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08 de septiembre de 2024

Marta Pérez Carbonell posando para El Debate

Marta Pérez Carbonell posando para El DebateMiguel Pérez Sánchez

Entrevista Marta Pérez Carbonell, autora de 'Nada más ilusorio'

«Cuando leemos, ver el reflejo de ti mismo es una manera de entenderte, de saber algo de ti»

El relato surgió de la imagen de una mujer que viaja sola en un tren, de noche, en un trayecto entre Londres y Edimburgo, donde coincide con dos hombres que hablan sobre una novela que uno de ellos ha escrito

Marta Pérez–Carbonell (1982) es profesora de literatura española en Colgate University de Nueva York. Se doctoró en la Universidad de Londres, especializándose en la obra de Javier Marías. Es autora de The Fictional World of Javier Marías; y ha colaborado en prensa. Ahora se ha quitado el terror de escribir y publicar y estrena su primera novela, Nada más ilusorio (Lumen).

A juicio de la autora, el relato surgió surgió de la imagen de una mujer que viaja sola en un tren, de noche, en un trayecto entre Londres y Edimburgo, donde coincide con dos hombres que hablan sobre una novela que uno de ellos ha escrito, inspirada en una figura real, y la polémica que ha generado.

En ese espacio reducido, íntimo, de aislamiento y quietud, en el que aflora una «liberadora» camaradería, los tres comparten sus historias que le sirven a la escritora para jugar con el lector e invitarle a reflexionar sobre la idea de «a quién pertenecen nuestras historias, en qué momento dejan de ser nuestras» y dónde está el límite y la responsabilidad de lo que contamos.

Nada más ilusorio (Lumen, 2024) de Marta Pérez Carbonell

Nada más ilusorio (Lumen, 2024) de Marta Pérez Carbonell

–El libro está escrito en buena medida gracias a la energía de tu madre. ¿Cuánto hay de compañía de esos otros para llevar adelante la narración de un libro?

–Diría que en mi caso hay mucho. No sé si lo podría haber escrito en otro momento de mi vida. Aunque hay una relativa melancolía que recorre el libro, yo no podría haberlo escrito en un momento de sufrimiento, de padecimiento o de soledad absoluta. Por ejemplo, en la pandemia no escribí nada. El apoyo emocional, la estabilidad, me ha ayudado mucho y la energía de mi madre también. Yo llevo muchos años estudiando literatura. Hay mucha inseguridad, muchas dudas para llegar a publicar. Cuando te lanzas, digamos así, arropada, es más fácil.

Me voy a poner con esto y, si es horrible, se lo enseño a mi madre y a nadie más

–¿Cómo empezó esta historia?

–La primera imagen de esta historia la la vi y la empecé a concebir un poco hace diez años. En 2014 yo estaba terminando la tesis sobre la obra de Javier Marías, que trataba sobre el lenguaje y la incertidumbre en sus novelas y yo vi esta primera imagen que era una mujer que viajaba sola en tren nocturno y que allí se encontraba con dos extraños. Uno había escrito una novela y yo tenía claro que yo quería escribir esa novela, la que había escrito él también, además de la historia de ellos. Eso yo lo vi eso enseguida. Fue como mi latido. Pero luego terminé la tesis, me fui de Londres, conseguí el trabajo en Estados Unidos, las exigencias académicas, en fin... Y aquello se quedó congelado. Te diría que fue más que un bloqueo. Fue una congelación de casi una década. Pero cada 31 de diciembre, con esto de los propósitos para el próximo año, yo abría el archivo de Word donde lo tenía, que se llamaba «Rosco», y lo abría. Y yo decía y también sentía que había algo, había algo ahí que me llamaba y, bueno, el año pasado yo estaba en la universidad, me di un año sabático sin docencia para dedicarme a la investigación y en mayo del año pasado dije: «Me voy a poner con esto y si es horrible, se lo enseño a mi madre y a nadie más».

