal factor fue la desviación de dos ríos –el Syr Darya y el Amu Darya– que desembocaban en el mar de Aral en los años 60, una decisión que tomaron las autoridades comunistas de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) para producir algodón en los campos cercanos. Así, construyeron decenas de presas y embalses y una red de canales de más de 30.000 kilómetros de recorrido. Primero desviaron un tercio del caudal, una cantidad que se fue aumentando progresivamente hasta niveles trágicos para el mar de Aral, que dejó de recibir el aporte de estos ríos.
Esto provocó que el agua comenzase a evaporarse y que los niveles de agua empezasen a caer en picado, dejando al descubierto un suelo salino en el que no se podía cultivar nada. El éxito económico obtenido debido a la plantación de algodón hizo que el Kremlin menospreciase inicialmente el problema, lo que pronto se demostró un error.
El clima también cambió debido a la desaparición del lago. En una zona ya de por sí castigada por la sequía, las temperaturas se tornaron aún más extremas al perder el efecto refrigerante –los valores medios han aumentado unos 2 grados centígrados desde 1968–. Las arenas salinizadas que quedaron al descubierto fueron arrastradas por el viento, transportándolas a las poblaciones y contaminando sus ambientes, hasta el punto de que el agua potable de las localidades cercanas adquirieron un alto grado de toxicidad, afectando directamente a la salud humana.
De hecho, según apuntan desde Aquae Fundación, en esa área aumentaron los casos de enfermedades como cáncer, bronquitis o hepatitis y aumentaron los casos de mortalidad infantil como consecuencia de la presencia de este polvo y estos metales pesados tóxicos.
Dos lagos
Dos décadas después, en los años 80, el lago se dividió en dos partes, de las cuales solo una consiguió ser salvada, la norte. En 2005 se construyó la presa de Kokaral, financiada por el Banco Mundial, lo cual ha permitido que todavía se conserve a día de hoy lo que se conoce como el Pequeño Mar de Aral. El mar de Aral Sur, por contra, prevén que termine secándose en los próximos años debido al abandono de las autoridades kazajas, a no ser que se tomen medidas inmediatas.
En cualquier caso, en el norte el agua que queda es tan salada que de las 30 especies de peces que vivían en el lago, hoy apenas quedan cuatro. En el sur, casi los únicos organismos pluricelulares que pueden sobrevivir allí son las artemias, unos crustáceos de apenas unos milímetros de longitud. Un desastre medioambiental sin precedentes que conviene recordar para que no se vuelva a repetir.