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19 de septiembre de 2024

Mármoles del Partenón en el Museo Británico

Mármoles del Partenón en el Museo BritánicoGTRES

El nuevo director del Museo Británico rechaza la ideología en sus exposiciones

El Museo Británico se enfrenta a un complejo proceso de reforma donde la agenda política quedará totalmente fuera

El Museo Británico se asoma a su reestructuración más importante en décadas, tal vez al nivel de la ampliación ejecutada por Norman Foster en 2000.

La persona encargada de dirigir esta transformación es Nicholas Cullinan, su nuevo director desde el pasado mes de junio.

Cullinan es un hombre con experiencia en estas lides. Ha ejecutado una reforma similar por valor de 41 millones de libras en la National Portrait Gallery como director de la institución.

Además de haber comisariado varias exposiciones en algunas de las galerías y museos más importantes del mundo –curiosamente él destaca su trabajo en el Museo Guggenheim de Bilbao–, su nombre sonaba para dirigir el Metropolitan de Nueva York, un encargo que, si llega, tardará en llegar, pues tiene por delante una tarea ingente en el British.

La gran institución cultural londinense está en una crisis sin precedentes, de la que las numerosas goteras y grietas que padece el edificio histórico no son más que una metáfora.

El Museo se encuentra en una situación en la que la posible devolución de los mármoles del Partenón a Grecia podría abrir la puerta a cuestionar el derecho de posesión de numerosas obras de arte sobre cuya obtención se asoma la sombra del expolio.

«Esa cuestión no es de mi competencia. Depende de otras personas», zanja la cuestión en una reciente entrevista concedida a The Times.

Lo cierto es que, para Cullinan, la prioridad es otra, y es que la gran crisis que padece el Museo se debe a un tema de gestión. La gestión errática que el museo padece desde hace años y que le ha llevado a extraviar más de 2.000 piezas presuntamente robadas sin que los responsables del museo se dieran cuenta.

En respuesta a The Times, Cullinan aseguró que la crisis de los 2.000 objetos robados está cerca de cerrarse después de que se recuperaran gran parte de ellos y que el Museo implementara nuevas medidas de seguridad para evitar nuevos incidentes de esa naturaleza.

Con todo, la reforma del Museo Británico, con un presupuesto de 50 millones de libras, tiene vocación de cambiar por completo el modo en que se presentarán las colecciones al público.

¿Seguirá el Museo Británico las modas de la descolonización y la ideología woke tan de moda en el mundo anglosajón?

Cullinan no quiere ni oír hablar de ello: «Quiero asegurarme de que nuestra investigación esté actualizada, no que se ajuste a ninguna agenda política en particular».

No habrá obsesión por resultar políticamente correcto en un museo cuyas colecciones, en gran medida, podrían etiquetarse como políticamente incorrectas según los criterios «morales» de la sociedad posmoderna de hoy.

El proyecto para llegar hasta el nuevo Museo Británico será largo, y deberá empezar por acabar con el parcheo al que, hasta ahora, se recurría para asumir los principales retos planteados al museo.

Un ejemplo. Ante la necesidad de aumentar las medidas de seguridad, tanto físicas como sanitarias, y también para garantizar la protección de las obras de arte, el museo instaló los controles de acceso en una carpa provisional exterior, más parecida al acceso a un hospital de campaña que a uno de los museos más importantes del mundo.

Sustituir esa carpa por un salón de entrada en condiciones será la primera tarea.

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