Igea, el 'pueblo jurásico' riojano que es referente mundial en huellas y huesos de hace millones de años
La presentación, el pasado sábado, del Riojavenatrix lacustris, un espinosaurio con hábitos piscívoros inédito en el mundo que medía 8 metros de largo, 2,5 de alto y pesaba 1,5 toneladas, escribe una nueva página en el formidable catálogo patrimonial de Igea (La Rioja). Desde los años 70 del pasado siglo, en los alrededores de esta pequeña localidad de apenas 650 habitantes llevan realizándose trabajos de estudio y rastreo que han revelado uno de los registros del Cretácico Inferior mejor conservados no ya de España, sino del mundo. Miles de fósiles e icnitas, restos de vegetales (coníferas, helechos, arborescentes…) y huesos de dinosaurios, todos ellos de hace unos 120 millones de años, que configuran uno de los mayores tesoros paleontológicos de nuestro país.
Pachi Sáez-Benito, igeano de 52 años, es uno de los mayores responsables de esta inmensa colección. Desde los años 80 se ha dedicado en cuerpo y alma a la búsqueda de estos restos. El germen, cuenta, se lo incubó Ángel Gracia y su esposa, Elena Torrijos. Gracia, maestro suyo en EGB y gran amante de las ciencias naturales, solía llevar a los alumnos a los montes de la zona en busca de fósiles y minerales como parte de sus tareas escolares. Fue así como, poco a poco, los chavales fueron formando y nutriendo un museo estudiantil con lo que iban encontrando. Con el tiempo, el lugar fue ganando notoriedad y participación de investigadores profesionales, y el pequeño repositorio se terminó convirtiendo en el actual Centro de Interpretación Paleontológica de La Rioja, situado en el ayuntamiento de Igea y cuyo director honorífico es Sáez-Benito.
Algunas de sus joyas de la corona son los restos óseos de seis dinosaurios terópodos y de Hypsilophodon foxii –un pequeño dinosaurio bípedo de apenas 1,5 metros de largo, 70 centímetros de alto y 50 kilos–, así como cuatro holotipos (ejemplar que ha servido para describir una especie en una publicación científica) únicos en el mundo: Dadoxylon riojense (una conífera predecesora de las actuales araucarias), Tempskya riojana (un helecho arborescente), Paraglauconia vierai (un gasterópodo) y Camerochelys vilanovai (una tortuga de agua dulce). A estos se suman ahora también los restos del R. lacustris, cuya primera pieza fue encontrada por el propio Sáez-Benito en 2005. «Pero prometemos seguir dando guerra con nuevos hallazgos en los próximos meses», avanza el joven que terminó deviniendo en paleontólogo en esta entrevista. Se vienen cositas, que diría la chavalería de hoy en día.
–¿Qué es lo que hace único a este nuevo dinosaurio?
–Tiene una serie de características anatómicas que lo diferencian del resto. El investigador principal, que es Erik Isasmendi, de la Universidad del País Vasco, hizo un estudio de los huesos de Riojavenatrix y sacó en conclusión que en el fémur y en el pubis tiene una serie de características anatómicas que no aparecen en otros espinosaurios del registro mundial.
–¿Cuándo se encuentran los primeros restos?
–En 2005. El primer resto que se encontró fue una falange del pie, y a raíz de ese descubrimiento se realizó una excavación en el yacimiento Virgen del Villar I en el que se recuperó el resto del material que ha servido para la descripción de esta especie, que es parte de la cintura pélvica, fémures, tibias, metatarso, falanges de los pies y una vértebra dorsal. Durante mucho tiempo se creyó que pertenecía a otro dinosaurio que se describió en Inglaterra, Baryonyx, pero ha sido este año cuando al revisarse se ha determinado que corresponde a un nuevo género y especie.
–Del esqueleto completo, ¿qué porcentaje se ha recuperado?
