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Viggo Mortensen, en la Fiesta del Cine de Roma

Viggo Mortensen, en la Fiesta del Cine de RomaGTRES

Cine

Viggo Mortensen y su wéstern 'Hasta el fin del mundo' se dan un homenaje en la Fiesta del Cine de Roma

El festival rinde homenaje al actor y director

El actor, productor, director, guionista y compositor Viggo Mortensen recibe este viernes un homenaje a la carrera con la proyección de su segunda película como realizador, Hasta el fin del mundo, estrenada el año pasado en el festival de Toronto, a la que seguirá mañana una clase magistral.

Al revés que en su debut en la dirección en 2020, Falling, que adolecía de todos los defectos de un principiante, incluidos una pobre dirección de actores y un guion aproximativo, Hasta el fin del mundo es un logrado intento de renovar un género que está pasando por un momento de hibernación, gracias a un guion sólido que sabe esquivar los lugares comunes del western, un montaje imaginativo y una música sugestiva del mismo Mortensen.

Estamos en época de guerra civil pero en este perdido pueblito de frontera de los Estados Unidos los ecos bélicos están apagados por la lejanía de la batalla pero están en plena efervescencia los brotes de un capitalismo incipiente, con la concentración de poderes y la complicidad mutua de las clases dominantes.

El comienzo del filme es una carnicería a sangre fría del hijo del potente del lugar que no tarda en encontrar un culpable expiatorio para salvar a su violento heredero, lo que provoca la renuncia al cargo de sheriff de un veterano danés de la guerra civil que acaba de enviudar (Viggo Mortensen).

De ahí en adelante, el film avanza narrativamente en paralelo entre los prolegómenos del relato y la fuga del ahora exshériff con su hijo de pocos años en busca del fin del mundo, que por aquellos años los emigrantes identificaban con la costa oeste de los Estados Unidos y la inmensidad del océano Pacífico.

Temas como la injusticia social, la fragilidad de las mujeres en una sociedad machista, el crisol de razas y hasta enfermedades venéreas (una absoluta novedad en el western) son tratados delicadamente por Mortensen que deja amplio espacio de lucimiento al iluminador danés Marcel Zyskind, que ya había colaborado con él en Falling, y que saca espléndido partido de los paisajes inéditos desparramados entre Durango y la Columbia Británica.

Con este filme podemos saludar a un nuevo realizador que cuenta ya con el arsenal técnico y narrativo capaz de sorprendernos con su originalidad.

La tercera jornada de la Fiesta, que prácticamente cierra la temporada europea de festivales de cine que se reanudará a finales de enero con el de Rotterdam, fue compartida con otra originalidad: la de un filme, Jazzy, de Morrisa Maltz, todo centrado en dos amigas de la infancia, de los 6 a los 12 años, interpretadas en fases sucesivas por las mismas intérpretes, Jasmine Bearkiller Shangreaux y Syriah Fool Head Means, y ambientado en esos pueblos de Dakota del Sur donde los inmigrantes europeos han aprendido a convivir con las comunidades originarias del lugar, entre ellas la de los Oglala Lakota, que han logrado instalar su idioma en el inglés oficial.

Los adultos aparecen solo como sombras, siluetas o voces y toda la narración está a cargo de las dos niñas que, en etapas sucesivas de la narración, se pelean, se reconcilian, vuelven a pelearse y a amigarse pero siempre manteniendo intacta la amistad que se concluirá con la pubertad y la partida de una de ellas.

Este es el segundo largometraje de ficción de la norteamericana Morrisa Maltz, que además es artista plástica, pero que aquí no ha estorbado en la narración, puramente dedicada a dar una mirada comprensiva y al mismo tiempo distante de dos niñas al inicio de su vida en sociedad. Y si para eso hay que transigir con la nimiedad y puerilidad de los diálogos, este es el justo precio a pagar para poder asistir en toma directa a los secretos de la infancia.

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