Anecdotario de escritores
Cervantes y su chispazo para titular
No fue hasta bien terminado El Quijote y un poco como de casualidad que a Cervantes se le ocurrió adjetivar a su famoso hidalgo de «ingenioso»
A Don Quijote no se le podía llamar oficialmente «loco» porque ya tenía lo suyo con leer tanto y ser caballero en esta España nuestra. Pero algo había que llamarle y pronto, porque corre la primavera de 1604 y apenas quedan unos meses para que entre en el taller de Cuesta, del que saldrá impreso el primero de diciembre.
No es lo único que queda por decidir y hacer con el manuscrito, que se barrunta con un porte superior a las seiscientas páginas –serán 664 en 83 pliegos– y va todo él de corrido, con pocos puntos y aparte y escasos capítulos –el titular, al fin y al cabo, nos gusta ponerlo cuando ya está todo hecho–. A Cervantes le queda la prolija tarea –en las tres acepciones del adjetivo: por larga, por esmerada y por pesada– de dividir su extraordinaria creación sirviéndose de epígrafes.
La división por capítulos siempre ha sido importante, en el XXI como en el XVI, aunque por distintas razones. Si hoy se colocan capítulos cada dos por tres para aligerar el texto, dinamizar el diseño de impresión y acelerar la lectura para ojos y mentes poco habituados a las digresiones –ya saben, el libro típico de nuestros días: prosa ligera, capítulo corto, mucho epígrafe y letra cuerpo 28–, por entonces se colocaban acompañados de epígrafes –introducción y resumen del capítulo– para guiar al lector, que más que lector era oyente, porque leer sabían pocos, y ayudarle a reconectar con una historia que había oído a cachos o leído en el desordenado orden en el que llegaran los pliegos sueltos, vaya usted a saber.
De los epígrafes, el primero salió así: «Que trata de la condición y ejercicio del famoso hidalgo don Quijote de la Mancha»; el segundo: «Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote». Pues de ahí salió el título de la obra: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. No habrá «ingenioso» adjetivo más que en otros epígrafes; no lo había en todo el texto de la primera parte, porque no se le ocurrió antes, sino al final a nuestro manco que no era manco.
En Cervantes, el ingenio fue el de la quinta acepción, «chispa, talento para ver y mostrar rápidamente el aspecto gracioso de las cosas». Vale.