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José Luis Balbín, en un programa de 'La Clave'

José Luis Balbín, en un programa de La claveRTVE

¿Sería hoy viable un programa como 'La clave'?

El espacio de José Luis Balbín fue un pilar de la transición. La muerte del presentador ha despertado una oleada de nostalgia y una reivindicación del histórico espacio de debate

Balbín ha muerto y con él un estilo de hacer televisión que, en su adiós, es añorado y reivindicado.

Ha habido centenares de comentarios elogiosos, y aquí nos hacemos eco de algunos de ellos a modo de sentir general. «El programa que cambió España. Somos lo que nos educó este programa. Hagan un ejercicio de comparación con el tono de las tertulias en el presente e iremos adivinando nuestro futuro», escribió en su cuenta de Twitter el historiador Emilio Grandío. «Una época de la TV con debates sosegados», elogió el actor Víctor Clavijo. «Todos los líderes políticos de la transición y supervivientes del franquismo, pensadores y personajes de nivel pudieron debatir en libertad en programas memorables», escribió en El Debate uno de los invitados de Balbín, Fernando Ramos.

Hay consenso, por tanto, en que fue un programa ejemplar de una tele que ya no existe. ¿Pero sería hoy viable un programa como La clave? Primero resumamos sus características. Estamos hablando de un espacio emitido en la cadena pública en el que, tras la emisión de una gran película, una serie de documentados invitados tomaban la palabra para debatir sobre el asunto que el título del programa, y el largometraje en cuestión, habían puesto sobre la mesa. Lo hacían sin gritos, sin sobreactuaciones, sin interrupciones. No, no es que fueran debates de guante blanco aquellos: había discrepancias, sí, pero siempre con la educación y las ideas por delante. Con esos elementos, Balbín puso rostro a un espacio de debate, el primero que existió en la televisión española, que llegó a reunir a 16 millones de espectadores y a competir con Un, dos, tres, que se emitía en la primera cadena al tiempo que los intelectuales charlaban en la segunda.

Sin gritos

Volvamos a la pregunta anterior: ¿sería hoy viable un programa como La clave? Encontrar una película adaptada a un tema en concreto sería hoy, dada la amplitud de la oferta y la facilidad para acceder a ella, mucho más sencillo que antaño, cuando el magnífico Carlos Pumares solucionaba el asunto tirando de memoria y conocimiento. Pero articular un debate similar sería sencillamente imposible: el nivel de aquellos invitados, tanto de los intelectuales como de los políticos, era estratosférico. No se sentaban a la vera de Balbín tertulianos a lo Mortadelo, de esos que lo mismo te hablan un día de un volcán y al siguiente sientan cátedra sobre la viruela del mono. Iban expertos. A ser escuchados y también a escuchar: «Yo creo que la gente no se gritaba porque nosotros no incitábamos a ello», reflexionó el presentador de La clave en 2013 en una entrevista en la Cadena Ser. «Hoy la costumbre es al revés: que se grite mucho. Hoy salen unos señores a insultarse entre sí, a ofenderse…», añadió. Además, y esto no es cuestión baladí sino fundamental, el programa era escrupuloso a la hora de que las opiniones fuesen variadas: presumía Balbín de que su programa la hacían personas de diferentes tendencias políticas y que eso se acababa reflejando también en el propio plató, que recibía a invitados de todas las sensibilidades.

Como en 1936

Párrafo aparte merece otra cuestión que haría inviable hoy un programa como aquel incluso fuera de la televisión pública. «La mayor parte de la gente estaba a favor de todo lo que nosotros hiciéramos. Pero ahora que ya han vuelto a sus cauces los diferentes partidos realmente cada uno vuelve a lo mismo (…) Uno quiere cargarse a los otros, y eso cansa mucho. Estoy muy mayor para eso», contó Balbín a Sergio Rochera Miravet, autor de la tesis doctoral titulada Aprender a discrepar. 'La clave', el debate televisivo y la formación de una cultura política democrática en España (1976-1985). Se lo dijo en una entrevista que pueden ver en este enlace.

«Todos están muy pesados, muy cansados, Me canso de hablar con un partido y con otro, con algunos amigos míos. Y dicen: 'Ahora ya no se podría hacer eso'. ¿Por qué no se puede? Pues porque no, porque la gente ya no transige. Han vuelto a empezar. Y yo digo: ‘¿Estáis otra vez como el 36?’ '¿Estáis empezando otra vez?' '¿No os parece muy cansado volver a empezar?' Y yo creo que se vuelve un poco a empezar. Y yo a algún amigo le he dicho: 'Me temo que podemos volver a empezar'. Y todo el mundo se ríe de mí: 'No, ahora es imposible, ahora hay otra cosa'. 'Los militares ya no mandan lo que mandaban'. Y yo: 'Me temo que se puede volver a empezar'. Y, bueno, espero equivocarme», reflexionaba el presentador del mítico programa.

El ejemplo reciente

Más allá de teorizaciones y opiniones, la prueba más práctica y reciente de que un programa como La clave sería inviable en la actual RTVE es el reciente fracaso de Las claves del siglo XXI en la primera cadena de RTVE. El programa de Javier Ruiz quiso copiar el título del de Balbín, pero el maestro asturiano –que es propietario de la marca– respondió que bajo ningún concepto. Fue, visto lo visto, una decisión certera.

Las claves del siglo XXI se estrenó los viernes en horario prime time, pero ahí acabaron las similitudes con el histórico programa. Y no estamos hablando de audiencias, que se han achicado de forma millonaria con los años (en el caso de Javier Ruiz han sido unos números espantosos). Hablamos de lo que denunció Balbín en la antes citada entrevista radiofónica sobre las tertulias actuales: «Cuando empieza el programa uno ya sabe lo que piensa cada uno de ellos, que siempre es lo mismo. Me aburro muchísimo y me da mucha pena». Y es que en el caso de Las claves del siglo XXI los invitados siempre cojean del mismo pie ideológico: «La cuota de pantalla de Las claves del siglo XXI es inversamente proporcional a otra cuota: la del porcentaje de invitados progresistas que acuden al programa», escribió Jorge Aznal en El Debate. El exministro Eduardo Serra llegó a abandonar el plató en protesta por la parcialidad del espacio: «Esto es un linchamiento contra el PP». No se recuerda caso semejante en los 408 programas de La clave.

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