Cuando el esperpento pasó de los escenarios a la realidad donde Pedro Sánchez es el nuevo Valle-Inclán
Donde estaba la ficción ahora está la realidad y donde estaba la realidad ahora está la ficción haciendo las veces de aquella para instalarse definitivamente, con Puigdemont como protagonista
Lo que hubiera hecho Valle-Inclán con el esperpento de Puigdemont no lo verán estos ojos ni ninguno. Pero hay columnas, tribunas, artículos, memes, intervenciones (no políticas, mayormente) que sí pueden traernos (en este periódico mismamente) unos Cuernos de don Friolera o unas Luces de Bohemia (o de Barcelona) que hagan las veces de las originales.
El problema es que no parece haber público para el esperpento como tal. Hay lectores de columnas y de tribunas y de artículos y veedores de memes y de intervenciones, pero luego se sale a la calle y no hay nadie recitando, ni siquiera para divertirse, ninguno de sus momentos culminantes como en Cyrano de Bergerac, donde el pueblo francés que asistía a las hazañas de su héroe cercano, repetía sus batallas y sus versos con deleite de forma que se podía ver que aquellos calaban.
El teatro en las instituciones
Aquí y ahora, en España, no parecen calar más que las mentiras que se olvidan, mientras el esperpento sigue su camino en la vida real en lugar de en el escenario. Ha habido un distópico traslado de la ficción y de la realidad. Donde estaba la ficción ahora está la realidad y donde estaba la realidad ahora está la ficción haciendo las veces de aquella para instalarse definitivamente.
Ahora los Valle-Inclanes son los Sánchez y los Puigdemont sus actores. El teatro está en las instituciones y la realidad en los lugares antes reservados para la creación. El talento se ha visto suplantado por la ideología y buena parte del público, convenientemente manipulado, cree que el talento es la ideología, incapaz de identificar a aquel.
Incluso los teatros se han convertido en lugares para la representación de la realidad. Todo está al revés. Uno va al teatro y se encuentra con el suceso crudo, con la realidad sin transformar, sin arte, es decir, con la realidad sin más. Se leen libros que parecen periódicos y ciertos periódicos que parecen libros, novelas de fantasía, de ciencia ficción, de distopía... Mundos felices y Fahrenheits en la vida real, en la vida común.
No hay público en España que saque a hombros a los poetas porque a los poetas les ha suplantado, sin que nadie se dé cuenta, el Gobierno y sus aliados. Los nuevos creadores de la ficción que es la realidad, aunque parezca mentira, que no lo es en este retruécano. El esperpento donde se «deforma la realidad acentuando sus rasgos grotescos», según la RAE, es el mundo real donde Puigdemont, ese gran actor, es el último gran protagonista sin que nunca acabe de cerrarse el telón.