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Ilustración de la sonda Pioneer 10

Ilustración de la sonda Pioneer 10NASA

Ciencia

La sonda que cruza el universo desde hace 50 años para llevar un mensaje a los extraterrestres

La nave Pioneer 10 fue lanzada en 1972 y se calcula que llegará dentro de 1.690.000 años a una estrella en la constelación de Tauro

Perdido en algún lugar del cosmos, un extraño aparato parecido a una antena de radio vaga sin aparente rumbo a velocidades supersónicas en un viaje de ida que, tal vez, nunca llegue a completar.

Lanzada hace justo ahora 51 años, el 2 de marzo de 1972, la sonda Pioneer 10 de la NASA rompió barreras espaciales hasta entonces infranqueables. En 1973 se convirtió en el primer objeto creado por el hombre en rebasar el cinturón de asteroides, entre Marte y Júpiter. En 1976, cruzó la órbita de Saturno; en 1979, la de Urano; y en 1983, por último, la de Neptuno y Plutón, a partir de donde se adentró en territorio desconocido hacia los confines del Sistema Solar.

Conseguido su objetivo, la misión fue dada por concluida en marzo de 1997, si bien la sonda continuó enviando señales hasta principios de 2003, cuando se encontraba a 12.000 millones de kilómetros de la Tierra. Desde entonces, y aunque se sigue calculando su trayectoria, no se han tenido noticias de ella –a pesar de los intentos– en veinte años.

Pero el viaje de la Pioneer, que pesa 258 kilogramos y viaja a más de 40.000 kilómetros por hora por el espacio profundo, todavía no ha acabado. Más bien, de hecho, no ha hecho más que comenzar. Porque su verdadero destino, sin embargo, es uno muchísimo más remoto: la estrella Aldebarán, en la constelación de Tauro, adonde los científicos calculan que llegará, si nada lo impide, dentro de 1.690.000 años –sí, han leído bien–.

Mensaje a otras civilizaciones

Es por ello que, al lanzarla, en 1972, los ingenieros de la NASA incluyeron en una de sus partes una especie de «mensaje en una botella» dirigido a cualquier tipo de civilización extraterrestre que la pudiera encontrar en su viaje eterno. Al igual que ella, su hermana gemela, la Pioneer 11 (propulsada en 1973), porta también la misma 'correspondencia'.

El mensaje, que es lo que realmente hizo célebre a la sonda, consiste en una placa fabricada en aluminio anodizado en oro –debido a que este elemento tiene ciertas propiedades que hacen que se degrade mínimamente– dividida en dos representaciones gráficas.

La placa original de la Pioneer 10 fue diseñada por los astrofísicos Carl Sagan y Frank Drake

La placa original de la Pioneer 10 fue diseñada por los astrofísicos Carl Sagan y Frank Drake

A la derecha, una imagen de la sonda con el único fin de dar proporción a las dos figuras humanas dibujadas delante, una femenina y otra masculina.

A la izquierda, un haz de líneas que parten radialmente de un mismo punto que representa el planeta Tierra. Las líneas indican la dirección de los púlsares más significativos cercanos a nuestro sistema solar y en cada uno, en sistema de numeración binario, la secuencia de pulsos de cada uno. Este apartado constituye nuestro «domicilio» en el universo; una civilización técnicamente avanzada, con conocimiento de los púlsares. O, al menos, eso es lo que se intentó plasmar cuando se ideó, hace más de 50 años.

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