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Yolanda Díaz se lleva el libro «La abolición del trabajo» en la Feria del Libro de Madrid

Yolanda Díaz en la Feria del Libro de Madrid

¿De qué trata 'La abolición del trabajo'?, el libro que recomendó Yolanda Díaz y que apunta contra ella

La vicepresidenta del Gobierno acudió a la Feria del Libro y alguien le dijo: «Encontraste tu libro» y ella respondió: «Yo trabajo para esto»

Dice Wikipedia que «la abolición del trabajo o abolición del trabajo asalariado, es una reivindicación revolucionaria procedente del marxismo y del anarquismo que pretende una redistribución de la riqueza que reduzca la desigualdad económica de manera que todos los seres humanos puedan obtener lo suficiente para satisfacer sus necesidades sin la necesidad de desarrollar un trabajo remunerado».

El concepto es más o menos ese, si se añade que la «reivindicación revolucionaria» es mayormente acabar con la sociedad burguesa y con el capitalismo. La abolición del trabajo que con tanta devoción recomendaba la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz, también ministra (precisamente) de Trabajo y Economía social es un libro del escritor estadounidense Bob Black (publicado en 1985), autor de otros títulos como Tesis sobre el Groucho-marxismo o El anarquismo y otros estorbos para la anarquía.

«Curso de EGB (revolucionaria)»

Más o menos se ve por dónde van los tiros ideológicos, de ahí la sonrisa de Díaz que, no obstante, vive como una perfecta capitalista. Ya se sabe que, como dijo Pablo Iglesias para alipori de las masas, «hacer política es cabalgar contradicciones», es decir, hacer un esfuerzo de cinismo constante. Dicen en la editorial (Pepitas de Calabaza) que se ha encargado de su reedición, que el libro «sería de obligada lectura en un curso de Educación General Básica (Revolucionaria)», sin embargo el libro de Bob Black, anarquista, no apunta a izquierda o a derecha, sino a ambas y a todas direcciones e incluso a todos los individuos:

«La izquierda dice que hay que acabar con la discriminación en el empleo (...). Los conservadores son partidarios de leyes que garanticen el derecho al trabajo (...). Los izquierdistas son partidarios del pleno empleo (...). Los marxistas creen que deberían mandar los burócratas, los libertarios creen que deberían mandar los empresarios, y a las feministas no les importa la forma que adopte la autoridad siempre y cuando los jefes sean mujeres. Está claro que existen estos traficantes de ideologías y que discrepan seriamente sobre cómo repartirse el botín del poder. Queda igualmente claro que ninguno de ellos tiene nada en contra del poder como tal y que todos quieren que sigamos trabajando».

«Yo trabajo para esto»

Cualquiera diría que Yolanda Díaz no solo no se ha leído el libro (en la fiel tradición política), que dispara a diestra y siniestra, sino que ni siquiera sabe de qué trata y cómo (en la si cabe aún mayor tradición política). Pablo Iglesias, el antecesor en la vicepresidencia de Díaz, quien la nombró sucesora en el conglomerado Podemos/Sumar antes de que esta mordiese la mano que le dio de comer (que no de leer), recomendó Ética de la razón pura de Kant, que en realidad es Crítica de la razón pura. Pero no pasó nada más allá de las bromas en redes. Hoy uno puede parecer un burro, como Iglesias o Díaz o tantos otros, y luego en realidad no serlo (aunque lo sea) por las nulas consecuencias.

Usualmente (y esto es aún más cierto en los países comunistas que en los capitalistas, donde el Estado es casi el único patrono y todos son empleados) el trabajo es asalariado, lo que significa venderte a ti mismo a plazosBob Black

El caso es que lo que tiene de «sacrilegio» el libro de Bob Black es a lo que se apunta Díaz habiendo solo oído campanas, como quien escucha de pasada Crítica de la razón pura y después lo repite como Ética de la razón pura. Bob Black apunta al capitalismo y también al marxismo y la vicepresidenta no parece haberse enterado del todo mientras sostenía el libro con una sonrisa: «Yo trabajo para esto», llegó a decir. El libro de Black es en realidad una broma, aunque (como dice en varias ocasiones), lo diga todo muy en serio. Como Díaz no ha leído nada, lógicamente tampoco ha leído este parte:

«Usualmente (y esto es aún más cierto en los países comunistas que en los capitalistas, donde el Estado es casi el único patrono y todos son empleados) el trabajo es asalariado, lo que significa venderte a ti mismo a plazos. Así que el 95 % de los estadounidenses que trabajan, trabajan para alguien (o algo) más. En la URSS o Cuba o Yugoslavia o cualquier otro modelo alternativo que puedas mencionar, la cifra correspondiente se aproxima al 100 %...» o «En las sociedades avanzadas e infestadas de trabajo, incluyendo todas las sociedades industriales, capitalistas o comunistas, el trabajo siempre adquiere otros atributos que lo hacen aún más nocivo...».

La ministra de Trabajo quiere la abolición del trabajo, dice que trabaja para ello y, para ello, valga la repetición, utiliza un libro que se titula La abolición del trabajo, pero que no es lo que ella cree. Black habla de Sócrates y Platón y establece su crítica del trabajo sobre esta frase de Adam Smith en La Riqueza de la naciones: «El entendimiento de la mayoría de los hombres se forma necesariamente por sus ocupaciones habituales. El hombre que se pasa la vida efectuando unas cuantas operaciones simples... no tiene ocasión de ejercer su entendimiento... Por lo general se vuelve tan estúpido e ignorante como es posible que una criatura humana llegue a serlo».

Proletarios del mundo... ¡descansad!

Claro que Black tiene munición para la otra parte, para la que le interesa a Díaz. Si lo hubiera leído (todo es siempre posible, a pesar de lo absurdo, en medio de tanta confusión), la ministra de Trabajo que quiere la abolición del trabajo querría ser, sin haber entendido nada, como Kropotkin o como los anarco-comunistas a los que cita Clark como ejemplos teóricos de sus postulados, de los que dice que «es mejor su incongruencia que cualquier versión actual del izquierdismo, cuyos devotos buscan ser los últimos campeones del trabajo, porque si no hay trabajo no hay trabajadores, y sin trabajadores, ¿a quién organizaría la izquierda?». Impresionante, hubiera dicho el torero en dos palabras. Unas pocas más empleó Bob Black para cerrar su ensayo, casi como riéndose de su ignorante fan: «Proletarios del mundo... ¡descansad!».

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