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Eva García Sáenz de Urturi en Venecia

Eva García Sáenz de Urturi en VeneciaSole Hafner

Entrevista con Eva García Sáenz de Urturi

«Exploro la redención, su imposibilidad y la falta de libertad al tomar decisiones vitales»

La ganadora del Premio Planeta 2020 regresa con El ángel de la ciudad en una Venecia repleta de leyendas y misterio. El Debate la acompaña a la ciudad de los canales para descubrir todos los misterios de la ciudad y de una de las autoras más leídas de España

A caballo entre Vitoria y Venecia, entre los años 1992 y 2022 transcurre la trama del nuevo libro de Eva García Sáenz de Urturi. La esperada continuación de El libro negro de las horas, éxito en ventas y traducido en más de veinte países, llega con El ángel de la ciudad, cuyo argumento se adentra en el mundo de las falsificaciones de grandes pintores, los museos y los libros antiguos.

El Debate recorre los escenarios principales de la trama en una Venecia llena de literatura y arte, pero también cargada de misterio. Guiados por la autora descubrimos una ciudad, que, «alejada del turismo», se encuentra repleta de fábulas y leyendas. Empezamos el recorrido en la plaza de san Marcos, junto a dos columnas: una coronada con un león alado, símbolo de Venecia; y otra en la que se encuentra san Teodoro, patrono de la ciudad. «Es muy fácil distinguir a un veneciano de un turista –comenzó contando Sáenz de Urturi–. A un veneciano no se le ocurriría sacarse una foto entre las dos columnas», advierte la autora, «porque antiguamente era un patíbulo».

Eva García Sáenz de Urturi

Eva García Sáenz de UrturiSole Hafner

Es en esta «tendencia que tienen los venecianos a fabular» –explica la autora– donde ha encontrado la inspiración para continuar con la historia de Unai López de Ayala, apodado como Kraken, personaje que nació en 2016 con El silencio de la ciudad blanca, siguió con Los ritos del agua y Los señores del tiempo y se consolidó con El libro negro de las horas, que fue la novela más vendida en castellano el año pasado. Con esta gran acogida, Sáenz de Urturi ha decidido mostrar la parte «más humana» del inspector que se enfrenta al misterio de la muerte de su padre mientras sigue la pista a su madre, Ítaca Expósito, a quien creía muerta.

La ruta por los escenarios de la novela nos lleva por emblemáticos lugares como el puente de la Academia o de Rialto. Este último, ligado a una leyenda donde uno de los protagonistas es el diablo: «La novela juega mucho con esto. Había muchas leyendas de brujas pero mucho más de diablos... y de diablos que tienen que ver con puentes», desvela la vitoriana.

Continuamos por el museo de Peggy Guggenheim, núcleo del arte contemporáneo de la ciudad italiana y donde se encuentra la escultura de Marino Marini que da nombre al libro, para luego trasladarnos a los «rincones más escondidos» como la escalera del bóvolo o a la librería Acqua Alta.

Este relato, que se reparte a lo largo de 80 capítulos, muestra el recorrido de la vida de Ítaca, madre del protagonista, a quien describe como «autosuficiente, nómada y hedonista», y de Unai, de quien dice que es «leal, coherente y obsesivo». Madre e hijo se verán atrapados en incendios, robos de obras de arte de gran valor, desapariciones y venganzas.

Todo debe tener una razón

Tras nueve novelas a su espalda, para Sáenz de Urturi el proceso creativo es una inmersión total donde cada etapa –explica– es «un vaso comunicante». «No es que sea una etapa de equis meses de documentación, equis meses de planificación y equis meses de escribir el manuscrito», sino que «la escritura misma te va abriendo nuevos caminos».

Por otra parte, reconoce que a pesar de que hay muchas cosas que para la trama pueden parecer interesantes de contar, «lo que tiene la novela policiaca es que no se te permiten las discreciones: el lector está esperando que todas y cada una de las palabras que incluya sea por algo» porque cada detalle «se queda en hipervigilancia».

Eva García Sáenz de Urturi en la Plaza de San Lio

Eva García Sáenz de Urturi en la Plaza de San LioSole Hafner

Asimismo, en sus novelas los nombres de los personajes tienen mucho sentido pues «van más allá de lo simbólico; definen los personajes». Solo hay que fijarnos en Kraken, el apodo de Unai, que escoge porque «tiene mucho que ver con su tótem, con el alma que tiene, con esa parte más de instinto animal», o Ítaca –que luego adoptará el nombre de Jimena en la novela–, nombre que definirá su «carácter y patrón de vida que es el del eterno viaje, el de huir» e incluso Calibán, un hombre del mundo del coleccionismo de libros antiguos, cuyo nombre hace referencia a «la bestia ilustrada: tiene esa parte muy culta y otra muy inhumana».

«El poder de las historias es advertirnos de las pulsiones de la vida. Todo está en los libros, todo está escrito», sentencia la autora en El libro negro de las horas a través de uno de sus personajes. De esta manera en El ángel de la ciudad Sáenz de Urturi realiza «una exploración de la redención y de su imposibilidad» a través de Ítaca, que «quiere redimirse, pero su propio entorno no se lo permite». Es una «exploración de la falta de libertad que tenemos cuando pensamos que podemos tomar decisiones vitales», sentencia.

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