Decimonovena de San Isidro Fernando Adrián abre la Puerta Grande en la tarde en la que rugió Madrid
El torero madrileño sale en hombros tras una gran faena al excelente quinto, premiado con la vuelta al ruedo; valentía, épica y compromiso de Saldívar y Lorenzo, ambos volteados
Preguntaba alguien en la redacción a lo largo del día de hoy que qué le veíamos a una corrida de toros. Bien por ser una pregunta a la que nos hemos enfrentado demasiadas ocasiones y cuya respuesta daría para un tratado, sin llegar seguramente a convencer, bien por los rigores de la actualidad propios en un periódico, la cuestión quedó sin responder. Horas después y sin lugar a dudas, la tarde de hoy, en el que a priori tenía lugar uno de los carteles menos atractivos de la feria, sería en conjunto la mejor contestación.
Fernando Adrián, un torero sin muchas tardes firmadas, que la pasada temporada solo trenzó el paseíllo en quince ocasiones, abrió la Puerta Grande de Las Ventas tras una importante faena a un excelente toro de Santiago Domecq, cuya bravura fue premiada con la vuelta al ruedo, y que pudo ser de dos orejas si no llega a fallar en un primer momento con los aceros. Sumó, gracias a su toreo al natural, el apéndice necesario para salir en hombros tras haber puntuado también con el primero de su lote.
Fue una tarde esta, toda ella, que explicaría desde el corazón preguntas que en demasiadas ocasiones se hacen desde la perspectiva racional. Pero el toreo, en días así, sigue aportando razones que, curiosamente y parafraseando a Pascal, la razón y muchas personas no son capaces de entender.
Porque el mexicano Saldívar, el madrileño Adrián y el toledano Lorenzo no son los matadores que más gente traen a la plaza, pero en un día en que por fin se fueron las nubes y los truenos, incluso el viento, tan presente en el ciclo isidreño, tiraron de épica y pundonor para regalar esa respuesta a quienes buscan y se hacen preguntas desde la lógica.
'Contento', un toro de vuelta al ruedo
Fue el quinto de la tarde, de nombre 'Contento', un animal de grandes virtudes. Adrián brindó su faena y su muerte al público de Madrid, cuyos tendidos caminaban entonces de sobresalto en sobresalto.
El diestro protagonizó un comienzo de faena de rodillas muy emocionante, para echarse la muleta a la izquierda y torear al animal al natural, aprovechando su clase y su embestida. Los últimos en las gradas que aún seguían pendiente de los móviles apartaron su mirada de la pantalla ante los primeros rugidos. Fue una lección de ligazón porque un toro así en Las Ventas no aparece todos los días. El mal uso del acero en un primer momento evitó un premio mayor. El astado tuvo muerte de bravo, aplaudida por el propio torero y el público, ya en pie. No traten de entenderlo quienes exigen que se lo expliquen.
Antes, con su segundo, Adrián, al igual que lo hizo su compañero Saldívar en el primero, tuvo que apostar a todo o nada, porque la corrida no regaló nada y vendió cara su vida. Señal de ello y del compromiso de la terna fue que los tres acabaron volteados sobre el albero, aunque la peor parte se la llevó un Álvaro Lorenzo que acabaría herido en el sexto y entrando por su propio pie a la enfermería.
Los tres toreros, volteados
El mexicano Saldívar fue prendido en los comienzos de su faena al toro que abrió plaza con el capote, mientras intentaba un arriesgado quite por espaldinas. Fueron estos momentos vividos con angustia e incertidumbre entre el público, que temía cuando los toreros quedaban a merced de sus oponentes en más ocasiones de lo que el sentido común aconsejaría. Daba igual, el conocido como menos común de los sentidos no saca entrada en tardes como hoy. En la faena de muleta, el centroamericano cobró tantos buenos muletazos como sustos, librándose de una nueva cogida en más de una ocasión.
Si bien la labor de Lorenzo en el tercero fue silenciada, el castellano-manchego, envalentonado por el triunfo de Adrián, salió a matar o morir en el que cerraba plaza.
El diestro fue cogido de lleno al iniciar la faena desde la distancia, sufriendo un tremendo volteretón que hizo temer lo peor. Hubo buen toreo y otra vez Madrid volvió a rugir con otra serie de naturales. La estocada por derecho fue la antesala a una vuelta al ruedo en la que hubo petición de oreja. Lorenzo acabó cambiando la Puerta Grande de la que sí disfrutó Adrián por la de la enfermería, aunque accediendo a ella por su propio pie. Cosas que la razón ni entiende ni explica.
FICHA DEL FESTEJO
- Miércoles 31 de mayo. Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, decimonovena de abono. Toros de Santiago Dómecq, buenos el primero y el tercero y excelente el quinto, premiado con la vuelta al ruedo. Mansos pero enrazados y peligrosos el resto. Saludó el mayoral de la ganadería. Más de tres cuartos de entrada en tarde apacible y despejada.
- Arturo Saldívar, ovación y silencio tras aviso.
- Fernando Adrián, oreja y oreja. Salió por la Puerta Grande.
- Álvaro Lorenzo, silencio tras aviso y vuelta al ruedo tras petición y entrada en la enfermería por su propio pie.