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El escritor Luis Cernuda

El escritor Luis CernudaGTRES

Cinco poemas de Luis Cernuda, el «español sin ganas» que se alejó del comunismo por su «juego criminal»

Se cumplen 60 años de la muerte en México del autor de Las nubes, quien se consideraba de la generación del 25, en lugar de la del 27

Luis Cernuda tenía en su madurez un aire al joven Cela, casi la misma forma de la cabeza, el peinado, pegado y hacia atrás. El poeta le escribió al ya famoso novelista en 1958 una carta desde México. Era una petición para que publicara «unas cuartillas» en recuerdo de Adolfo Salazar en la revista literaria que el gallego publicaba en Madrid y Mallorca, Papeles de Son Armadans. Firmaba como «un admirador».

Como «un admirador» firmaba el primerizo autor de Perfil del Aire todas sus cartas escritas a máquina y con frecuentes correcciones y adiciones a lápiz. Le hablaba al futuro Nobel de Octavio Paz, «el poeta y escritor joven más interesante de México», quien decía que encontraba mejores los poemas antiguos con cierto acento de rebeldía que Cernuda no le había enviado para su publicación en esta ocasión a Cela.

Fueron siete las colaboraciones del sevillano en la revista del padronés, de la que fue secretario José Manuel Caballero Bonald, cuyos versos encantaron a Cernuda, quien le escribió desde Coyoacán: «Muchas gracias, aunque sea un poco tarde, por el envío de su Anteo. Me ha gustado mucho leer sus versos tan hermosos, a veces sobrecogedores y trágicos, a veces apacibles y serenos. Me figuro que es usted andaluz, como sus versos indican, o andaluz por gusto».

Andaluz no ejerciente (de su Sevilla natal escribió después tan curioso recuerdo y apreciación: «Una constante de mi vida ha sido actuar por reacción contra el medio donde me hallaba. Eso me ayudó a escapar al peligro de lo provinciano, habiendo pasado la niñez y juventud primera en Sevilla, donde la gente pretendía vivir no en una capital de provincias más o menos agradable, sino en el ombligo del mundo, con la falta consiguiente de curiosidad hacia el resto de él») en el exilio fue Luis Cernuda, primero en Francia, luego en el Reino Unido, después en Estados Unidos y finalmente en México, donde murió en 1963.

Estudió Derecho y publicó sus primeros poemas en la Revista de Occidente cuando conoció a Juan Ramón Jiménez. Aún no había pasado el primer cuarto del siglo XX, pero el hijo del coronel Bernardo Cernuda ya tenía dos cosas claras desde mucho antes: que era poeta y homosexual y no se ocultaba de ninguna de las dos condiciones.

Pedro Salinas fue su mentor primero. La novedosa visión poética, tan influida por la cinematografía y por Paul Éluard o André Gidé, fue ampliamente criticada en sus inicios como un impresionista más varias décadas después. Amigo de Lorca y Aleixandre, antes de salir de España en 1938 combatió por los republicanos en la sierra de Guadarrama, cercano a un Partido Comunista del que años después llegó a decir: «La marcha de los sucesos me hizo ver, poco a poco, cómo en el lugar de aquella posibilidad de vida para una España joven, no había allí sino el juego criminal de un partido al que muchos secundaban pensando en su ventaja personal».

Luego fue lector y profesor de español en Oxford, Glasgow, Cambridge y Londres. Antes de México pasó por Vermont y Massachusetts. Octavio Paz, a quien conoció en Madrid y luego trató en el país azteca, habló así de su amigo: «Lo encontré siempre tolerante y cortés; amigo leal y buen consejero, tanto en la vida como en la literatura. Era tímido, pero no cobarde; era reservado, pero también franco. La moderación de su lenguaje daba firmeza a su rechazo de los valores de nuestro mundo. Respetaba los gustos y opiniones ajenos y pedía respeto para los suyos. Su intransigencia era de orden moral e intelectual. Odiaba la inautenticidad, mentira e hipocresía, y no soportaba a los necios ni a los indiscretos. Era un ser libre y amaba la libertad en los otros. Cierto, a veces sus reacciones eran exageradas y sus juicios no eran siempre justos ni piadosos».

Una opinión que no distaba de la de su preceptor Salinas: «Difícil de conocer. Delicado, pudorosísimo, guardándose su intimidad para él solo, y para las abejas de su poesía que van y vienen trajinando allí dentro –sin querer más jardín– haciendo su miel». La poesía que no solo fue poesía, aunque sí lo mejor, lo tirante. También escribió artículos y ensayos, narraciones de todo tipo. Su particularidad le llevó a decir que la suya era la Generación del 25 (en vez de la del 27) y notorios fueron en él y en su poesía los amores (Los Placeres Prohibidos), la poesía que pasó por el surrealismo y la lírica (la de Keats o T.S. Eliot de sus lecturas inglesas en Como quien espera al alba) a una madurez concisa, casi abrupta.

De Garcilaso y Bécquer a Juan Ramón en una pérdida del ritmo como en una pérdida de la inocencia, la vida dura: la soledad, la búsqueda de la belleza y sus conflictos. Esa pérdida que observaba Paz, al que le gustaban más los poemas musicales y rebeldes que Cernuda le advertía, casi arrepentido, a Cela que no eran los que le había enviado, como suplicándole que lo hiciera, que se los pidiera, como si eso fuera recuperar la juventud perdida en aquellos últimos años: «Soy español sin ganas/ que vive como puede bien lejos de su tierra/ Sin pesar ni nostalgia».

cinco poemas de luis cernuda:

  • Adolescente fui en días idénticos a nubes...

    Adolescente fui en días idénticos a nubes,
    cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,
    y extraño es, si ese recuerdo busco,
    que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.

    Perder placer es triste
    como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;
    aquel fui, aquel fui, aquel he sido...
    era la ignorancia mi sombra.

    Ni gozo ni pena; fui niño
    prisionero entre muros cambiantes;
    historias como cuerpos, cristales como cielos,
    sueño luego, un sueño más alto que la vida.

    Cuando la muerte quiera
    una verdad quitar de entre mis manos,
    las hallará vacías, como en la adolescencia,
    ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.

  • Contigo

    ¿Mi tierra?
    Mi tierra eres tú.

    ¿Mi gente?
    Mi gente eres tú.

    El destierro y la muerte
    para mí están adonde
    no estés tú.

    ¿Y mi vida?
    Dime, mi vida,
    ¿qué es, si no eres tú?
  • Deseo

    Por el campo tranquilo de septiembre,
    del álamo amarillo alguna hoja,
    como una estrella rota,
    girando al suelo viene.

    Si así el alma inconsciente,
    Señor de las estrellas y las hojas,
    fuese, encendida sombra,
    de la vida a la muerte.

  • El viento y el alma

    Con tal vehemencia el viento
    viene del mar, que sus sones
    elementales contagian
    el silencio de la noche.

    Solo en tu cama le escuchas
    insistente en los cristales
    tocar, llorando y llamando
    como perdido sin nadie.

    Mas no es él quien en desvelo
    te tiene, sino otra fuerza
    de que tu cuerpo es hoy cárcel,
    fue viento libre, y recuerda.
  • Los espinos

    Verdor nuevo los espinos
    tienen ya por la colina,
    toda de púrpura y nieve
    en el aire estremecida.

    Cuántos cielos florecidos
    les has visto; aunque a la cita
    ellos serán siempre fieles,
    tú no lo serás un día.

    Antes que la sombra caiga,
    aprende cómo es la dicha
    ante los espinos blancos
    y rojos en flor. Vé. Mira.
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