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16 de septiembre de 2024

Fotograma de 'Iddu'

Fotograma de 'Iddu'

Cine

Lluvia, viento y poco mérito en la novena jornada del Festival de Venecia

Lo más salvable de esta jornada fue el primer film de Singapur entrado en concurso en el Lido 'Mo shi lu'

La novena jornada del 81º Festival Internacional de Cine de Venecia sirvió sobre todo para seguirle la pista a jóvenes directores a su segunda o tercera obra y ver si han mantenido las promesas que despertaban sus películas anteriores.

No es este el caso de April, segundo largometraje de ficción de la georgiana Dea Kulumbegashvili, que cuenta una historia deshilachada de una obstétrica que durante un parto provoca inadvertidamente la muerte de un bebé.

Y menos aún de Iddu de los italianos Fabio Grassadonia y Antonio Piazza que evoca los increíbles 30 años de prófugo que tuvo un potente mafioso que contó con la copertura de las más altas esferas políticas, policiales, judiciales y de la misma ciudadanía.

Lo más salvable de esta jornada sin sol, con lluvia y casi sin mérito fue el primer film de Singapur entrado en concurso en el Lido: Mo shi lu (Stranger Eyes) de Siew-Hua Yeo, sobre la omnipresencia de las videocámaras en la vida cotidiana de las grandes ciudades, que resuelven crímenes pero violan privacidad.

Empezando por lo mejor, recordemos que Yeo se había hecho notar con su segundo largometraje, A Land Imagined , que ganara el Leopardo de Oro en 2018 mientras este su cuarto filme cuenta la historia de un joven padre que, tras la desaparición de su hija de pocos meses y ante la ineficacia de la policía, decide por su cuenta descubrir al culpable pero en su búsqueda se encontrará más que nada a sí mismo.

Protagonizado por un astro del cine asiático, Wu Chen-Ho, y por el inolvidable actor fetiche de Tsai Ming-Liang, Wu Chien-ho, el filme poco a poco va dejando de interesarse en el clima policial del principio para concentrarse en la denuncia de una sociedad cada vez más controlada por la policía, a través de una multitud de videocámaras esparcidas por doquier, con la colaboración de los mismos ciudadanos que viven espiando a sus vecinos gracias a celulares cada vez más potentes y sofisticados.

Dasatskisi

Dasatskisi

La georgiana Dea Kulumbegashvili saltó rápidamente a la fama en 2020 cuando su ópera prima, Dasatskisi (Beginning), se alzó en el festival de San Sebastián no solo con la Concha de Oro al mejor filme sino también los de plata a la mejor dirección y mejor actriz para Sukhitashvilli y el del jurado para el mejor guion original.

La misma Sukhitashvilli es la protagonista del filme en el papel de una obstétrica, acusada de haber causado la muerte de un neonato al no haber practicado una cesárea. Ya criticada por las autoridades por su actividad, totalmente ilegal, de practicar abortos en mujeres que no pueden permitirse viajar al extranjero, la obstétrica será despedida del trabajo, incluso tras haber demostrado su inocencia.

La directora exaspera los estilemas de su ópera prima, acumulando secuencias inútiles y escenas innecesariamente prolongadas o de extraño tinte simbólico, que sobrecargan la ya exagerada duración de dos horas y cuarto, diluyendo así su pretendida crítica a la intolerancia religiosa y la violencia patriarcal aún imperantes en su país.

Italia tiene un largo historial de películas que describen y denuncian a la mafia como causante del atraso que sufre Sicilia con respecto a las demás regiones europeas, con obras maestras como las firmadas por un Francesco Rosi, pero Iddu se inscribe más bien en ese género más convencional que es el «cine de mafia».

Escrito por los mismos directores, que ya habían dirigido un filme encomiable como Sicilian Ghost Story, sobre el hijo de un colaborador de la justicia que fue secuestrado, mantenido en prisión durante dos años y luego disuelto en el ácido para convencer al padre que desistiera de delatar a la delincuencia organizada, el filme rememora esa permitida clandestinidad del super boss de Cosa Nostra, Matteo Messina Denaro, que fue arrestado solo cuando ya sufría el último estadio de un cáncer terminal que lo llevaría a la tumba pocos meses después.

Interpretado por dos de los principales actores italianos, Elio Germano como Messina y Toni Servillo como un ex mafioso colaborador de la justicia, el filme adolece de diálogos literarios y redundantes y de un ritmo demasiado pausado que restan su interés, aún dentro del subgénero al que pretende pertenecer.

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