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Políticos que fueron buenos escritores

Sánchez Mazas, Malraux, Goethe, Azaña (y Churchill), políticos que fueron buenos escritores,Paula Andrade

Cuatro ejemplos (y un caso curioso) de políticos que fueron buenos escritores

Goethe, Sánchez Mazas, Azaña, Malraux y la extraordinaria peripecia de Winston Churchill y el Premio Nobel de Literatura

La lista de políticos que se convirtieron en escritores es infinita. Como infinita es la posibilidad de que buena parte de los libros que publicaron no los escribieron ellos. Un caso sorprendente (el curioso) fue el de Winston Churchill, quien recibió el Premio Nobel de Literatura en 1953. Churchill había escrito en seis volúmenes la Historia de la II Guerra Mundial con un estilo que nunca ha sido calificado salvo por algunos atrevidos. Aparte de los seis tomos había escrito discursos, que algunas lenguas atribuyen mayormente a la inspiración de nombres como los de Theodore Roosevelt o Garibaldi, y 11 páginas de un ensayo inédito, descubierto después, sobre la existencia de vida extraterrestre.

Parecen demasiadas pocas razones para la concesión del Nobel, pero la verdadera historia es que la Academia Sueca quería darle uno de sus galardones, concretamente el de la Paz, y como este no pudo ser porque el mismo primer ministro británico no quiso, decidieron darle el de Literatura en un caso que casi define la elección de Bob Dylan como canónica. Por si fuera poco, parece ser que Churchill se enfadó y no fue a Estocolmo a recogerlo sino que envió a su mujer. No es el caso de Churchill, a pesar de las apariencias, el del político que fue buen escritor.

Sánchez Mazas, falangista y poeta

El caso de Goethe puede que sea el contrario, el hombre que todo el mundo cree que fue un escritor y en realidad fue un político (y un abogado y un naturalista y un científico y muchas cosas más) que no podía parar de escribir dramas monumentales, novelas extraordinarias y elevados poemas como Fausto, Las penas del Joven Werther o los Epigramas Venecianos. En algún siglo posterior está la figura de Rafael Sánchez Mazas (padre del escritor y lingüista Rafael Sánchez Ferlosio), falangista prisionero en la zona republicana que tras la guerras fue ministro fugaz de Franco y procurador en Cortes.

Fue elegido miembro de la Real Academia en 1940 en una curiosa coincidencia con su etapa de ministro, un hecho que no menoscaba sus indudables cualidades literarias plasmadas en obras como la novela La vida nueva de Pedrito de Andía o el poemario Quince sonetos para quince esculturas de Moisés Huerta, además de ensayos destacados y una ingente cantidad de artículos periodísticos desde su primeros tiempos como corresponsal de ABC en Roma, donde fue testigo admirado del golpe de Estado de Mussolini.

Azaña, el escritor sin lectores

Y al viajar de un lado de la guerra al otro se encuentra a Manuel Azaña. Si Sánchez Mazas fue corresponsal en Roma, Azaña lo fue en París. Antes del ser presidente del Gobierno y presidente de la II República, su fama como escritor era conocida. En 1926 ganó el Premio Nacional de Literatura por Vida de Juan Valera. Fue novelista y breve dramaturgo, además de ensayista y traductor. Su La velada en Benicarló no la querrían leer los responsables de la actual Memoria Democrática, como tampoco Franco quiso que nadie leyera sus Diarios, que escondió durante 60 años.

No muy lejos de estos tiempos André Malraux, quien fue nombrado coronel de una casi surrealista escuadrilla de aviones republicana durante la Guerra Civil, llamada la Escuadrilla Malraux, fue nombrado en 1947 ministro del Interior de Francia por el general De Gaulle, quien también le hizo ministro de Cultura al regresar al poder en 1958. El autor de La Condición Humana, que frecuentó por igual a personajes como Mao, Stalin, Kennedy, Hemingway, Sartre, Picasso o Trotsky fue quizá tan buen político como escritor, posiblemente el ejemplo más equilibrado de los cuatro (cinco) que aquí se proponen.

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