Japón redescubre ‘Cien años de soledad’ de García Márquez y arrasa en las librerías
El clásico del Premio Nobel de Literatura colombiano está experimentando un éxito de ventas sin precedentes entre los lectores japoneses
Las tribulaciones del coronel Aureliano Buendía y sus «17 Aurelianos», los legajos indescifrables de Melquíades, el fantasma de Prudencio Aguilar, la mortaja de Amaranta, la saga familiar iniciada por José Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán, la historia de Macondo y un temor: una descendencia con cola de cerdo.
Cien años de soledad de Gabriel García Márquez (publicada en 1967) sigue siendo un clásico universal y, tal vez, el mayor logro de la literatura en español desde el Quijote.
La monumental novela del Nobel colombiano acaba de conquistar una nueva frontera, la de los lectores japoneses.
El clásico de García Márquez está experimentando un éxito sin precedentes en Japón, país donde se imprimió en 1972, pero que en las últimas semanas ha vendido 290.000 ejemplares: algo sin precedentes.
¿A qué se debe este éxito? Hay varios elementos pero, principalmente, se debe a una feliz coincidencia que ha llevado a los lectores japoneses a acercarse a la crónica de Macondo.
Por un lado, la novela se acaba de reeditar en edición de bolsillo, a un precio reducido y con un diseño de cubierta muy cuidado.
Ese elemento no es baladí. Los libros, y más para un público como el japones tan vinculado a la búsqueda de la belleza, entran por los ojos.
La cubierta de la nueva edición de Cien años de soledad en japonés aúna la tradición cultural colombiana con la estética japonesa con un diseño elegante y original.
Por otro lado, la reedición de la novela ha coincidido con el lanzamiento de la nueva serie de Netflix en la que se adapta el texto de García Márquez, un estreno muy esperado en Japón.
El relanzamiento de Cien años de soledad causó un auténtico furor en el país asiático. Se presentó también con una guía de lectura con el objetivo de facilitar la tarea a los lectores.
Sin embargo, el tremendo éxito editorial desmonta uno de los grandes tópicos sobre Cien años de soledad: su supuesta dificultad insondable a la hora de afrontar su lectura.