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Truman Capote en 1967

Truman Capote en 1967GTRES

100 años de su nacimiento

Diez frases de Truman Capote, el alumno despreciado por su maestro al que la ciencia proclamó un genio

Un día el director de su colegio, cuando él tenía 12 años, consideró que lo mejor era enviarle a una escuela especial, «preparada para tratar a chavales retrasados»

Lo contó él mismo en una entrevista para The Paris Review. A Truman Capote le consideraban «excéntrico» en el colegio. Lo malo, porque le dolía, es que también le consideraban «estúpido». Año tras año le cambiaban de colegio y año tras año suspendía las asignaturas más sencillas «por aversión y aburrimiento».

Truman Capote a principios de los 50

Truman Capote a principios de los 50GTRES

Por esto le consideraban «estúpido» y es probable que «excéntrico» por fugarse de casa y de la escuela a menudo, como aquella vez que se marchó con una amiga «mucho más mayor que yo» y que con el tiempo se hizo famosa («la asesina de los corazones solitarios», la llamaron) porque mató a seis personas y murió en la silla eléctrica en la prisión de Sing Sing.

Con todas estas cosas, llegó un día en que el director del colegio, cuando el protagonista tenía 12 años, llamó a su familia para decirles que, en su opinión, Truman era «subnormal», cuando todavía esa palabra no estaba considerada como vejatoria u ofensiva.

Marilyn Monroe y Truman Capote en 1955

Marilyn Monroe y Truman Capote en 1955GTRES

Según Capote, aquel director consideró que lo mejor era enviarle a una escuela especial, «preparada para tratar a chavales retrasados» (tampoco «retrasado» tenía connotaciones negativas) y su familia se lo tomó como una afrenta por la que decidieron enviarle a una clínica de estudios psiquiátricos para determinar su coeficiente intelectual.

En aquella clínica ingresó siendo un «subnormal» y salió convertido en un genio proclamado como tal, sin ningún género de dudas, por la ciencia. Nadie lo quiso creer, ni el director del colegio, que seguía pensando que era «subnormal», ni su propia familia, que tan solo alcanzaba a pensar que era un niño normal y corriente.

Truman Capote en 1966

Truman Capote en 1966GTRES

Después de aquella revelación, contó Capote que se puso «a escribir como un poseso», al tiempo que iba mirándose en los espejos, «poniendo caritas» y diciendo para sí: «Chaval, tú y Flaubert, primos hermanos, o Maupassant, o Proust, o Chéjov o Wolfe, o quienquiera que fuera mi ídolo del momento».

A partir de este momento ya no paró nunca de escribir. No dormía bien porque le «bullía la cabeza toda la noche». Hasta que a los 15 años descubrió que el whisky le relajaba. Cómo no podía comprarlo, se lo pedía a sus amigos, casi todos mayores, y escondía las botellas en una maleta. Solía beber a última hora de la tarde y bajaba al comedor a cenar, provocando en los demás (debido a sus «gélidos silencios») una «consternación generalizada».

Truman Capote en 1978

Truman Capote en 1978GTRES

Entre risas recordó que un pariente suyo dijo una vez: «La verdad es que, si no lo conociera como lo conozco, juraría que está borracho perdido». Todas estas circunstancias, y muchas más, le convirtieron en escritor. Y un escritor con mucha suerte, según confesión propia, por la atención que recibieron sus primeros relatos en las principales revistas donde empezó a hacerse un nombre, como Mademoiselle o Harper's Bazaar.

diez frases de truman capote:

  • «Todo fracaso es condimento que da sabor al éxito».
  • «Las palabras me han salvado siempre de la tristeza».
  • «Antes de negar con la cabeza, asegúrate de que la tienes».
  • «Una conversación es un diálogo, no un monólogo. Por eso hay tan pocas buenas conversaciones, porque dos conversadores buenos rara vez se reúnen».
  • «La vida es una buena obra de teatro con un tercer acto mal escrito».
  • «La amistad es una ocupación a tiempo completo si realmente ese alguien es tu amigo. Por eso, no se puede tener muchos amigos, no habría tiempo para todos».
  • «La disciplina es la parte más importante del éxito».
  • «Lo que más me apena es la innecesaria soledad de mi infancia».
  • «Un día, comencé a escribir, sin saber que me había encadenado de por vida a un noble, pero implacable amo».
  • «Jamás me acostumbraré a nada. Acostumbrarse es como estar muerto».

En 1948, escrita con poco más de veinte años, publicó su primera novela, Otras voces, otros ámbitos, que le convirtió en una celebridad casi más por la impresión que produjo su propia fotografía en la cubierta (parecía un niño de 12 años con la mirada de un hombre de 50) que por la sobresaliente calidad de la obra, donde confesaba abiertamente su homosexualidad.

Entonces había nacido el personaje mundano, famosísimo y espectacular que ya no dejó de ser en plena rivalidad vital con el gran escritor que también fue. Un fino estilista, virtuoso observador y reproductor asombroso de conversaciones, para lo que se entrenaba escuchando sin cesar a los demás en los bares y restaurantes. Truman Capote vivió para escribir mejor que nadie y lo consiguió (al final fue cierto que él y Flaubert eran primos hermanos), aunque también escribió, cómo no, para salvarse, algo que al final no pudo conseguir.

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