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Antonio Chenel 'Antoñete' en 1966

Antonio Chenel 'Antoñete' en 1966

Diez frases de Antoñete en su aniversario: el matador que fue sabio después de ser toro

El madrileño Antonio Chenel, que triunfó sobre todo en la madurez, se puso el sufijo «ete» en honor a Manolete, el torero favorito de su infancia

Hijo de Las Ventas casi como los hijos de La Alhambra de los que escribió Washington Irving, el patio de infancia de Antonio Chenel fue el patio de caballos de la Plaza de Madrid donde aquel niño quedó marcado para ser torero y solo torero, si se exceptúan los primerísimos años en que fue toro para que se entrenasen las figuras. Fue como si esa visión contraria, una transmutación animal, el pasar cerca de la taleguilla del oponente, armado con dos pitones, le hubieran hecho imbuirse en aquellos años principiantes de la idiosincrasia y el instinto del bravo que acabaron de configurar su sabiduría del arte de la tauromaquia.

Regreso a los 50

La técnica por la que fue famoso y por la que es recordado tuvo que encenderse en aquellos años de toro y espectador deseosos de vestirse de luces para unir las primeras sensaciones con los primeros conocimientos esenciales. Un vestirse de luces que llegó pronto y sin remedio como una consecuencia lógica y natural. Tenía trece años cuando empezó a ir de esa facha por los pueblos y a los 20 se hizo el matador que extendió su ilustración durante casi medio siglo. En 1966 le dio sesenta muletazos a un toro que le consagró en su casa, como reza en ella un mosaico en su honor. Se retiró en 1975 y volvió en 1977, aunque no lo hizo en España hasta 1981, con casi 50 años. No muchos tenían el recuerdo vivo de aquel torero que iba a dibujar su cumbre en aquel regreso inopinado.

Fue la sabiduría la que le convirtió en leyenda aquellos años, cinco, en que mermado físicamente, fumador empedernido desde que vio a su ídolo Manolete con un cigarro en el callejón, y en baja forma, suplió sus carencias y debilidades con todo el arte, el valor y la técnica metidas en el caletre. Un lustro de apogeo simpar por el que pasó a la historia. Toreó hasta el borde de los 70 años a pesar de las dificultades y los problemas de salud que terminaron retirándole después de que en una corrida le sobreviniera un problema cardíaco y pulmonar que diez años después, en 2011, fue la causa principal de su muerte. La década final en la que impartió serena y concisa cátedra como famoso comentarista de televisión después de haber sido toro y para siempre torero.

diez FRASES DE ANTOÑETE:

  • «Se torea como se es. Por eso el toro delata a los malos toreros y a los impostores».
  • «La ligazón es la rima del verso torero».
  • «La colocación es imprescindible. En el toro y en la vida. Hasta para tomarse una cerveza en la barra de un bar conviene estar bien colocado».
  • El miedo depende de la disposición que tenga el torero por jugarse la vida. Si estás dispuesto a arrimarte de verdad, pasas mucho miedo antes del paseíllo. Si estás dispuesto a tirar las tres cartas pasas menos miedo que si vas al dentista".
  • «A la Fiesta ahora le falta torería».
  • «El toro encastado, ligero de carnes, en puntas y con movilidad es el que vale para el triunfo grande. Pero es también el que da miedo a los toreros».
  • «Torear, amar, fumar, beber y jugar son los cinco pecados capitales que se han permitido las grandes figuras del toreo en toda su historia».
  • «Hay faenas que duran cuatro minutos y demasiadas que duran diez. Pero en ninguna faena grande hay más de veinte muletazos perfectos».
  • «El toro bueno es aquel que no solo queda en el paladar, sino que, además, te llega al corazón y, si es preciso, te encoge el estómago».
  • «No entiendo esa moda de rematar una serie de muletazos con dos pases de pecho. Es como decirle a un amigo: 'Adiós, luego nos vemos». Y sin a cuento, repetirle unos segundos después: 'Adiós, luego nos vemos'. Si has rematado, ¿para que vas a volver a rematar? Modas absurdas".
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