–No es mucho. Un 15 %, aproximadamente. A partir de un 35 o un 40 % se dice que un dinosaurio ya está bastante completo. Encontrar mucho de uno solo es una tarea harto complicada. Exceptuando algunos yacimientos espectaculares que hay en el mundo y donde han aparecido restos de animales completos o casi completos, en la inmensa mayoría de los lugares lo que aparecen son restos y no muy completos. En este caso, ha salido el material suficiente para poder compararlo con restos de otros espinosaurios, lo que ha sido clave a la hora de describir este nuevo género y especie.
–Es llamativo, sin embargo, que con tan poco material ya pueda reconstruirse un dinosaurio entero.
–Ten en cuenta que sabemos a ciencia cierta que estos huesos corresponden a un espinosaurio, y los espinosaurios tienen unas características muy concretas en cuanto a anatomía, forma del cráneo y brazos, y eso se repite en todos los espinosaurios del registro mundial. Además, tiene un parecido a Baryonyx, y como de ese aparecieron bastantes restos, tienes una base sobre la que montar las piezas del puzle de este animal.
–Aparte de este dinosaurio, ¿qué más se ha encontrado en Igea?
–Tenemos restos de seis espinosaurios, que es una auténtica barbaridad. Ahora mismo, el centro de Igea ya es un referente mundial en cuanto al estudio de estos animales. En unos meses se publicará otro estudio de un dinosaurio al que de momento llamamos 'Garras' (hasta que no le damos el nombre científico, le ponemos un apodo o nombre familiar). Y después de ese vendrá otro dinosaurio del que estamos recuperando muchísimo material y que tiene todos los visos de convertirse en una estrella de la paleontología mundial. También han aparecido restos de ornitópodos, de saurópodos, y restos de flora y fauna asociada.
–¿Qué es lo que ha permitido que los yacimientos de Igea se conserven mejor que otros?
–En aquella época, hace 120 millones de años, buena parte de lo que hoy es La Rioja estaba ocupada por una zona lagunar o en la que vivían otros peces, tiburones, tortugas, lagartos, cocodrilos...
La Rioja atesora en torno a unas 11.000 huellas de dinosaurio repartidas en 20 términos municipales. Realmente somos una referencia a nivel mundial en cuanto a eso, por cantidad y por calidad de conservación. Normalmente, cuando las huellas se fosilizan, necesitan unas condiciones adecuadas para la fosilización. Cuando un animal deja una huella en el barro (obligatoriamente tiene que ser un sedimento blando) no puede venir un agua con mucha velocidad cuando el sedimento todavía está blando o endureciéndose porque lo borraría. Nos interesa que el agua vaya poco a poco rellenando la huella y que vaya cayendo sedimento.
Hace 120 millones de años, lo que hoy es España era una isla
Eso para la huella. Pero por ejemplo, para fosilizarse los huesos, necesitamos todo lo contrario: que un animal que ha muerto se quede enterrado lo más rápidamente posible. Normalmente, cuando hay muchas huellas, no suele haber muchos restos óseos. Y, sin embargo, en Igea y en varios pueblos de alrededor se han dado unas condiciones un poco particulares. Como en este lugar estaba el lago, los animales que morían eran transportados hasta su interior y después se sumergían y quedaban enterrados y tapados por sedimentos lagunares. Es decir, los propios sedimentos que llevaba el lago automáticamente los iban cubriendo y taponando. Hemos tenido la gran suerte de que se den las condiciones para que se fosilicen tanto huellas como huesos.
–¿Cómo era esa zona lagunar de hace 120 millones de años?
–Era una zona deltaica, es decir, próxima al mar. De hecho, hay momentos en los que hay influencia de aguas saladas y el agua, en lugar de ser dulce, se vuelve salobre. En aquel entonces, lo que hoy es España era una isla separada del resto del continente. Y el continente europeo tampoco era tal, sino un conjunto de islas. España estaba cerca de donde están ahora las Islas Canarias, y el clima era subtropical. La configuración geográfica global también era completamente distinta: África todavía estaba unida a América del Sur y a Asia.