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Busto de Descartes en el Palacio de Versalles

Busto de Descartes en el Palacio de Versalles

El escepticismo o la filosofía antiestoica que renace en tiempos de crisis

Desde Demócrito a los sofistas, incluso Sócrates, expresaron ideas escépticas que se hicieron corriente en Pirrón y se desarrollaron después a lo largo de la Historia

Un escéptico podría ser definido como un nihilista relativo. Precisamente la relatividad (no la teoría de Einstein) es la esencia del asunto. Pirrón, el fundador del escepticismo filosófico, decía que no afirmaba nada, que solo opinaba. Más que la relatividad, la duda como fundamento. Para los escépticos originales como Pirrón, la duda es el principio porque ante cualquier cosa siempre hay dos opiniones que se excluyen mutuamente. Para el escéptico el conocimiento no existe porque la afirmación y la negación, las dos opiniones excluyentes, la destruyen.

Cercano al misticismo

Por ello el escéptico opta por no emitir ningún juicio: la pasividad o impasibilidad que caracteriza al escéptico. Una ausencia de cuerpo, de sustancia, un «vacío teórico» que aprovechó Marx para casi declarar que la filosofía había muerto. Un poco antes del autor de El Capital y un poco después de Pirrón, Montaigne dijo que el escepticismo había descompuesto la metafísica para hacerla más accesible; el escepticismo traído y llevado, estudiado y casi desmenuzado que, en su antónimo de fe, incluso fue situado por Pascal por encima de la razón como sentimiento religioso, cercano al misticismo.

La corriente escéptica que alcanzó de un modo u otro a distintos y numerosos y eminentes filósofos a través del tiempo, desde Sócrates o Demócrito, o Hume y su agnosticismo o Kant y lo incognoscible de su «cosa en sí», aquello que existe más allá de la conciencia, pero no se puede conocer. Pirrón decía que se puede vivir una vida feliz sin los valores del pasado. Desde la moralidad «pirrónica» se pasó a la negación de todo dogmatismo del conocimiento: un origen del pensamiento crítico, concepto que llega mucho más lejos que la negación de ese conocimiento, una idea precisamente relativizada ¡por la duda!: la duda como conocimiento, la preguntas a las que sometía Sócrates a sus alumnos...

«Parálisis del pensamiento»

Pero el escéptico no niega el conocimiento porque no exista, sino porque siempre puede ser puesto en duda. «Escéptico» viene del griego «skeptikós», derivado de «skeptomai» («examinar»). Los contrarios a la Academia de Platón impulsaron la corriente, más bien la actitud que ha quedado como algo positivo para unos y negativo para otros, como lo fue para Hegel, por ejemplo, que la llamó «parálisis del pensamiento». San Agustín lo pisoteó hasta casi hacerlo desaparecer, pero Montaigne o Hume, también Descartes, lo trajeron de vuelta en el Renacimiento poniendo en duda el dogmatismo, su rival, de los teólogos.

El escepticismo critica al dogmatismo porque lo considera incapaz de argumentar los principios donde nacen sus ideas. El escepticismo como una rebeldía ante las «costumbres teóricas». Un jipismo filosófico como el de Metrodoro de Quíos, el Bob Dylan presocrático que dijo: «Ninguno de nosotros sabe nada, ni siquiera esto, si sabemos o no sabemos; ni sabemos lo que es 'no saber' o 'saber', ni en general, si algo es o no es».

15M: escepticismo dogmático

La suspensión del juicio para la tranquilidad del alma. Otra forma de vivir, que es en lo que se ha convertido la filosofía: la enseñanza de modos de vida. Cuando algo fracasa o cuando algo alguien hace ver que ha fracasado, el hartazgo colectivo o el convencimiento del hartazgo colectivo, siempre se abre la piscina pública del escepticismo, donde se bañaron más recientemente (aunque aquello fue más negación que duda) los del 15-M, hoy disueltos en el escepticismo que les hizo (en realidad que nació) dogmático: un sinsentido que cobra sentido en su casi práctica desaparición de las instituciones y de las opciones de los votantes.

El enfrentamiento al dogma que no puede prescindir del pensamiento crítico (y que no puede negar la totalidad del conocimiento porque sin él no existiría la duda), donde la duda siempre tiene un límite que no se puede traspasar, como todas las cosas, como Descartes, que utilizó la duda para llegar a la afirmación: «Pienso, luego existo». Demasiado grosso modo: la frontera que separa el lugar y el intento de ser feliz del lugar y el intento de manejar el mundo en el vacío del primitivo Pirrón.

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