El Rey Felipe eleva la cultura sobre la guerra: «El gran fracaso de la Humanidad»

Tiene que haber en el Rey una mezcla de nostalgia y orgullo en esta premiación a la que dio nombre él, con su título de heredero, y ahora lleva el de su hija, la futura reina. Más allá de los premios y su justicia, casi dos conceptos antitéticos, hay en la ceremonia, en el protocolo y el pueblo y los gaiteros un ámbito emocional donde no se mueven bien los políticos de turno, casi ridículos, anónimos, bajo el halo real y familiar.

La llegada de los premiados se corresponde con el honor bajo el sonido de las trompetas y ante el color de sus banderas. Habló el presidente cesante de la Fundación Princesa de Asturias, Luis Fernández-Vega, dirigiéndose a la princesa Leonor, de la esperanza y del futuro, para citar a Ulises: «Lo mejor está en el camino y no en el destino». Sin demora intervino el dramaturgo Juan Mayorga, premio de las Letras, quién habló de ellas, de cómo lo forman todo, la felicidad, la tristeza, el daño, el amor.

La metáfora del niño que se pregunta por qué las nubes siempre se chocan con las montañas y que lo primero que vio fue a Doña Rosita, la Soltera, de Lorca, mientras empezaba a saber que toda la vida es sueño, quizá al revés de cómo vio la vida siempre el periodista de la Gazeta Wyborcza, Adam Michnik, premio de Comunicación y Humanidades, preso de la Polonia comunista, quién se refirió a Putin, «que no es Rusia», y a su mezcla de bolchevismo y fascismo que desprecian la misericordia y la tradición cristiana. Citó el Quijote para terminar, que dio paso a la entrega de algunos de los diplomas.

Carmen Linares cantó a Juan Ramón Jiménez muy jondo en Oviedo mientras María Pagés le bailaba. El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, premio de Ciencias Sociales, habló de la conquista de Hernán Cortés y los mexicas sobre Tenochtitlán y de la conquista ideológica liderada por la Iglesia, de 1821 y del México independiente. Del reconocimiento de ambos países, como tales, después.

El futuro promisorio que se alejó del beligerante López Obrador en su regreso a las hostilidades de la vieja capital azteca, como regresó Ellen McArthur, premio de Cooperación Internacional, a Elcano y su primera circunnavegación y a la suya propia. Era la metáfora del círculo para regenerar los sistemas de la naturaleza. La lucha contra el plástico, los síntomas y las causas.

Hasta que llegó el turno de la Princesa de Asturias, que habló de la armonía y la esencia, para empezar, de Carmen y María, para resaltar la importancia de todos los premiados. El entusiasmo por conocer y la capacidad de esfuerzo para los jóvenes que representa reconocer la excelencia.

Las historias de esfuerzo y de ilusión, a las que se refirió el Rey, de quienes iluminan estos premios, como el alma de los asturianos. La cultura y la gratitud, la solidaridad, la concordia, el amor, la libertad, la defensa de los derechos humanos que representan los premios. La sonrisa de María y de Carmen al oír sus nombres por boca del Rey al que han visto crecer como príncipe.

Para todos los premiados tuvo palabras Felipe VI. También para la conciencia de la realidad que provoca desánimo, y para la guerra que trae la sombra de otros tiempos, el gran fracaso de la Humanidad, la cultura como víctima del conflicto y la afirmación de que la guerra nunca podrá destruirla.