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gusano de fuego

Gusano de fuegoCreative Commons

Cómo son los gusanos de fuego, la especie que se multiplica por el Mediterráneo e inquieta por su toxicidad

Los pescadores son también los grandes damnificados, ya que estos seres se abalanzan sobre los peces, «se comen la cabeza y los destripan»

Una nueva especie invasora está propagándose rápidamente por el mar Mediterráneo. Actualmente, Italia es el país más afectado, pero en España, ya se ha detectado su presencia. Se trata del gusano de fuego (Hermodice carunculata), un gusano poliqueto marino de la familia Amphinomidae.

Este gusano recibe su nombre debido a la reacción que provoca al entrar en contacto con la piel humana. Sus cerdas urticantes liberan toxinas que pueden causar edemas, picazón e incluso fiebre. Por esta razón, al igual que las medusas, el gusano de fuego se ha convertido en uno de los principales temores de los bañistas este verano.

Se destacan por su colorido llamativo, con tonos que varían desde el rojo hasta el marrón y el verde, colores que actúan como advertencia de su peligrosidad. Su tamaño típico es de unos 15 centímetros, aunque pueden crecer y llegar a alcanzar hasta un metro. Son criaturas carnívoras que se alimentan de la pulpa de corales pétreos, corales blandos, anémonas y pequeños crustáceos.

Durante la época de celo, sus colores se intensifican aún más. Las hembras emiten un color fosforescente para atraer a los machos, quienes responden con destellos de luz. Este espectáculo visual es un atractivo para los buceadores, aunque se les aconseja no tocarlos debido a sus efectos urticantes.

El contacto con la piel produce una sensación de ardor similar al de una ortiga, y puede causar incluso entumecimiento de las extremidades, requiriendo en algunos casos tratamiento con cortisona.

Hace unos años, la presencia de estos animales en el Mediterráneo era poco común, pero su capacidad invasora ha ido en aumento debido al incremento de la temperatura del agua. Su hábitat original es el Canal de Suez, y son comunes en ambos lados del Atlántico y en el mar Rojo.

Estos animales son muy activos, moviéndose constantemente, excavando en el barro o la arena, y refugiándose bajo rocas, en arrecifes de coral o en praderas de posidonia. Su rango de profundidad varía desde los dos hasta los 1.390 metros, aunque suelen encontrarse con mayor frecuencia hasta los 40 metros. En cuanto a la temperatura, habitan en aguas que oscilan entre los 4,29 y los 27,53 °C.

Recientemente, las autoridades italianas han emitido alertas debido a la presencia masiva de estos animales en regiones como Sicilia, Calabria y Apulia. Además de ser una gran molestia para los veraneantes, que no pueden bañarse debido a su presencia, estos gusanos también representan una amenaza para la fauna de las reservas naturales marinas, incluidos los corales de Sicilia.

España también se ha visto afectada por esta invasión, en particular en el Atlántico, específicamente en Agaete (Gran Canaria). El verano pasado, se tuvo que izar la bandera roja debido a la presencia del gusano. Este evento no fue aislado, ya que la Red de Observación del Medio Marino en Canarias ha confirmado hasta 219 avistamientos en aguas del Atlántico, siendo el más reciente el 28 de marzo.

«Se comen la cabeza y lo destripan»

Los pescadores son otros de los grandes damnificados, y es que, según comentan esos, en el mismo momento en que los peces quedan atrapados en la red, los gusanos se abalanzan sobre ellos. «Se comen la cabeza, todo el cuerpo y lo destripan», explica a AFP Alfonso Barone, pescador en las costas de Sicilia, mientras recoge un besugo destrozado frente a la costa de Marzamemi, una localidad turístico en el sureste de la isla.

La presencia de gusanos de fuego no es nueva en el Mediterráneo, pero solían ser menos numerosos y solo se observaban en Sicilia durante el verano. «Con el cambio climático, las aguas se están calentando y se convierten en un hábitat ideal para estos gusanos, más numerosos de año en año y presentes durante todo el año», señala Barone, que pesca desde pequeño.

El pescado medio devorado no se puede vender porque los pescadores han reducido el tiempo de inmersión de las redes en el agua, lo que se traduce en una pesca menos abundante. Aún así, no se evitan totalmente los ataques de gusanos, marrones, verdes o rojos. «Solían comer alrededor del 30 % de la captura. Ahora, esta cifra ha aumentado al 70 %», lamenta el pescador.

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