Una plaza informal le niega la Puerta Grande a un torero serio
El novillero García Pulido cuajó dos faenas plenas de arte, saber y valor. Buenas maneras, con momentos notables, de Jorge Molina
Perdió las manos el primero de Fuente Ymbro después de su primer topetazo con el peto, que antaño era caballo despanzurrado. Templado el quite de García Pulido volviendo el capote para ponerle el forro. Los novilleros lo hacen todo y Molina se fue a los medios para brindar la muerte del noble que se quedaba corto y al volver lo hacía al cuerpo. Le sacó el primer toledano de la tarde buenos pases hasta agotar al toro encogido ya. Se gustó un poco más Molina, que escuchó un aviso justo después de clavar, desde muy lejos (es espigado el torero y garboso y correcto) la espada caída.
Del golpe el segundo desarmó al picador, que se ensañó después, cuando ya hay truco. Y sin él se fue a por el quite Cristiano Torres, al que a punto estuvo de arrollar el novillo en la primera chicuelina a cuyas hijas ya educó el maño, que arrugó el capote como los toreros antiguos. El otro toledano, el segundo, Guillermo García Pulido, también se fue a brindar su primero a los medios. En los primeros pases le tomó. En la segunda tanda ya se fue todo lo largo, metido hasta el abismo en los segundos muletazos, con pases de pecho que eran como cuando salía Luca, el de Pixar, de pez a humano a la superficie. Fue finísimo con la izquierda, ya no en el abismo sino en el mismísimo centro de la tierra, fundido, sabio, ordenado, con la cabeza fresca ante el buen toro que se le echó y al que levantó para firmar la penúltima mini tanda valiosa por todo, por las formas y el fondo torero que se vio cuando le citaba pegado, en el estertor de su movimiento, con la muleta en diagonal.
Pinchó rotundamente y mató a la segunda y la plaza se quedó helada (estaba helada, inerte, inhóspita) para una oreja que había que haber pedido y una vuelta al ruedo que había que haber pedido mucho más. Como no era novillo para riesgos fue Torres y se arriesgó. Se fue a citar a los medios con mucha alharaca y desde allí se vino con el torero de rodillas, lo mejor, por decir algo, de una faena tensa en el cuerpo del novillero que terminó en enganchón y hartazgo por una insistencia sin ideas, sin vuelo y sin transmisión.
Chicuelinas ajustadas en el cuarto y con la muleta Molina logró atraparle a menor distancia. Pero en la cercanía advertía el bulto. Le tenía fichado y ya la cosa iba de una en una, con peligro. Sabía lo que hacía el torero en el arrimón final antes de la espada, de donde acabaron saliendo otro par de muletazos buenos. Pinchó a la primera y hundió el estoque a la segunda sin emoción de los tendidos apagados.
Lo lanceó al quinto con soltura el sobresaliente de la tarde García Pulido. El toro estaba despistado, casi deslumbrado por el exceso de capotes en la lidia. Un guirigay innecesario que enmendó el torero de rodillas, llevándole largo por abajo. El toro era bueno, pero ya miraba, le veía. Y se volvió malo. Apuró el torero queriendo de verdad y resultó cogido sin males mayores. Embestía ya levantando la cabeza al poco de entrar en la tela, pero el toledano le respondió con manoletinas de las de verdad para alegrar el ambiente de pena para una faena de valor y mérito otra vez ninguneada por una plaza malamente dormida, que al final se despertó (tras la faena sin mayor relato del otra vez atropellado y valeroso Cristiano Torres, que mató de maravilla) solo porque había que irse.
Ficha del festejo
- Plaza de toros de Las Ventas. Segunda de la Feria de Otoño. Novillada con caballos. 13.757 espectadores. Novillos de Fuente Ymbro.
- Jorge Molina (celeste y oro): división tras aviso y silencio tras aviso.
- García Pulido (lila y oro): ovación tras aviso y ovación.
- Cristiano Torres (rosa palo y oro): silencio tras aviso y silencio.