Crítica de cine
'Hate Songs': interesante cóctel de radio, genocidio y perdón
Pone el foco en una realidad histórica ya olvidada en Occidente para sacar a la luz eternas cuestiones antropológicas
El director barcelonés Alejo Levis se aleja de lo que se suele esperar de un cineasta español y decide contar una historia íntima enmarcada en el genocidio de Ruanda de 1994 y sus consecuencias. La película arranca en la actualidad, cuando Stephanie (Nansi Nsue) y Ncuti (Boré Buika), que son dos actores ruandeses, han sido seleccionados para realizar una ficción radiofónica de reconciliación promovida por el Gobierno. Lo noticioso del asunto es que esa ficción se va a realizar en directo desde la RTLM (Radio Televisión Libre de las Mil Colinas), la radio hutu que en 1994 más contribuyó a sembrar el odio hacia los tutsis, e incluso hacia los hutus moderados.
El técnico encargado de dirigir los ensayos y la posterior emisión en directo es Simon (Alex Brendemühl). Todo va bien, parece correcto y bienintencionado hasta que Stephanie empieza a sentirse incómoda, no solo con el guion, sino con su compañero de reparto. Lo que se prometía como un sencillo camino de rosas se va a transformar en un auténtico descenso a los infiernos.
Alejo Levis busca en esta pequeña película contar una historia íntima y personal que le permita hablar de grandes cuestiones como la guerra, el odio, el perdón y hasta dónde es capaz de llegar el ser humano por el camino del mal y también por el del bien. La película va haciendo giros de guion en espiral que nos van a llevar al centro del dolor y a la raíz del sufrimiento de Stephanie; giros de guion que van sacando a la luz el pasado, no solo de la protagonista, sino de los tres personajes. Se quiera o no, la cinta es un homenaje a la radio, una radio que se puede poner al servicio del mal, como ocurrió con RTLM, pero que incluso en ese caso, muestra todo su poder comunicativo y su fuerza en la opinión pública. Hate Songs atraviesa el horror de aquel siniestro genocidio para abrir al final una puerta a la esperanza, una esperanza que se debe más a las personas que a los sistemas, a los corazones que a los programas políticos.
A pesar de lo limitado del escenario –un estudio de radio- Levis hace gala de gran creatividad visual, a la que contribuye sin duda su experiencia como dramaturgo, montador, publicista y documentalista. El trío actoral funciona brillantemente, con una enorme Nansi Nsue en el centro. A esta maravillosa actriz de origen guineano la pudimos disfrutar la semana pasada, sin ir más lejos, en la última cinta de Benito Zambrano, El salto. En resumen, la película no pone sobre la mesa ningún debate moral novedoso, pero pone el foco en una realidad histórica ya olvidada en occidente, para sacar a la luz eternas cuestiones antropológicas que ahora vivimos en el Este de Europa, en Oriente Medio, y en tantos otros lugares.