La recuperación del lobo en Europa genera alegría, pero también preocupación por el aumento de sus ataques
En España llevamos varios años escuchando los efectos que el lobo provoca para los ganaderos de varias comunidades. En concreto, el año 2021 marcó un antes y un después, momento en el que el Gobierno incluye a este animal en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (Lespre), lo cual prohibía su caza en todo el país, incluyendo aquellas zonas al norte del río Duero –puesto que al sur no estaba permitido con anterioridad–.
Esta situación ha puesto en pie de guerra a las llamadas comunidades 'loberas' –Castilla y León, Galicia, Asturias y Cantabria–, que se han unido para pedir que se rebaje la protección del lobo y poder salvar su ganado de la muerte.
En el resto de Europa, la situación no dista de la nacional. Desde la protección de este animal salvaje a nivel comunitario debido a que los lobos grises estaban casi exterminados hace un siglo, el crecimiento de la población de depredadores despertó aullidos de protesta de agricultores y la preocupación de los ambientalistas. La alegría por la recuperación del estado del animal contrasta, por tanto, con el enfado de los trabajadores del campo.
En 2023 había manadas reproductoras de lobos grises en 23 países de la Unión Europea, con una población total de unos 20.300 animales, con lo que la especie llegó a tener contactos más frecuentes con humanos. No obstante, desde la Comisión Europea se abre ahora la puerta a relajar esta protección. Ursula von der Leyen tiene a los lobos en el punto de mira, aunque niega que sea porque perdiese el año pasado a su amada pony Dolly por un lobo que entró en la propiedad de su familia en el norte de Alemania.
Meses después del ataque, Von der Leyen advirtió que «la concentración de manadas de lobos en algunas regiones europeas se ha vuelto un peligro real, en especial para nuestros animales». Por ello, la Comisión Europea pidió a los países de la UE modificar el estatus de conservación de los lobos de «estrictamente protegido» a solamente «protegido». Este hecho permitiría reanudar la caza bajo regulaciones estrictas, algo a lo que se oponen los ecologistas.
Menos trabas para matar lobos
En Francia, otro país afectado por los ataques de los lobos, las autoridades quieren simplificar el procedimiento para sacrificarlos. El año pasado, el país galo tenía una población de 1.003 lobos, un 9 % menos que el año anterior debido a que en la actualidad está permitido matar ejemplares para proteger rebaños, aunque en condiciones muy específicas.
Esta apertura al control de la especie es la esperanza de los ganaderos, pero se encuentra con la oposición de ambientalistas y científicos. Luigi Boitani, profesor de zoología en la Universidad de Roma, afirmó a Afp que pensar que eliminar los lobos resuelve todo «es realmente un sueño que no funcionará». Sostuvo que el foco debería centrarse en la prevención de ataques con medidas como cercas eléctricas y perros de vigilancia y señaló que otros animales, como los jabalíes silvestres, venados y aves, pueden causar daños a una escala mayor que los lobos.
La cacería de lobos fue institucionalizada en el siglo IX, cuando el emperador germánico Carlomagno, llamado el Padre de Europa, estableció la louveterie, un cuerpo especial de cazadores encargados de erradicar animales dañinos para proteger a la gente y el ganado. La institución perdura en Francia, donde los actuales miembros de la louveterie son voluntarios.
«La relación cercana entre humanos y lobos data de mucho tiempo atrás, desde que nuestros actuales perros descendieron de una población de lobos. Esta es la forma más antigua de domesticación de animales», señalo Nicolas Lescureaux, estudioso de las relaciones entre humanos y animales en el centro de investigación científico francés CNRS. «El lobo es un depredador oportunista, y donde haya cría de animales en exteriores, habrá depredadores buscando atacar los rebaños», explicó Lescureux.