Juan Ortega, el torero (del final) del verano
El torero sevillano está protagonizando el cierre de la temporada en España y suma seguidores al ritmo templado y constante de sus muletazos
No es que se esté descubriendo ahora a Juan Ortega, pero ya toca. Torero universitario como Vicente Barrera, a los 24 todavía era novillero y como matador ha llegado después de 9 años, algunos menos, como si fuera un lápiz afilándose hasta una madurez plena y serena como su muleta.
A los 24 El Juli llevaba los mismos años de matador que Juan a los 32 y puede que más de 500 corridas más. Pero no valen aquí (ni casi nunca) las comparaciones. Juan es Juan, «Juan de Juanes» después de lo de Valladolid para convertirse en el torero del fin del verano, el torero del verano, el muleteador en la cumbre.
Sevilla ha enviado a Juan para suplir la ausencia de Morante y que brillen los atardeceres ya ventosos, medio cálidos, en el crepúsculo canicular. Nunca es tarde y Ortega es la representación máxima. Tenía la forma, pero no el fondo que ya ha tocado, ha sonado como el ancla de un buque y, a partir de ahí Juan se está moviendo, anclado en el albero, mecido por olas de inspiración, el suave bamboleo contenido, la serie genuflexa que inunda las redes y el remate por bajo, esplendoroso de lentitud, de distancia.
Las verónicas en jarras, la posición. Juan es estatua, por la quietud y por la estética y va por ahí saliendo a hombros de todas partes mientras se escucha Ortega, Juan Ortega, en todas partes.