José Tomás se queda sin toros para remontar una tarde decepcionante en Jaén
El de Galapagar cortó dos orejas que supieron a poco y que premiaron, eso sí, una actuación muy por encima de la condición de los toros
Los únicos cuatro toros con que se anunció hoy en Jaén se quedaron cortos para que José Tomás acabara de remontar la decepción generada en la lidia de los tres primeros, en los que el esperado «acontecimiento» taurino que siempre prometen sus escasas apariciones no llegó nunca a producirse.
Aun así, el de Galapagar cortó dos orejas –la primera de ellas protestada– que también supieron a poco y que premiaron, eso sí, una actuación muy por encima de la condición de esos cuatro ejemplares, todos de un justo trapío y con un escaso fondo de raza que fueron los principales culpables de la decepción que se llevó el masivo público.
Con Jaén y alrededores invadidos por los miles de aficionados que acudieron a la cita de la vuelta a los ruedos del torero, y bajo el azote de un calor africano, José Tomás hizo el paseíllo al frente de las cuadrillas entre fuertes ovaciones que ponían en evidencia la enorme expectación de la tarde.
Solo que, a medida que fueron saliendo al ruedo los tres primeros ejemplares, los ánimos del tendido fueron decayendo hasta la decepción, en tanto que José Tomás no lograba generar mayores emociones.
El primero fue un burraco de Victoriano del Río que marcó ya desde su salida una acusada querencia a tablas, lo que obligó al madrileño a usar su técnica para, al menos, intentar sujetar al astado en los medios.
Conseguido el objetivo, José Tomás le ligó cuatro tandas de muletazos intentando alargar, con poco éxito, unas cortas y protestantes arrancadas, antes de cortar la faena sin mayores contemplaciones.
El segundo fue un toro de la nueva divisa de Álvaro Núñez de raras y poco armónicas hechuras, o descompensadas, pues a todas luces mostraba un endeble cuarto trasero que le restó empuje y le hizo defenderse punteando y sacando los pitones por encima del palillo de un José Tomás paciente pero poco concreto.
Con la tarde ya metida en la vía de la desilusión, el segundo toro de Victoriano del Río, alto y montado, no le dejó lucirse más que en unas arrebujadas gaoneras antes de un trasteo de muleta de altos y bajos, con el animal muy anclado en la arena, reservando unas acometidas de cierta clase y recorrido.
Sin irse nunca de la cara, ya en el esfuerzo de levantar la corrida, José Tomás, con la montera calada, las fue sacando de una en una, casi arrancándoselas, gracias a unos cites comprometidos y a la suavidad de sus muñecas, pero sin llegar a compactar una larga faena en la que apuró más de la cuenta al animal.
Aun así, se pidió sin mucha fuerza una oreja que el presidente concedió, pero que fue protestada en la misma medida por otra gran parte del tendido. Y José Tomás, que siempre le dio poca importancia a los trofeos, optó por renunciar a ella y a dejarla sobre la arena.
Fue así como la esperanza quedaba para el cuarto, de la últimamente denostada divisa de Juan Pedro Domecq, que fue un toro zancudo y cerrado de pitones que al menos mostró una movilidad que no mermó el simple refilonazo de la puya y en un quite muy mexicano en el que el de Galapagar mezcló caleserinas y saltilleras.
Consciente de que era la última bala en la recámara, se plantó directamente en los medios para apurar en muletazos intensos, pero sin gran hilazón, la embestida de más entrega de la tarde, la más dúctil, y mejor por el pitón izquierdo que por el derecho.
Fue, por tanto, en el toreo al natural, intenso, templado y de gran ajuste, por donde llegaron los mejores momentos y los únicos a la altura de la expectación, aunque con cierta inseguridad y sin la contundencia que da a los toreros el actuar en público de manera más continuada.
Muerto ese cuarto y después de pasear su oreja por el abarrotado recinto, José Tomás hizo caso omiso a las voces que le pedían que regalara el sobrero, ese toro de más, o de menos, con el que público esperaba que el ídolo terminara de remontar una tarde aplanada por el calor y la decepción.
Ficha del festejo
José Tomás, de tabaco negro y oro, como único espada: pinchazo, estocada trasera contraria y cuatro descabellos (silencio); pinchazo y estocada trasera desprendida (silencio); estocada trasera (oreja protestada que rechaza); estocada trasera atravesada (oreja).
Plaza de toros de Jaén, con cartel de «no hay billetes» -10.500 espectadores- en tarde de intenso calor.