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Andrés Amorós
CrónicaAndrés Amorós

Al natural, continúa triunfando en Santander Ginés Marín

Corta las orejas al único toro manejable, en un encierro deslucido y muy desigual de Bañuelos

Actualizada 22:12

Ginés Marín durante el tercer día de la Feria de Santiago de Santander

Ginés Marín durante el tercer día de la Feria de Santiago de SantanderEFE

La entrega absoluta de los novilleros, en medio del barro, y la espectacularidad de los rejoneadores han subido todavía más el ambiente de una Feria de Santiago que nacía con los mejores presagios.

En la primera corrida de toros, el encierro de Bañuelos es muy desigual. Del segundo toro (649 kilos) al sexto (481) hay una diferencia de 168 kilos: es demasiado. (Y el sobrero que lo sustituye todavía pesa menos). Hace años, la afición lo hubiera censurado. Ahora, advierto en casi todos los cosos la misma falta de exigencia. Estos son los famosos «toros del frío», burgaleses: hay hermosas fotos en las que se les ve en un paisaje nevado, como si estuvieran atisbando el tren en el que va a llegar el doctor Zhivago. Salvo el manejable tercero, al que corta las orejas Ginés Marín, los toros dan escaso juego: Castella y Emilio de Justo solo pueden mostrar voluntad y oficio.

En su reaparición, Sebastián Castella torea con madurez pero últimamente no acaba de rematar los triunfos. ¿Le habrá abandonado esa suerte en los sorteos que se le solía atribuir? Tampoco está manteniendo esa regularidad con la espada que lució al comienzo de esta nueva etapa.

Al primero, apenas lo pican pero flaquea y pronto se raja. Se luce Chacón, con los palos. Castella lo mete con facilidad en la muleta pero el toro acaba barbeando tablas, en toriles, y se pone difícil para entrar a matar: lo logra a la segunda.

Al cuarto, le pegan poco y se va. Lidia bien Chacón y banderillea bien Viotti. El toro embiste incierto, a regañadientes. Con gran oficio, Castella le deja la muleta en la cara y logra ligar muletazos por los dos lados. Recurre al encimismo pero la faena no remonta. La estocada es trasera y el toro tarda en caer: suenan dos avisos. Ha estado firme con un lote deslucido y tampoco ha acertado con la espada.

El torero Emilio de Justo con toros de Antonio Bañuelos

El torero Emilio de Justo con toros de Antonio BañuelosEFE

Emilio de Justo parece haberse recuperado físicamente por completo y está encadenando serios éxitos, que le devuelven a la primera línea.

El segundo es el grandón, de 649 kilos, pero flaquea de salida, es distraído, reservón, mirón, muy complicado. Exponiendo mucho, Emilio le saca algunos muletazos de mérito pero hasta el final sigue el toro pegando arreones. Mete la mano con habilidad, con la espada.

Recibe con firmes verónicas al quinto, que protesta, flaquea, embiste sin clase. Quita de Justo con chicuelinas de mano baja. Lo intenta, con la muleta, pero el toro sigue pegando arreones y la faena no puede ser limpia. A la segunda, logra un gran volapié. No ha tenido opciones para más.

Ha reaccionado Ginés Marín después de su vacilante paso por San Isidro. Creo que hay que exigirle porque tiene capacidad. En Santander, se le quiere especialmente: aquí mató seis toros, hace un par de años, y ha triunfado varias veces.

Recibe al tercero con elegantes verónicas. Aunque le pican poco, el toro sale huyendo y flaquea. Brinda a Morante, en el tendido, que reaparece aquí mañana y escucha una gran ovación. En la muleta, el toro se mueve, embiste sin clase pero repite. Ginés muestra su gran capacidad al ligar excelentes naturales. (Toreando tan bien, ¿por qué remata las series con el pase del desprecio, mirando al tendido, algo tan poco clásico?). Con un toro incierto, ha estado muy seguro y decidido. Con decisión, logra una rotunda estocada: dos orejas.

El sexto se derrumba al llegar al burladero, sin chocarse: un sorprendente accidente. El sobrero, de la misma ganadería, pesa solo 463 kilos. Recibe un puyazo trasero, sale huyendo, flaquea y se para: ¡una birria! Ginés intenta completar el éxito, brinda al público, le arranca muletazos hasta que el toro, aburrido, vuelve grupas. Ni siquiera embiste en el arrimón final. Mata con decisión, aunque la espada quede desprendida, y sale a hombros.

Continúa Ginés Marín su idilio con esta Plaza. Más allá de los trofeos, me importa que ha demostrado gran entrega, además de su conocida capacidad. ¡Que siga así! Con esa actitud, estará en lo más alto.

POSTDATA. Profundamente santanderino se sentía Gerardo Diego: baste con recordar su libro «Mi Santander, mi cuna, mi palabra». La gran generación poética del 27 marcó el mayor interés y cercanía por la Tauromaquia. Dentro de ese grupo, Gerardo, indiscutiblemente, era el más que sabía de toros, incluida la técnica y la historia. De hecho, escribió un libro de poemas que supone casi un tratado completo: «La suerte o la muerte». En un restaurante de Santander he visto el cartel de un gran acontecimiento taurino que tuvo lugar en la ciudad el 26 de junio de 1913. Lo llamaron «la corrida monstruo», fueron tres festejos en un solo día: por la mañana, alternaron Vicente Pastor, Cocherito de Bilbao y Torquito; después de comer, Machaquito y Gallito; a continuación, Bombita y Rafael el Gallo. Cuando le preguntaron su opinión a Gerardo Diego, contestó, con su habitual seriedad lacónica: «Así debían ser todos los días».

Ficha

  • SANTANDER. Lunes 22 de julio. Buena entrada. Toros de Antonio Bañuelos (6º, sobrero), muy desiguales de presentación y de escaso juego, salvo el tercero.
  • SEBASTIÁN CASTELLA, de sangre de toro y oro, pinchazo y estocada (aviso, silencio). En el cuarto, estocada trasera y dos descabellos (dos avisos, saludos).
  • EMILIO DE JUSTO, de azul y oro, estocada (petición escasa y saludos). En el quinto, pinchazo y gran estocada (silencio).
  • GINÉS MARÍN, de rosa y oro, rotunda estocada (dos orejas). En el sexto, pinchazo y estocada desprendida (sale en hombros).
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