La historia existía y yo era una especie de mensajera que estaba contando lo que ya sabía, lo que a mí me habían contado o lo que había escuchado de alguna manera

–Dice, entre otras cosas, que es la muerte la que remueve... ¿Qué le ha removido para terminar el libro?

–Le diría que que hubo un impulso muy fuerte hacia esta historia. La historia existía y yo era una especie de mensajera que estaba contando lo que ya sabía, lo que a mí me habían contado o lo que había escuchado de alguna manera. Para terminar la historia hay algo como de observación. De estar agazapado en la esquina de una habitación y observar y ver qué pasa. Que sienten y qué padecen estos personajes que están aquí, que les une, que les separa. Y cuando eso lo conseguí, cuando conseguí quedarme ahí y mirar ahí, ya no pude parar de contar y de escribir. La génesis de la novela surgió en pocos meses, aunque luego es verdad que hace falta mucha reescritura y pulir y peinar y todo.

–¿Para ti qué significa la literatura? ¿Y qué relación tiene con la realidad o con el sueño?

–Para mí la literatura y la vida están íntimamente ligadas por el hecho de que yo he pasado mucho, mucho tiempo leyendo, pero también porque creo que que nuestra propia existencia tiene mucho de relato y que nosotros nos contamos un relato sobre nuestra vida, sobre quiénes somos, sobre cómo existimos en el mundo. Y no está totalmente disociado de los relatos que leemos. Yo con esta historia tenía la intención de contar algo que tuviera que ver con moverse en un espacio entre una cosa y otra. Primero ocurre en un tren que es por naturaleza el tránsito de Londres a Edimburgo, y las cosas ocurren precisamente en ese tránsito. Pero también ocurren, como has dicho, entre el sueño y la vigilia, que es una parte que tiene una dimensión importante en la novela. En ese estado del cerebro en el que no se está ni despierto ni dormido. Ahí hay una parte que se desarrolla justo en ese tránsito y también en el de la realidad y la ficción, que quizás es la línea que que más se difumina, que ya tanto se difumina. Dentro de la literatura hay vida real. En la vida existe la ficción y en estas líneas difusas es donde yo he querido situar esta historia.

A veces, cuando leemos literatura, esa manera de ver el reflejo de ti mismo es una manera de entenderte sobre ella

–Hábleme de esa tentación de la escritura mística que proviene de esa observación

–Creo que a veces es más fácil contar y compartir un relato con desconocidos. Precisamente por eso, porque para ellos no eres nadie y tienes la posibilidad entonces de ser cualquiera, que es un poco lo que les ocurre a estos personajes. Pero además, ese relato también es lo único que les une en este compartimento en el que están. No tienen nada que hacer y solo pueden contar. A mí me interesaba esa idea de que mi tentación de escribir era su tentación también de contar. Y esa idea que era muy de Javier Marías de que contar es callar, no contar.

–Eres una gran lectora. Vives de leer. Y ahora que ya no tienes el terror razonable a ser tú la escritora, ¿por qué te parece interesante tu libro para el lector?

–Diría que diría que los personajes tienen inquietudes, miedos y sentimientos que cubren un amplio espectro. Suficiente como para que algún lector encuentre algo en eso, en eso que sienten. Hoy se mueven mucho geográficamente. La historia tiene lugar entre Londres y Nueva York y Madrid, pero ellos también tienen un padecer, creo, muy humano, una manera de sentir, de ser vulnerables, de recordar, que yo creo que tiene algo de lo que distintas personas sentimos en la vida real. El libro tiene algo de diferentes aspectos de sentir las relaciones, la soledad, el aislamiento, el viaje, la aventura, la anticipación ante algo nuevo. Y bueno, entre todos esos sentimientos seguro que casi todos hemos sentido alguno, ¿no? A veces, cuando leemos literatura, esa manera de ver el reflejo de ti mismo es una manera de entenderte sobre ella, de saber algo de ti o de entender algo que quizás no era tan tangible hasta ese momento. Esa es una aspiración que tengo para el libro.

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