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Roca Rey cita en Las Ventas

Roca Rey cita en Las VentasEFE

Feria de San Isidro

Roca Rey salva la tarde del fracaso en un alarde de autoridad

El peruano protagonizó los mejores momentos de una corrida que comenzó con el recuerdo a El Litri

La valiente y meritoria faena que el peruano Roca Rey le hizo al sexto toro de Victoriano del Río, aun sin premio por no rematarla bien con los aceros, salvó hoy en Madrid una tarde de expectación pero abocada al fracaso por el fuerte viento que condicionó casi todas las lidias.

Hasta que Roca salió con decisión a ganarle terreno a la verónica a ese serio sexto, el festejo había transcurrido de manera anodina, con pocos detalles con que contentar al festivo público que, como en todos los días con figuras en el cartel, llena los tendidos de Las Ventas con ganas de entusiasmarse a toda costa.

Por eso esos lances asentados del peruano se tomaron con la última esperanza después de dos horas de escasas emociones, tanto por el desrazado juego de algunos toros como por lo que el viento impidió sacar a los toreros de varios que apuntaron una gran calidad y entrega en sus embestidas.

Roca Rey, rodillas en tierra, para animar a los tendidos

Roca Rey, rodillas en tierra, para animar a los tendidosEFE

Pero con la noche casi cayendo sobre Las Ventas, Roca echó las dos rodillas en tierra para abrir el trasteo de muleta con un escalofriante péndulo por la espalda, antes de cambiar al toro a los terrenos del 7 para desengañarle de la querencia que apuntaba.

Fue allí, algo más refugiado del viento que también entonces molestó, donde el torero limeño hizo todo un alarde de autoridad y de firmeza, fajándose muy en corto ante los buidos pitones de Cóndor para sacarle muletazos a puro pulso, lentos y mandones, resueltos en cada tanda con efectistas y tremendistas pases por la espalda o circulares muy redondeados, en los que exprimió la nobleza de un animal a menos.

La plaza rugió, literalmente, al final de cada serie, deseosa de hacerlo desde que se rompió el minuto de silencio que se guardó en memoria de Litri, pero de manera tan súbita como luego se desinfló tras una media estocada que no tuvo por qué desmerecer el trofeo que ni siquiera se pidió, como si el subidón colectivo necesitara de un ritmo frenético de euforia sin interrupciones.

Antes, Roca había tenido que desistir pronto de intentar sacar el mucho partido que prometía el primero de su lote, impedido por el fuerte viento que convertía en un rebuño de tela lo que se necesitaba que fuera un objeto de presición.

Confirmación de Fernando Adrián

Confirmación de Fernando AdriánEFE

Con mucha determinación se vio también a Fernando Adrián en la tarde de su confirmación de alternativa, en la que le cupo en suerte un primer toro que pedía más suavidad en el trato que la que aplicó el madrileño, siempre valiente y con las zapatillas aferradas a la arena, pero también atacando de más al de Victoriano, probablemente por el lógico exceso de celo del que viene a por todas.

Ya con el quinto, su trasteo transcurrió entre un es y no es, tanto por parte del toro como del torero, mientras que José María Manzanares estuvo demasiado tenso, y molesto con el aire, ante su buen y claro primero, y le hizo todo al revés, por brusquedad, violencia y falta de asiento, a un engatillado cuarto que siempre descolgó esperando que le enseñaran el camino.

Ficha del festejo

Duodécimo festejo de la feria de San Isidro, con lleno de «no hay billetes».

Seis toros de Victoriano del Río, con seriedad en general pero de muy distintos tipos y hechuras, así como de encornaduras. La corrida manseó en los primeros tercios y dio un juego muy desigual en la muleta, con algunos toros que siguieron manseando y otros que, a pesar de la dificultad del viento, dejaron atisbar su entrega y su calidad.

José María Manzanares, de añil y oro: dos pinchazos y estocada (silencio tras aviso); estocada (silencio).

Fernando Adrián, de grana y oro, que confirmaba la alternativa: estocada baja (ovación tras aviso); estocada desprendida (silencio).

Roca Rey, de añil y oro: estocada chalequera (silencio); media estocada delantera y tres descabellos (ovación tras dos avisos).
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