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Estatua ecuestre de Marco Aurelio

Estatua ecuestre de Marco Aurelio

Marco Aurelio, el gran emperador estoico al que no le gustaba la escuela pública

En sus Meditaciones dejó escrito que aprendió de su bisabuelo «a evitar las escuelas públicas, a contratar buenos profesores privados y a aceptar los costes resultantes como dinero bien gastado»

Marco Aurelio dejó escrito en sus Meditaciones que aprendió de su bisabuelo «a evitar las escuelas públicas, a contratar buenos profesores privados y a aceptar los costes resultantes como dinero bien gastado». Pobre Marco Aurelio si hubiera nacido en el tiempo en que una frase como esta hubiese significado el repudio.

Dueño de sí mismo

Claro que eran otros tiempos. Pero a pesar de ello vale la pena reflexionar sobre la opinión de un hombre cuyos preceptos se aplican, y con fuerza, 2.000 años después. Marco Aurelio fue el dueño del mundo, pero sobre todo fue dueño de sí mismo. O al menos lo intentó. El estoicismo del mejor emperador de Roma era una búsqueda constante, el Work in progress como tituló provisionalmente James Joyce su ininteligible Finnegans Wake.

Lo de Marco Aurelio, al contrario, es bien inteligible. Es sencillo y práctico. Sus Meditaciones o Soliloquios estaban escritos para sí mismo, como un cuaderno de bitácora de la propia vida. En él se reflejaban sus avances y sus retrocesos personales.

Si Marco Aurelio el sabio, el todopoderoso emperador, el hombre bueno, paciente, sereno, inmutable conquistó el mundo y, sobre todo, se conquistó a sí mismo, ¿cabría pensar en evitar la escuela pública (el concepto es el de la educación colegial, pública o privada en estos tiempos) en el XXI del mismo modo que se siguen sus hallazgos vitales?

Es «raro» pensar hoy en alguien que se educa en casa. Raro y costoso. También hay que pensar en las circunstancias de la Antigua Roma, donde durante siglos en la República no hubo educación «pública», sino educación «familiar», al contrario que los griegos. Realmente nunca hubo una educación pública en Roma como tal financiada por el Estado. Lo que se dio al final de la República y durante el Imperio fueron escuelas levantadas por profesores para los sectores más humildes.

La educación, un gasto prioritario

También la educación privada en casa entonces era algo solo posible para las clases altas, que disponían de tutores para sus hijos. Apenas nadie puede permitirse hoy una educación para sus hijos de ese estilo, y apenas nadie, en mayor proporción si cabe, la lleva a cabo. El sistema educativo está estructurado. Y tampoco es fácil mantenerse al margen de los cursos, del currículum oficial que da acceso a otras etapas y estudios superiores.

Marco Aurelio creía, como su bisabuelo, que había que evitar los colegios y, grosso modo, gastarse el dinero en la mejor educación antes que en todas las demás cosas. La mejor inversión. El gasto prioritario. Un estoicismo primigenio, primitivo, la prehistoria, la esencia, casi el magma del estoico que busca dentro de sí, una idea libre (y difícil) de practicar como todos los preceptos del estoicismo de moda. Cuya actualización en el caso de esta idea sobre la escuela sería, dejando a un lado la casi impráctica evitación del colegio, que se garantice la libertad de los padres a elegir la educación que desean para sus hijos. Ese es el quid que susurra Marco Aurelio hoy desde hace milenios.

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