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Chicote discute con Chema

Chicote discute con ChemaLa Sexta

Pesadilla en la cocina

Chicote a la brasa: quemado con los insultos de un empresario

«Igual esta pesadilla acaba antes de empezar», reaccionó el chef ante la hostilidad de Chema, propietario de cinco locales

Chicote se fue a Puertollano (Ciudad Real), una ciudad de pasado minero. Bajó literalmente a la mina –a un museo minero, en concreto– pero lo más duro fue lidiar con Chema, un empresario propietario de cinco locales. Lo insultó y lo mandó a cierto sitio, pero el chef aguantó el tipo y consiguió su objetivo, si bien éste no fue el inicial.

La acción empieza al calor de Leña y Carbón, un restaurante que trabaja básicamente la cocina a la brasa. La joya de la corona. El que da más ingresos pero cada vez menos (antes, 1.200-1.300 euros diarios; cuando acude Chicote, 500-600). «Como el Leña decaiga, pues tengo que cerrar todo», reflexiona Chema.

¿Qué es lo que va mal en el negocio? «El principal problema que veo yo es el personal. No encuentro personal cualificado», lamenta el empresario. Entre el personal cualificado cuenta a Paco, el encargado, su ojito derecho. Pero las camareras –que se instituye son el personal sin cualificación– no piensan así: «La verdad es que Paco como encargao es un hijop…, hablando en plata. Es lo más bonito que puedo decir», sentencia Elena, que es una de las que van a las mesas pero, en ocasiones, también es enviada a la cocina, tarea para lo que no está cualificada. «Aprendí hace dos meses que el microondas tenía un botón de encendido y acabado», confiesa la mujer. Ana, la otra camarera, detecta también otro problema: «Chema se pasa el servicio bebiendo vino». El dueño busca en los sorbitos de tinto un efecto calmante.

Quemado con los insultos

Chicote se sienta a la mesa, y pide. Se produce algo asombroso, nada habitual en sus visitas. La comida tiene defectillos, pero en general está rica, aunque tarde en servirse. El pollo le gusta, pero una camarera le advierte que «en crudo» huele que apesta. Se lo acaba diciendo a Chema. «Si creo que alguna está mala, cojo y la tiro a la basura. Me suda la po…», se enfrenta al chef.

Chema: Es que me parece ridículo que vayas a pillarme, cuando es el mismo pollo. No intentes buscarme las vueltas, Alberto.

Chicote: Por una vez no iba mal lo de la comida… Hasta lo del pollo. Está soso. Está bueno.

Chema: Si crees que cometemos algún error coherente, me lo dices, pero no me digas gilipolleces.

El dueño se va airado. La pelea sigue en la cocina, donde los comentarios de Chicote van enfadando al empresario, que se descontrola:

Chema: Anda que te den por cu…

Chicote: ¿Me has mandado a tomar por cu…?

Chema: Sí. ¿Quiere que te lo diga más claro? ¡Vete a tomar por cu…!

Chicote niega la mano

Vuelve el chef para seguir un servicio. Chema se disculpa. Tiende la mano. Pero Chicote se la niega. Quiere ver antes si ese cambio de actitud es real, si el empresario no va a volver a estallar. Lo hace. Tras un comentario de un cliente, se descontrola y rompe un plato de un puñetazo.

Los clientes se van. Chicote se lleva las manos a la cabeza. Y plantea ir a visitar el peor negocio (desde el punto de vista de la recaudación) de los cinco que regenta Chema. Así que se van a El Calamar.

Giro de guion

Chicote cruza las puertas de El Calamar y se queda pasmado. Las camareras son las mismas que las del Leña y Carbón. El encargado, también. Y es que Chema va rotando sus empleados entre sus negocios. La cocina es más grande que la del negocio principal, pero tiene sus cosillas: como el pis de rata que dejó sucio el techo y nadie se ha preocupado de eliminar.

El empresario confiesa que tiene entre 50.000 y 60.000 euros de deuda. Se le ocurre entonces al chef una solución: salvar el negocio que va peor de los cinco que tiene el chef, de este modo se evitará que las pérdidas de El Calamar mengüen los beneficios de Leña y Carbón.

Redención final

Chema acepta. Llegan después momentos que redimen al hasta entonces airado propietario. Elena confiesa que en ocasiones tiene problemas con el alcohol, y que hasta en tres ocasiones no fue a trabajar por la reseca. En otros negocios la echaron. Chema se lo ha perdonado tres veces: «Tiene un fondo que te cagas», acaba admitiendo Elena.

Todos deciden arrimar el hombro, Chema cambia de actitud y el renovado El Calamar se gana a los clientes en el servicio inaugural. Chicote se marcha feliz: «Descubro una persona que no vi en los primeros días y eso me hace sentir lo mejor. Le deseo lo mejor», acaba diciendo del empresario que primero lo quemó a insultos.

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